LA NACION

De vuelta al primer amor

A 10 meses de su retiro, Mónaco regresa al tenis para jugar un torneo de leyendas; “es mi cable a tierra”, dice sobre su deporte

- Texto José Luis Domínguez | Foto Fabián Marelli

Son las 16.20 de una tarde más en el Buenos Aires Lawn Tennis Club, con un sol que parece convertir el polvo de ladrillo del court central en un torrente de lava. Una jornada de 35 grados que se quedan cortos ante una sensación térmica que lo calcina todo. “Ya me había olvidado del calor que hace acá”, suelta Juan Mónaco después de los primeros minutos de entrenamie­nto. “No te preocupes, cuando te toque jugar no va a estar tan pesado”, le asegura Martín Jaite, el director del Argentina Open.

En esa cancha en la que vivió muchas alegrías y protagoniz­ó batallas inolvidabl­es, Mónaco juega dobles un rato con Mariano Zabaleta, casi un hermano mayor en la vida de Pico; del otro lado de la red, más amigos: Juan Ignacio Chela y Gustavo Marcaccio, el entrenador de Guido Pella. Diego Schwartzma­n, que ya terminó su ensayo, mira un rato y aplaude un punto vistoso desde la tribuna. Alrededor de La Catedral, los obreros trabajan en la puesta a punta del predio que albergará en los próximos días el torneo ATP de Buenos Aires, que por primera vez incluirá el Torneo de Leyendas, con Mónaco, Zabaleta, Chela y Gastón Gaudio como estrellas. Este certamen de un par de días –lunes y martes– es la excusa para esta reunión de exlegionar­ios.

La práctica bajo el fuego dura una hora, y es suficiente. Pico se sienta al costado de la cancha y come una manzana. Convertido en una celebridad a partir de su nuevo papel como conductor y animador de un programa de entretenim­iento en la televisión abierta, además de protagoniz­ar una mediática relación con Carolina “Pampita” Ardohain, accede con amabilidad hasta la última selfie que le piden hasta las empleadas del club, que llegan corriendo para tomarse la foto.

No hubo tiempo para la depresión post-tenis. Mónaco se subió de inmediato al reto de enfrentar con soltura las cámaras. La televisión no es una única ocupación: Mónaco también le dedica tiempo a La Paloma, una cervecería artesanal en Mar del Plata, de la cual es uno de los socios, y Casa Babel, el bar que abrió recienteme­nte en Punta del Este, además de un campo yerbatero en Corrientes. Finalmente, se carga el bolso al hombro y se encamina a los vestuarios. Es una imagen fresca en el tiempo, como si el último entrenamie­nto hubiera sido ayer. Hasta el raquetero tiene la etiqueta de viaje de hace diez meses. “Es el que usé en la última gira; así como lo dejé, quedó”, confirma. Incluso la raqueta es la misma que empleó en su último partido como profesiona­l, el 11 de abril pasado, una caída en sets corridos ante el alemán Dustin Brown en Houston. “Desde ahí, sólo jugué un rato contra un amigo, en Miami, y la semana pasada, cuando me junté con el Negro [Zabaleta]. Y ahora, 20 minutos contra [Guido] Pella”, recuerda. En medio de la vorágine de su nueva vida, Mónaco volverá al tenis por un par de días. Mientras el raquetero de siempre descansa en un sofá, el ex top 10 charla con bajo la nacion la tribuna central del Buenos Aires. –¿No extrañabas un poco la raqueta? –Y... ahora que jugué, y estoy en este ámbito de tenis, es lindo reencontra­rse. Cuando tomé la decisión de no jugar más, tenía muy claro que estaba saturado del tenis, de la vida del tenista; sabía que quería cambiar y buscar otro desafío. Pero es lindo volver a esta cancha, entrenarme. Me ilusiona y me pone contento que me hayan invitado a jugar este Torneo de Leyendas... Un poco extrañaba, sí. –¿Y cómo sentiste tu tenis después de diez meses sin jugar? –Le pregunté a Pella, con el que jugué, a ver cómo estaba, porque por ahí de aire me sentía mal, pero de golpes lo sentía bien, y él me dijo que estaba bien, que la velocidad de bola era buena. Eso me motivó. Así que en estos días voy a entrenarme con los chicos; me gustó, je. –Para el torneo de leyendas volvés a un lugar especial: aquí viviste una de tus mayores alegrías deportivas, tu primer título de ATP, hace once años... –Uf. Eso está lejísimos. Once años. Es un número... Después jugué dos finales más acá, una semifinal. La verdad es que a lo largo de mi carrera el torneo de Buenos Aires siempre fue muy importante. Me gustaba muchísimo jugar con la gente de mi país, tener familiares y amigos y conocidos, que me seguían todo el año. Acá podía devolverle­s el apoyo que me brindaban. Era una semana especial. Acá fue mi debut como profesiona­l en ATP, cuando Martín [Jaite] me dio una invitación, a los 19 años; también gané mi primer torneo y debe de ser el torneo en el que más partidos gané. –De todos modos, está claro que es por un rato. –Sí, es hasta ahí, nomás. Lo hago porque es recreativo, porque me gusta y me produce satisfacci­ón y porque es reencontra­rme con mi mundo. Ahora estoy en la televisión, pero mi cable a tierra es el mundo del deporte, y el tenis. Todo esto es muy familiar para mí. –Pasaron apenas diez meses desde tu retiro, pero da la impresión de que sucedieron muchas cosas en el medio... –Sí, hubo algo de eso. Pero lo que me motiva es aceptar desafíos todo el tiempo, y mientras más grande, o más dinámico, o más cambiante sea lo que estoy haciendo, más me gusta, porque me meto en mundos que no conozco y trato de aprender. Puedo equivocarm­e, pero sé que puedo aprender cada día un poco más del mundo televisivo y de la gastronomí­a, y otras inversione­s que hago. Todo el tiempo se aprende y eso me nutre como persona, me hace más completo. –¿Y qué te sorprende de lo que viviste en estos diez meses? –Me sorprende que hay un mundo muy distinto después del tenis. Porque uno, cuando está sumergido en el ambiente tenístico, piensa solamente en tenis y cree que todo gira alrededor de eso. Ese es el mundo en el que vivimos mucho tiempo; por cómo nos tratan en los torneos, porque hay seis o siete personas pendientes de uno, que dependen de uno porque es el jefe de la empresa. Uno está 30 semanas compitiend­o afuera y en las restantes está entrenándo­se en Argentina, y la cabeza piensa el 90 por ciento del tiempo en tenis. Entonces uno cree que ese es el único mundo que existe. Cuando no lo tiene más, se da cuenta de que en la Argentina un millón de personas miran tenis, y no dejan de ser un número, pero también hay 39 millones que por ahí no saben mucho. Cuando uno se va del tenis, ve que hay 700 mundos distintos aparte de la raqueta, y entonces entra en la realidad, en la vida cotidiana de las personas que no son del ámbito deportivo, y se da cuenta de muchísimas cosas que pasan. Ahora vivo el día por día como cualquier persona corriente. –El tenis te obligaba a estar atento a cada detalle, a planificar todo un año, cada gira. ¿Podés programar todo ahora o vivís más el momento? –Es más difícil proyectar a largo plazo en el mundo televisivo, porque uno depende de un rating, de cómo va un programa, de muchos factores que uno no puede con-

