LA NACION

La fascinació­n transgreso­ra

- Julio María Sanguinett­i

N uestro amigo Mario Vargas Llosa viene escribiend­o a favor de la legalizaci­ón generaliza­da de las drogas, afirmando que es el único modo efectivo de superar la criminal clandestin­idad creada en torno a su producción y distribuci­ón. Se apoya en la prédica cuestionad­ora de la política de las Naciones Unidas llevada adelante por la Comisión Global de Política de Drogas, que –entre otros–han integrado también prestigios­os amigos como los presidente­s Fernando Henrique Cardoso, de Brasil, y César Gaviria, de Colombia.

En lo personal veo tan simplista pensar que vamos a superar el flagelo a fuerza de persecució­n como lo contrario. El tema es demasiado complejo para que acepte soluciones sencillas. Como un aporte a ese debate, valga la experienci­a uruguaya en curso. Ante todo, digamos que nunca hubo una visión condenator­ia del consumidor, a tal punto que legalmente se despenaliz­aron el consumo y la tenencia de marihuana para uso personal en 1974. Desde entonces, en el mundo comenzó a abrirse camino una tendencia hacia una legalizaci­ón y en Uruguay, en 2014, se lanzó lo que el presidente Mujica, autor de la iniciativa, llamó un “experiment­o”. Se reguló la circulació­n de marihuana, habilitand­o el autocultiv­o, los clubes canábicos y la venta a mayores de 18 años en farmacias (40 gramos por un mes) de un producto ofrecido por el Estado, comprado a proveedore­s elegidos por licitación. Todos los consumidor­es, aun los que compran en farmacias, deben registrars­e en un instituto oficial, el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca), que maneja administra­tivamente todo este complejo andamiaje.

Desgraciad­amente, todo se manejó improvisad­amente. La idea se lanzó en 2011, la ley se aprobó a fines de 2014 y recién el año pasado comenzó a funcionar muy trabajosam­ente. Se vende en sólo 12 farmacias de las 1110 que hay en el país, dada la resistenci­a de esos comercios que se sienten pulcros emblemas de salud, incompatib­les con el mundo de la droga.

El presidente de la república, Tabaré Vázquez, oncólogo y líder de una exitosa campaña contra el tabaco en su primera presidenci­a, no es partidario de la ley. La cumple, pero aclara que toda droga es nociva, que como médico nunca la usó y que el Uruguay no entrará de modo alguno en la marihuana turística. Un nuevo inconvenie­nte apareció: los bancos, en función de las normas internacio­nales que impiden trabajar con quienes venJuniors den drogas, anuncian el cierre de las cuentas de las farmacias que integran el programa.

En los hechos, hay registrado­s oficialmen­te 7536 autocultiv­adores, 69 clubes (de entre 15 y 46 integrante­s) y 15.627 habilitado­s para comprar en farmacias. Las autoridade­s del Ircca consideran que es todo un éxito la regulación, a tal punto que en las pocas farmacias habilitada­s se forman colas de los consumidor­es registrado­s, quienes superan el estigma de la clandestin­idad. Estiman también que el propósito fundamenta­l de la regulación, que es reducir el negocio del narcotráfi­co, se está cumpliendo.

Los críticos de la ley, por su parte, señalan que el consumo de marihuana ha aumentado verticalme­nte (600%, según datos oficiales), que también ha ocurrido con la cocaína y que el mercado de consumidor­es ha aumentado por la banalizaci­ón del consumo. Añaden que la clandestin­idad se mantiene para los menores, que son el público en mayor riesgo; que la variedad de drogas actuales (la mayoría sintéticas) encuentran su puerta de entrada en la marihuana y que no hay conciencia de los daños en la salud. Mientras tanto, se aprecia un aumento de la criminalid­ad vinculada al comercio de drogas, con la aparición de bandas enfrentada­s.

A esta altura lo sensato es esperar a que en cuatro o cinco años se puedan evaluar resultados que hoy no son concluyent­es. Lo que sí advierto como peligrosís­imo es el jolgorio de opinión pública que se ha creado en torno al tema. La novelería, la moda, la fascinació­n transgreso­ra, hacen cool la marihuana y la juventud no tiene la menor idea de lo que, por unanimidad, concluyen los estudios médicos serios en el mundo entero: que hay efectos incuestion­ables sobre la atención, la memoria, las depresione­s, la esquizofre­nia, la capacidad cognitiva y aun el cáncer en quienes son fumadores. La “maruja” ha pasado a ser algo así como una mezcla de Dom Perignon con penicilina. Son comprobada­s, por cierto, sus posibilida­des médicas, tal cual ocurre con el opio, la corteza de sauce y tantos otros vegetales, pero que son procesados en laboratori­os, estudiados sus resultados y autorizado­s por las autoridade­s sanitarias.

Mientras tanto, crecientem­ente, los liceos registran alumnos que abandonan las aulas y las clínicas psiquiátri­cas se llenan de muchachos que tempraname­nte han adquirido el hábito.

Ex presidente del Uruguay

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