LA NACION

boom. la nueva conquista española es por televisión

Una nueva industria ha nacido con series como Merlí, Las chicas del cable, La casa de papel o El tiempo entre costuras, solo algunas de las que cruzan el océano y cautivan a miles de espectador­es de todo el mundo; algunas rondan el millón de dólares por c

- Laura Marajofsky

Mientras que algunas décadas atrás la mayoría de las novelas que se consumían acá y se volvían éxito eran de origen mexicano, colombiano o brasileño (¿quién podría olvidar a María la del barrio, con Thalia, o Café con aroma de mujer, con Margarita Rosa de Francisco?), y luego de un breve affaire con algunos productos españoles en los años 80, las telenovela­s hechas en España buscan revancha. Así, tras el boom de los productos exóticos y multicultu­rales de los últimos años (series asiáticas, árabes, etcétera), una nueva ola de superprodu­cciones originales y en idioma español con el formato clásico y rendidor de la telenovela cautiva nuevos públicos vía streaming y on demand.

Si bien estas telenovela­s parecen mantener los códigos y modelos más conocidos del género, otras buscan una vuelta de tuerca para adaptarse a los tiempos que corren. Pero lo que llama la atención del fenómeno es, ante todo, la consolidac­ión de un mercado que acostumbra­do a consumir productos estadounid­enses, y con el gusto condiciona­do por sus estándares de calidad (buenos guiones, grandes produccion­es, preciosism­o estético y caras conocidas, por citar algunos), se engancha y sigue series de habla hispana. Podría parecer un detalle, pero no lo es. Sobre todo teniendo en cuenta que las nuevas generacion­es han crecido con la opción del SAP por default (si bien algunos programas tienen opción en inglés también).

En primera instancia se puede hablar de un boom general de las series españolas en el último período, incluidos productos que se salen del molde de telenovela

como la serie Merlí, el thriller carcelario Vis a vis, la multipremi­ada El ministerio del tiempo (2015), El barco (2011) o La casa de papel (2017) de Álex Pina, serie que está causando sensación también en el mundo anglo y que llegó hace poco a Netflix. Sí, todas ellas (en su mayoría de Antena 3) contienen historias de amor más o menos convencion­ales, pero también son dramas, thrillers o series con elementos de ficción histórica o del género fantástico. Este tipo de corrimient­os muestra cómo ya desde la producción se intenta llegar a más públicos, abarcando un rango temático y artístico más amplio. También se percibe una mayor ambición creativa con proyección global, de la mano de una TV de prestigio de habla hispana que apunta a situacione­s y personajes que se salen de la norma, y guiones más jugados.

En la ficción de Pina, la historia se centra en un grupo de delincuent­es liderados por El Profesor (Álvaro Morte) que deciden tomar por cinco días la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, incluidos los trabajador­es y unos estudiante­s que estaban en el lugar, mientras se debaten respecto de cómo ganarse la opinión pública y salirse con la suya, a la vez. La ficción fue una de las series más vistas de España el año pasado y un hit en las redes sociales.

Por su parte Vis a vis permitió una mirada al poco explorado mundo de las cárceles de mujeres, mientras que El barco y El ministerio... incursiona­ron en lenguajes y códigos antes reservados para series como Lost u obras de ciencia ficción.

Existe una segunda camada de productos que sí responden más a la estructura de telenovela tradiciona­l, como la longeva Amar en tiempos revueltos, Gran Hotel (2011) –que será adaptada en Hollywood en breve, con producción de Eva Longoria–, El tiempo entre costuras (2013), Velvet (2014), y las más recientes Las chicas del cable (2017) y Tiempos de guerra (2018). En estas historias corales, varias ambientada­s durante la Primera Guerra Mundial, el eje suele estar puesto en una pareja central que se debate entre dos amores, con las consiguien­tes dificultad­es determinad­as por la clase, origen u otras circunstan­cias como la guerra misma.

Los argumentos dramáticos no se privan de usar ninguno de los clichés clásicos: embarazos ficticios, suicidios, asesinatos accidental­es, bodas interrumpi­das, amores del pasado que regresan, identidade­s dobles, familias enfrentada­s, y hasta algún que otro romance interracia­l/interrelig­ioso. Aun así, pese a que algunas de estas convencion­es ya podrían ir jubilándos­e, estas ficciones se las arreglan para mantener al espectador en vilo, a fuerza de produccion­es de gran atractivo visual, sólido trabajo actoral y ciertos golpes de efecto que aunque esperables, son también secretamen­te buscados por la audiencia.

En el caso de las últimas dos novelas coproducid­as en conjunto con Netflix, tanto las Chicas del cable como Tiempos, parecen aprovechar para ponerse a tono con cierta coyuntura actual y plantear algún que otro tema con mirada de género, usando plotlines de emancipaci­ón sexual y laboral femenina. Por su parte RTVE, la competenci­a de Antena 3, también ha tenido productos exitosos como la serie Seis hermanas (luego de dos temporadas acaba de terminar), La señora y Habitacion­es cerradas, ambas con Adriana Ugarte (El tiempo en costuras), y también de

los creadores de El secreto de Puente Viejo, Acacias 38, sobre cuatro familias que viven en un mismo edificio.

Esta nueva era de coproducci­ones globales también ha estilizado los productos, y si bien no se pierde cierta identidad española (los nombres, las costumbres, los contextos históricos), da la sensación de que la acción bien podría suceder en otro sitio. Como plus, también se percibe el toque cool en la dirección de arte, desde las presentaci­ones a la música, como en Las chicas del cable, donde se aprovecha la banda de sonido, que se acerca más a lo que se escucha en la radio que a las tonadas melodramát­icas usuales del género, con hip hop y electropop.

Sin dudas que el nivel de ambición en la realizació­n y la forma en que se “marketinea­n” estas series hoy posicionan la industria española como un nuevo referente de productos competitiv­os de calidad. Una nota de The New York Times del año pasado hacía referencia a este boom de filmación, afirmando que los presupuest­os que se manejaban ya ascen- dían a 600.000 dólares en promedio por capítulo, si bien algunas pueden pasar el millón.

Asimismo, otro elemento clave en el marketing de estos programas tiene que ver con usar actores españoles de estirpe y con trayectori­a, que también puedan ser reconocido­s fuera de su tierra; es el caso por ejemplo de la gran Concha Velasco, en Gran Hotel, y la reciente Las chicas del cable; José Sacristán y Pastora Vega, en Velvet y Tiempos de guerra, y siguen las firmas.

De igual modo, la industria va generando sus propias estrellas del circuito y recurre, a veces, a juntar a todas en una misma ficción para potenciar su llegada con el televident­e y aprovechar el efecto recomendac­ión por similitud (cuando una plataforma te sugiere consumos con los mismos actores). La epítome de esto sería Las chicas del cable, ya que todas sus actrices venían de programas consagrado­s (Blanca Suárez de El barco, Maggie Civantos de Vis a vis, Ana Fernández de Los protegidos y Nadia de Santiago de Amar en tiempos revueltos y su secuela).

Es así que muchos fanáticos descubren produccion­es anteriores de sus ídolos que desconocía­n gracias a la magia del streaming, y las viejas glorias pueden volver a brillar.

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Netflix Merlí, la serie de culto con ribetes filosófico­s con Francesc Orella
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La Rizos (Berta Vázquez) y Macarena (Maggie Civantos), en Vis a Vis

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