trolar. En lo deportivo uno sí puede armar un calendario, ponerse metas. Esto es pensar a uno o dos meses, es un mundo nuevo para mí, y dependo de mucha gente. Lo mismo sucede con otras inversione­s que hago. –¿Y ya estás acostumbra­do a no viajar 30 semanas por año? –La verdad es que al principio fue raro. Porque yo me fui de mi casa a los 15 años para empezar con el tenis y todo era tomar un avión, competir, estar afuera, con nuevas culturas, otros países, otras comidas y otros idiomas, y de repente no viajé más. Y el cuerpo me pedía salir de Argentina, sentía esa necesidad después de 60 días, de una rutina que no tenía. Necesitaba irme de viaje. Por eso me fui un par de veces. El cuerpo necesita una adaptación al día por día. Ahora estoy de vacaciones, pero desde marzo voy a tener una rutina como cualquier persona. –¿Qué te dijo Rafa Nadal cuando te vio como conductor de televisión? –Se reía, no puede creerlo. Hablo con frecuencia con él, y todavía me pregunta si sigo en la televisión, cuándo voy a volver al circuito, cuándo voy a acompañar a algún jugador... y no. Hoy en día estoy sumergido en esta burbuja, que para mí es un desafío constante, y lo tomo con profesiona­lidad, como me tomaba el deporte. Le tengo muchísimo respeto a la televisión, a la producción para la cual trabajo, y lo disfruto. Pero es cierto que mis ahora excolegas no pueden creer que estoy en dos programas de televisión. Es un cambio bastante grande. –¿Cómo ves la situación del país, ahora que estás viviendo acá casi todo el tiempo? –Mucho no me gusta hablar de política. Siento que estoy expuesto como para hablar de algo de lo que no tengo tanto conocimien­to. Sí creo en las personas que mandan los mensajes, pero no creo tanto en la política. No hablo porque no quiero sentirme “afiliado” a algo. Soy apolítico, aunque sí veo que hay otro aire, hay un cierto cambio, una leve mejora. Pero va a llevar un tiempo. Tuve la posibilida­d de estar en muchísimos países, sé que Argentina tiene un margen de mejora brutal, y este puede llegar a ser el camino. Si no hay corrupción, cualquier político que trabaje y tenga un buen mensaje puede ser el camino. –Es que hubo muchos casos de deportista­s como vos, con buena imagen, que podían estar interesado­s en incursiona­r en política. –Es difícil. Le tengo mucho respeto a la política, no es lo mismo que la televisión. Un error en la política marca para toda la vida y un error en la tele o en el tenis no significa nada. Siento que es demasiado el riesgo. Por más que uno quiera hacer bien las cosas, su imagen puede ensuciarse muy fácilmente, y sin que uno cometa el problema ni tire la piedra. Es un tema que me genera respeto. Hoy no me metería, y en un futuro cercano tampoco. No lo veo.

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Fabián Marelli El 11 de abril pasado jugó el último partido de su carrera; “me sorprende que hay un mundo muy distinto después del tenis”, comenta ahora Mónaco
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Como en los viejos tiempos: Mónaco, feliz en el court central del Buenos Aires; allí jugará este lunes y martes

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