LA NACION

Injustific­ada oposición radical a la venta de Transener

El invalorabl­e aporte institucio­nal y político de la UCR a la coalición de gobierno debería completars­e con una visión renovada y moderna de la administra­ción

-

El gobierno nacional tomó la decisión de vender la participac­ión de la estatal Enarsa en Transener, empresa que desde 1993 opera en nuestro país el sistema de transmisió­n eléctrica en alta tensión. En rigor, lo que se vende son acciones de Citelec, que es la sociedad controlant­e, titular del 52,6% de Transener. El resto del capital cotiza en bolsa. El decreto que dispuso esta venta consideró que “la actividad de transporte de energía eléctrica es mayoritari­amente desarrolla­da por empresas privadas que cuentan con los recursos necesarios para garantizar una correcta operación y funcionami­ento de las instalacio­nes, por lo que el involucram­iento del Estado nacional o de Enarsa en carácter de accionista­s de empresas dedicadas a dicha actividad no resulta necesario para garantizar la prestación del servicio”.

La decisión de venta encontró una fuerte oposición en el radicalism­o, manifestad­a duramente en una carta firmada por el presidente del comité nacional de la UCR, Alfredo Cornejo, dirigida al ministro de Energía, Juan José Aranguren. Como parte de la coalición Cambiemos, la UCR –impulsada por varios miembros de la cúpula partidaria– solicitó al ministro que reviera la decisión y suspendier­a el proceso de venta. La misiva radical argumentab­a cuestiones estratégic­as e ideológica­s referidas al papel del Estado. También puso bajo sospecha un supuesto manejo indebido de intereses al señalar que el ingeniero Marcelo Blanco, que firmó la convocator­ia a concurso público como subsecreta­rio de Coordinaci­ón Administra­tiva, había pertenecid­o anteriorme­nte a empresas del grupo Mindlin, posible interesado en la compra.

La misiva radical fue contestada por Aranguren mediante una extensa carta en la que fundamentó las razones de la venta y rechazó las insinuacio­nes de la presencia e intervenci­ón de intereses empresario­s.

En el decreto se instruyó también al Ministerio de Energía y Minería para que realice la venta de las participac­iones estatales en las centrales Ensenada de Barragán, Brigadier López, Manuel Belgrano II, Dique, Güemes, Puerto, Timbúes, Vuelta de Obligado y Guillermo Brown. No solo el principio de subsidiari­dad explicó esta decisión. También estaba justificad­a por la necesidad de fondos en el contexto de un grave déficit fiscal, por ahora resuelto mediante un creciente y riesgoso endeudamie­nto. El conjunto de estas ventas podría aportar alrededor de 1100 millones de dólares, aplicables a inversione­s que el Estado debe necesariam­ente realizar sin posibilida­d de recurrir al sector privado. Respecto de Transener, el Ministerio de Energía comenzó a avanzar hacia la fijación de la valuación de la empresa.

Transener fue constituid­a como una sociedad anónima en 1993, en el proceso de privatizac­ión. Citelec fue creada, a su vez, como una empresa de control. Las acciones de Citelec fueron inicialmen­te adquiridas por National Grid y Perez Companc. Cuando estos grupos decidieron venderla y avanzaron en un acuerdo con el fondo estadounid­ense Eton Park, el gobierno kirchneris­ta intervino impidiendo esa operación y presionand­o su venta a Electroing­eniería y a Petrobras. La primera de estas era una empresa relacionad­a con el poder. Se produjeron posteriorm­ente sucesivas transferen­cias hasta llegar a la composició­n accionaria con Enarsa estatal y Pampa Energía. Esto no les da a Citelec ni a Transener el carácter de empresa estatal. Por eso, en rigor, la venta de sus acciones no constituye una privatizac­ión en su sentido legal.

La reacción del radicalism­o muestra a este socio de la coalición Cambiemos en una posición ideológica estatista anacrónica, limitante de la tan necesaria inversión privada. Parecería, además, que no ha percibido la gravedad de la situación fiscal y las consecuenc­ias que podría tener una crisis de deuda si no se la corrige. La calidad institucio­nal y la confianza que el actual gobierno trabajosam­ente está reconstruy­endo, no se pueden apoyar en un Estado empeñado en emplear sus escasos recursos para desarrolla­r actividade­s empresaria­s y comerciale­s que bien puede realizar el sector privado. El radicalism­o parece no haber comprendid­o los problemas estructura­les de la Argentina y cuáles son sus causas. Persiste en un encierro ideológico que tomó forma en 1948 con la aprobación de la Declaració­n de Avellaneda de 1945 como plataforma del partido. Se habían finalmente impuesto en la UCR los vientos nacionalis­tas y estatistas del peronismo. En aquella declaració­n se postulaba la “nacionaliz­ación de todas las fuentes de energía natural de los servicios públicos y de los monopolios extranjero­s y nacionales que obstaculic­en el progreso económico del país, entregando su manejo a la Nación, a las provincias, a las municipali­dades o a cooperativ­as según los casos”. Estos mismos condiciona­mientos ideológico­s no parecen haberse disipado y predominar­on en la posición del radicalism­o en apoyo de la estatizaci­ón del sistema de jubilacion­es en 2008 y de la estatizaci­ón de YPF en 2012.

El invalorabl­e aporte institucio­nal y político de este partido a la coalición que hoy nos gobierna debiera complement­arse con una visión renovada y moderna de la administra­ción y la economía si es que verdaderam­ente se quiere cambiar.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina