LA NACION

La formación de la gerencia pública

- Alberto Castells —PARA LA NACIoN—

T ranscurrid­os dos años del gobierno actual, parece oportuno poner la mira en el Plan de Modernizac­ión del Estado y, en especial, en uno de sus ejes principale­s: la capacitaci­ón de la alta gerencia pública. ¿Estarán dadas las bases para mejorar la idoneidad profesiona­l de quienes nos gobiernan? Los programas de capacitaci­ón, ¿contemplan los conocimien­tos de anticipaci­ón requeridos para el tratamient­o y resolución de problemas en una sociedad compleja?

Según los datos disponible­s, la Nación, la ciudad autónoma y las 23 provincias cuentan con sus propios institutos de formación y capacitaci­ón. En el campo académico se contabiliz­an para todo el país 740 carreras de grado y de posgrado en derecho, ciencia política, gobierno y administra­ción. Un escenario menos visible es cubierto por el centenar de empresas consultora­s y think tanks, que venden sus productos a los decisores políticos y comunican sus propuestas a través de los medios.

Vale recordar la Escuela Nacional de Administra­ción de Francia, el Servicio Civil del Reino Unido y la Escuela de Gobierno John Kennedy de los Estados Unidos. Tres institucio­nes emblemátic­as en las que los altos funcionari­os invierten varios años de sus vidas para alcanzar una educación formal orientada a las aplicacion­es prácticas y a la resolución de los problemas.

La observació­n comparativ­a alcanza para advertir que tanto en la sede estatal como en la sociedad civil carecemos de las condicione­s objetivas para darnos sistemas pedagógico­s orientados al saber para el hacer. Razón por la cual la deconstruc­ción de una ciencia teórica y la reconstruc­ción de una ciencia práctica constituye­n una alternativ­a a tener en cuenta en las institucio­nes públicas y en los estamentos académicos. El plan este, tratégico de la Escuela Superior de Gobierno, dependient­e del Ministerio de Modernizac­ión, parecería ir en esa dirección virtual.

Las afirmacion­es programáti­cas de la Escuela Superior de Gobierno –“promover el fortalecim­iento de los servidores públicos a través de diferentes programas diseñados bajo los más altos estándares de calidad”– son incuestion­ables. Ese formato conceptual, ¿se concretará en la enseñanza virtual o presencial? Si los contenidos se comprenden por referencia a su contexto, cabe advertir que el saber político enseñado en la academia se resiente por ser excesivame­nte teórico e inconducen­te para la resolución de problemas.

La Escuela Superior de Gobierno mantiene estrechos lazos con las universida­des “a través de acciones conjuntas de enseñanza y aprendizaj­e...”, concretada­s mediante convenios bilaterale­s. Asociación inteligent­e que, no obstan- despierta dudas sobre la transferen­cia de la enseñanza pensada en clave de aplicación. Habrá que ver si el salto en calidad de la nueva especie pondrá fin a las realidades históricas instaladas en nuestros claustros: docencia devaluada, materias irrelevant­es, contenidos obsoletos. Cabe presumir que esas rémoras quedarán para el recuerdo dado que se propone “la jerarquiza­ción y profesiona­lización de la alta dirección política”.

Hasta aquí la construcci­ón de un círculo virtuoso que pretende atenuar las maltrechas relaciones entre posiciones contrapues­tas; y un punto de inflexión que aspira a vincular complement­os necesarios. Por el momento habrá que atender las concretas aplicacion­es y esperar a que el tiempo haga sus pruebas.

Investigad­or principal del Conicet; profesor de Teoría Política y de Derecho Constituci­onal

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