LA NACION

Peligroso infiltrado en el retiro del Gobierno

- Carlos M. Reymundo Roberts

Pobre Macri, cayó en la trampa. El miércoles le dije que el retiro de Chapadmala­l que terminó anoche era una iniciativa genial, que a ningún gobierno del mundo se le había ocurrido, pero que tenía un problema: si nadie tomaba nota, si no existía un registro, se iba a perder irremediab­lemente en el desván de la historia. “Mauricio –puse voz de tragedia–, a ese retiro le falta un cronista”. Cayó como un chorlito. “Hacé el bolso. Te espero allá”, me dijo.

obviamente, mi intención al infiltrarm­e no era trabajar ni para el Gobierno ni para la historia. Solo quería hacer una buena columna. A las 7 de la tarde de anteayer ya estábamos todos y repartiero­n los cuartos. Macri durmió solo, en uno de los chalecitos que tiene este complejo. Como pasó con la residencia de olivos, que Cristina había dejado poco menos que en ruinas (sucia, despintada, con biombos que tapaban agujeros en las paredes, macetas de la residencia principal llenas de basura, el baño de ella en estado lamentable, árboles caídos…), a esta también hubo que meterle mano para dejarla decente. A la casa más grande, la que usaba Cris, fueron a parar Faurie, Dujovne, Cabrera y José Torello. Pequeño debate: quiénes de ellos iban a la exsuite presidenci­al, por la que acaso todavía revolotean espíritus endemoniad­os de Miss Hotesur. Les tocó a Cabrera y Torello, a los que todos miramos al día siguiente para ver si padecían de alguna perturbaci­ón especial. En principio, no.

Nada mejor que empezar un retiro con la cabeza despejada. Se armó un doble de tenis: Peña y De Andreis vs. Frigerio y Lopetegui. Ganaron Peña-De Andreis. Vi el partido y me pareció que en el tramo final Lopetegui fue a menos, algo comprensib­le si se tiene en cuenta que “Marquitos”, su jefe directo, hace rato que ha pasado a ser Marcos, un duro. Si lo sabrán Frigerio y Dietrich, entre otros. Me acerqué a Peña y le pregunté cómo le había caído que Beatriz Sarlo lo haya comparado con Capitanich (“Son lo mismo”, dijo). Me miró, se secó la transpirac­ión y dijo: “Creo que fue un buen partido y estoy contento porque en los puntos decisivos jugué bárbaro”.

Esa noche comimos pescado en un quincho sobre una playita. Me senté al lado de Dujovne, convencido de que iba a ser el más requerido de la mesa –Dujovne, no yo– y para consultarl­e si me convenía apostar al dólar o a las tasas. “Preguntale a Sturzenegg­er”, dijo. Macri tomó la palabra. “Les doy la bienvenida. Gracias por haber venido a trabajar, hacer deportes, pescar, descansar y comer bien. La clave de este encuentro no es otra que la clave de nuestro gobierno: el trabajo en equipo. Como dijo el Bambino Veira: ‘La base essstá’. Tenemos que ajustar algunas cositas; por ejemplo, las tarifas. Hay que conseguir el país que nos merecemos, y sobre todo hay que conseguir la reelección el año que viene. No mi reelección: la del equipo. Miren, en Boca me tocó padecer a Riquelm1e9.A%cá, a Prat-Gay, que también se creía Gardel. ¡La única estrella es el equipo!”. Hubo un aplauso conmovedor. Al pescado.

Un momento inolvidabl­e fue la tertulia posterior a esa comida, con un concurso de chistes en el que previsible­mente arrasó el cordobés Gustavo Santos, ministro7d­6e %Turismo. Uno de los más festejados fue este. Un cordobés manda un whatsapp a un amigo que lo estaba esperando en Buenos Aires, en el que dice: “Perdí el tren, salgo mañana a la misma hora”. El amigo le contesta: “Culiao, no salgai a la misma hora que te lo vai a volver a perder”. Macri, un lince, aprovechó para aleccionar al gabinete: “¡Señores, no caigamos en los mismos errores que hemos cometido! En todo caso, que sean errores nuevos”.

Ayer, a las 8, empezó la parte medular del retiro: una larga exposición de Marcos Peña sobre el estado del país y los principale­s desafíos políticos y económicos. También hablaron los ministros. La verdad, estos tipos la tienen re clara. Son estudiosos, organizado­s, parecen honestos y, si lo que contaron es cierto, hay avances en muchísimas áreas, especialme­nte en infraestru­ctura. Alguien comentó que se habían hecho

En el equipo económico dicen que la inflación tiene buena perspectiv­a: va a seguir creciendo

en dos años más obras que las que hizo De Vido en 12. No es gran mérito: De Vido solo construyó su fortuna. Bueno, y ayudó con la de los Kirchner.

Por la tarde, después de un asado, hubo reuniones grupales. Fui dando vuelta por varias de ellas y hasta me animé a plantear algunas cosas. Por caso, en la mesa del gabinete económico pregunté por la perspectiv­a inflaciona­ria. “Es muy buena”, me dijeron. En otra, Faurie hablaba de los venezolano­s que están llegando al país: “Por fin alguien va a decir que la Argentina de Macri es el paraíso”. En otra, Garavano se refirió a la nueva proclama golpista de Zaffaroni: “Hay que entenderlo –matizó el ministro–. Está teniendo problemas con el alquiler de sus seis prostíbulo­s”. En la reunión del gabinete político se comentó que así como un grupo de científico­s acaba de descubrir que los británicos originalme­nte eran negros de ojos azules, entre nosotros una comisión investigad­ora llegó a la conclusión de que hace años, muchos años, Moyano era pobre.

Me perdí las milanesas de anoche porque tenía que escribir la columna. En la puerta me paró Macri para conocer mi opinión sobre el retiro. “Una maravilla –le dije–. Deberían quedarse acá”.

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