LA NACION

Equipos unificados, mentiras y Juegos

- Ezequiel Fernández Moores —para La NaCIoN—

E l equipo unificado más celebrado fue el del Mundial de Tenis de Mesa de 1991. El acuerdo llegó tras 22 reuniones y cinco meses y 45 días de concentrac­ión que fueron pura tensión. “Hasta que comenzamos a hablar de nuestros novios”, contó Hyun Jung-hwa en “Corea”, un filme de 2012 que celebró la hazaña de las jugadoras de la prueba femenina por equipos. Corea del Sur alistó también a Hong Cha-ok y Corea del Norte, a Li Bun-hui y Yand Yu Sunbok. China, rival en la final, venía de ganar fácilmente la categoría en los anteriores ocho mundiales. Sin embargo, en el partido decisivo, Yu Sunbok venció por 21-19 a la estrella china Gao Jun. Sucedió en Chiba, Japón, el país del viejo opresor de Corea. Familias enteras tenían todavía memorias personales de la guerra civil siguiente que había dividido a la del Sur y la del Norte. La conquista del ping-pong provocó fiesta compartida en una y en otra. Ilusión de reencuentr­os.

Casi tres décadas después, un equipo femenino unificado vuelve a ser noticia, en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchan­g, Corea del Sur. Pero la selección de hockey sobre hielo de las mujeres, armada de improviso, perdió por 8-0 sus dos primeros partidos y fue eliminada en la primera rueda. El fiasco deportivo, previsible, no amarga sin embargo la euforia política. La idea de postular al equipo para el Premio Nobel de la Paz. No coincide una gran mayoría de surcoreano­s que, acaso ya más cómoda con la división, tras una guerra cada vez más lejana, se opuso a la formación del equipo unificado y al hecho de que Corea del Norte llegara a los Juegos cuando le diera la gana, fuera de todo tiempo reglamenta­rio. El dictador comunista Kim Jong-un –se queja una mayoría en el Sur– está usando al deporte para tapar su política de misiles nucleares. Para peor, la cadena estadounid­ense NBC, en plena transmisió­n de la ceremonia de apertura, equivocó la ubicación de la ciudad sede. “Pyeongchan­g, Corea del Norte”, decía el zócalo.

El momento más dorado del deporte norcoreano se dio cuando su selección de fútbol de jugadores del ejército humilló con un 1-0 a Italia en el Mundial Inglaterra ’66. El DT italiano Edmondo Fabbri llegó a sugerir que los norcoreano­s habían cambiado a todos sus jugadores en el entretiemp­o. Secreta y misteriosa, Corea del Norte convive con la fábula occidental. Importante­s diarios del mundo difundiero­n, por ejemplo, la noticia de que el régimen norcoreano había hecho creer a la población que su selección había ganado el Mundial 2014. Corea del Norte ni siquiera se había clasificad­o y, además, la Copa de Brasil era televisada en el país. En Sudáfrica 2010, tras la apabullant­e caída por 7-0 ante Portugal, la prensa occidental repitió un informe de un medio surcoreano financiado desde Washington que decía que el régimen había sometido a humillació­n pública de seis horas al plantel y enviado al DT a trabajos forzados. Obligada a intervenir, la FIFA terminó advirtiend­o que la noticia era falsa.

El colega británico James Montague me contó que él vio con sus propios ojos que Ry Myong-guk, el arquero del 7-0 de 2010, supuestame­nte desterrado tras la goleada, sigue como titular en la selección que hoy dirige Jorn Andersen, un noruego que llegó a ser goleador de la Bundesliga y que, ya director técnico, ascendió a Mainz cuando reemplazó al despedido Jürgen Klopp. Montague fue en septiembre pasado a un partido en Pyongyang, capital de Corea del Norte. Fue un 2-2 ante Líbano, apenas horas después de un sexto ensayo nuclear. Se jugó en el estadio cuyo nombre homenajea al líder fallecido Kim Il-sung y la multitud vivaba a Kim Jong-un, su nieto, nuevo jefe. El equipo más popular es 4.25, por el 25 de abril, la fecha fundaciona­l del ejército. Pero el fútbol modelo es el de las mujeres. Ganó mundiales juveniles de la FIFA y copas y juegos asiáticos, aunque cinco de sus integrante­s dieron doping en 2011, atribuido a la medicina china. Corea del Norte tiene apenas dos medallas en Juegos invernales, pero 54 (16 de oro) en Juegos de verano. Su deporte está muy organizado en escuelas, fábricas y fuerzas armadas y consume seis por ciento del presupuest­o nacional. Montague quiso hacer más entrevista­s para CNN. No lo dejaron. Le dijeron que la CNN era la CIA.

Las dos Corea, técnicamen­te en guerra desde hace siete décadas, tuvieron más equipos unificados. Uno, en el Mundial Sub 20 de fútbol de 1991, eliminado con un 5-1 por Brasil en cuartos de final. Otros, olímpicos y de ping-pong. El último de hockey femenino agradó al poder político en Pyeongchan­g. No al vicepresid­ente de Estados Unidos, Mike Pence, el único que se mantuvo en su silla cuando apareciero­n las dos Corea desfilando juntas en la ceremonia de apertura.

The New York Times publicó inclusive que la imagen rígida de Pence contrastó con el rostro juvenil y sonriente de Kim Yo-jong, hermana del líder, Kim Jong-un. Peor le fue a Pence cuando Adam Rippon, patinador gay del equipo de Estados Unidos, rechazó reunirse con él. Rippon lo acusó de haber apoyado leyes antigay y financiaci­ón para “terapias de conversión” que incluyen electrosho­ck y que aún son legales en 41 estados de Estados Unidos. “No quiero reunirme con una persona que cree que los gays somos enfermos”, dijo Rippon. No se refería al vicepresid­ente de “Corea del Centro”. Sino al de su propio país, Estados Unidos.

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Brian Snyder / reuterS
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