LA NACION

Triple crimen en Mendoza

Después de cometer el triple crimen, el homicida incendió la vivienda para conseguir impunidad; tras confesar el hecho a su expareja, fue a la casa de su hermana y se colgó de una soga

- Pablo Mannino

Mató a su mujer, al hijo de ella y a la suegra; prendió fuego la casa y se ahorcó.

MENDOZA.– Estalló en furia cuando decidieron echarlo de la casa en la que vivía junto a su pareja, el hijo de ella y su suegra. La relación no daba para más. En venganza, el remisero mendocino José Molina, de 39 años, los asesinó a todos e intentó prender fuego la vivienda para no dejar rastros que permitiera­n identifica­rlo. Sin embargo, horas después se suicidó.

“Me mandé una cagada, maté a tres personas”, le dijo a una expareja suya, a la que fue a ver mientras trabajaba, solo unos minutos después de cometer los homicidios. Ya había anticipado lo que finalmente hizo a través de WhatsApp.

Las víctimas del femicidio fueron identifica­das como Mayra Bueno, de 25 años; su hijo Lautaro, de 6, y su madre, Mónica Outeda, de 51. Molina los golpeó hasta matarlos. Luego incendió la casa, situada en Barcelona al 100, Guaymallén, para borrar las pruebas del crimen.

Minutos después de las 3, los vecinos vieron la casa en llamas y llamaron al número de emergencia­s 911. Mientras los bomberos combatían el fuego, los policías, que ya habían constatado que estaban en presencia de un triple crimen, buscaban a Molina como presunto autor del hecho. Horas después llegaron a la casa de la hermana del sospechoso, en Colonia Bombal, Maipú, a 10 kilómetros de la escena de la masacre.

Cuando los policías llegaron, encontraro­n a los vecinos que intentaban salvar a Molina, que se había colgado con una soga para ahorcarse. Apenas tenía signos vitales y murió camino al hospital.

El femicida usaba otro nombre, quizás para evitar que se conocieran sus antecedent­es por tentativas de robos, hurtos y amenazas, pero también los de violencia de género contra una exmujer suya.

Mayra y su familia lo conocían como José Giménez, el remisero que solía llevarla al jardín de infantes donde trabajaba, en Rodeo de la Cruz, Guaymallén. La relación se formalizó en octubre del año pasado y al poco tiempo ya vivían en la casa donde se produjo la masacre. Sin embargo, en el hogar había discusione­s de manera regular. Según dijeron vecinos y allegados, Molina era parco y malhumorad­o, le molestaban los chicos que corrían en la vereda y les pedía que se fueran.

Amigas y compañeras de Mayra dijeron al diario local El Sol que él “se mostraba amoroso con ella y le había pintado un mundo de color rosa” y que la joven “estaba contenta”. En cambio, familiares de las víctimas tenían otra impresión :“Hace un tiempo ellas se habían alejado de nosotros. Pasamos la Navidad juntos, pero después fue como que no querían que nos acercáramo­s”, dijo un pariente, que prefirió no dar su nombre.

Lo vieron salir de la casa

Según los investigad­ores, varios testigos afirmaron haber visto al hombre salir de la casa con varios bolsos y partir en un Chevrolet Astra minutos antes de que comenzarán a verse las llamas.

Antes del fuego, los vecinos del barrio escucharon fuertes gritos y peleas dentro de la propiedad, pero jamás pensaron que la discusión era el preludio de una masacre. Hacía unos días que la relación de las mujeres con Molina había llegado a su peor momento y ambas coincidier­on en que él debía irse de la casa.

Una vez que los bomberos sofocaron el fuego –que afectó la mitad de la vivienda–, fueron descubiert­os los cuerpos, que no habían sido alcanzados por las llamas, aunque sí presentaba­n diversas heridas producto de fuertes golpes.

Mayra estaba bañada en sangre, con varias heridas en la cabeza y en diversas partes del cuerpo. Había sido golpeada con una barra de hierro. El ensañamien­to mayor de Molina fue con su suegra, Outeda. El pequeño Lautaro, en medio de gritos y llantos, también recibió una brutal paliza por parte de Molina, que finalmente lo asfixió apretándol­e el cuello con sus manos.

La investigac­ión del triple crimen quedó a cargo de la fiscal de Homicidios Claudia Ríos, quien ayer explicó que con la muerte del autor del crimen se había extinguido la acción penal.

El año pasado Mendoza tuvo una significat­iva baja en la cantidad de femicidios, luego de un 2016 que había sido récord en la materia, con 21 casos resonantes que encendiero­n todas las alarmas. Uno de los hechos que más estupor generaron y que tiene varias similitude­s con la última masacre fue el triple crimen del barrio Trapiche, de Godoy Cruz.

Ocurrido en octubre de ese año, terminó con la condena a prisión perpetua del profesor de taekwondo Daniel Gonzalo Zalazar por los crímenes de su expareja Claudia Lorena Arias, de 29 años; la tía de la mujer, Susana Ortiz, de 53, y la abuela, Silda Vicenta Díaz, de 90, quienes murieron acribillad­as en la casa que compartían y que Zalazar intentó hacer estallar al dejar abiertas las hornallas del gas.

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Gentileza los andes Los peritos de la policía científica provincial trabajaron ayer en la escena del crimen

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