LA NACION

A la universida­d, pero en verano

Son unos 4000 estudiante­s de las siete disciplina­s de Arquitectu­ra, Diseño y Urbanismo de la UBA; otros 700 toman clases de idiomas para mejorar su nivel, viajar o trabajar

- santiago filipuzzi

Parecen listos para ir a una pileta a disfrutar del día soleado, pero prefieren avanzar en sus carreras universita­rias. Unos 4000 estudiante­s de las siete carreras de Arquitectu­ra, Diseño y Urbanismo de la UBA aprovechan el verano para cursar al menos una de las 16 materias que se dictan entre enero y marzo. En ese lapso, en Ciudad Universita­ria, pueden hacer dos cuatrimest­rales o una anual, con las mismas exigencias y contenidos de las cursadas tradiciona­les. En el Laboratori­o de Idiomas, unos 700 alumnos siguen cursos intensivos.

Cada vez son más las personas que deciden no tomarse vacaciones de los libros y dicen presente en las clases de verano. para adelantar materias, hacer talleres o realizar cursos intensivos, muchos estudiante­s continúan su aprendizaj­e en los días más calurosos del año.

Durante el verano, alrededor de 4000 estudiante­s de las siete carreras de la Facultad de arquitectu­ra, Diseño y Urbanismo de la Universida­d de Buenos aires (FaDU) cursan al menos una de las 16 materias que desde mediados de enero hasta marzo se dictan en la Ciudad Universita­ria. Esta modalidad permite hacer hasta dos materias cuatrimest­rales o una anual en dos meses. respeta exactament­e los contenidos, pero intensific­a la cantidad de horas y de clases semanales.

a diferencia de las asignatura­s regulares que se cursan una vez por semana, en verano la cantidad de clases suelen ser hasta tres veces más que en el resto del año, generando “una continuida­d de los contenidos y una intensidad del dictado que son muy provechosa­s para los alumnos”, explica el arquitecto y secretario académico de la FaDU, Guillermo Cabrera.

“Si sos responsabl­e, es la mejor opción”, dice Cecilia Lobato, que empieza el 4° año de arquitectu­ra y es la tercera vez que cursa en verano. “Estas más tranquila que en el año, venís de un descanso de un mes y solo te enfocás en la materia que estás haciendo. La intensidad de la carga de contenido en tan poco tiempo te obliga a mantener el ritmo de una clase a otra, por ende, estás mucho más metido en el aprendizaj­e”, explica.

al igual que Lobato, Mariana rodríguez, de 34 años, elige esta modalidad para ganar tiempo. En la recta final de su carrera de Diseño Textil, para rodríguez estudiar en verano facilita la cursada en el año y evita la superposic­ión de horarios con otras materias. También sostiene que conlleva “mucho sacrificio” cumplir con todas las obligacion­es de la cátedra de Comunicaci­ón y Crítica. “Es una materia

que se cursa cinco horas por día cuatro veces a la semana, tiene dos parciales y dos trabajos prácticos en un mes y medio. Se hace muy pesado porque trabajo”, explica rodríguez, que decidió nuevamente cursar durante el verano porque quiere recibirse este año.

En el primer mes del año, unos 700 alumnos asisten a los cursos intensivos de verano del Laboratori­o de Idiomas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBa. Se dictan 12 idiomas, tienen una duración de uno o dos meses, según la intensidad con la que se quiera cursar. “La mayoría estudia en verano porque tiene algún apuro por adelantar niveles de inglés, sea porque van a viajar, por trabajo o por placer”, explica María Julia aulicio, profesora de inglés del Laboratori­o.

Federico Gamboso, de 33 años, y Silvana Bordiguini, de 58, son abogados y decidieron hacer en verano el curso intensivo de inglés. Mientras la idea de un posible viaje a Nueva York en marzo motivó a Gamboso, para Bordiguini hacer este tipo de cursos es aprovechar el verano. “Si te va bien, es una manera de adelantar” niveles en los cursos regulares.

Los talleres centrados en una de

las áreas del aprendizaj­e del idioma son una gran alternativ­a para quienes no quieren perder contacto con la lengua que aprenden.

“El mayor beneficio para quienes se anotan en los cursos de conversaci­ón es el de estar en permanente contacto con el idioma y seguir practicánd­olo”, señala Silvia Fastuca, directora de la Dante alighieri de ramos Mejía–, y agrega: “El verano los invita a concentrar­se más en el estudio ya que el ritmo laboral es más tranquilo”.

Desde 2011, ana María Sajac, de 72 años, toma clases de italiano en la Dante y en enero asiste al curso de conversaci­ón. “En verano hago estos cursos porque la lengua es práctica, es sonido”, explica Sajac.

Coincide con Damián Di Stefano, que concurre una vez por semana al mismo instituto para practicar el idioma de sus abuelos: “Es parte de las actividade­s de placer que hago durante el año y no me gusta abandonarl­a en el verano porque me falta algo”, afirma.

Con clases de cuatro horas de lunes a viernes, este mes se realizan actividade­s intensivas de formación profesiona­l en la Escuela de arte Multimedia­l Da Vinci. a pesar de la intensa carga horaria, muchos estudiante­s prefieren hacer un esfuerzo mayor durante el verano a sumar más actividade­s en el resto del año. “prefiero meterle buena onda un mes que un cuatrimest­re”, afirma Gonzalo Lodeiro, de 39 años y licenciado en administra­ción de Empresas, que comenzó el curso intensivo de Marketing Digital. “Hoy tengo que estar detrás de mi familia, de mi hija, y eso me insume mucho más tiempo. Necesito que lo poco que le destino a la capacitaci­ón en estudio sea lo más conciso, breve y práctico posible”, dice Lodeiro.

Los chicos también aprovechan el verano para hacer cursos según sus intereses. Tal como sucede con el curso de Creación de Videojuego­s de acción, para chicos de entre 9 y 11 años, cuyos cupos están agotados.

Durante las vacaciones escolares, abril Monreal participa de este curso. No le preocupa la época del año porque hace algo que le gusta. “Me da lo mismo si es verano o invierno”, sintetiza. El año anterior abril realizó otros dos talleres. “Le encantaron ambos cursos, así que este es en cierta forma es una continuaci­ón”, confirma su padre, Martín Monreal.

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Carolina Otero santiago filipuzzi En las aulas de la Ciudad Universita­ria, los jóvenes desafían al verano

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