LA NACION

Flor Torrente. Consiguió su primer protagónic­o en cine, en el País Vasco

La actriz habla de aquello que la une a su personaje en Cuando dejes de quererme, sobre su independen­cia, su rol como empresaria y sobre los dichos de su madre, Araceli González

- Laura Ventura

MADRID.– Según la mitología vasca, el kutun es un poderoso amuleto para ahuyentar demonios, un colgante que aleja la oscuridad, que protege del mal a quien lo lleva. El año pasado, durante dos meses, Flor Torrente llevó sobre su cuello aquel objeto. Ningún peligro la rodeaba, solo una lluvia incesante y un paisaje de cuentos de hadas. La actriz fue elegida para encarnar a la heroína de Cuando dejes de quererme, la ópera prima de Igor Legarreta, y su primer protagónic­o cinematogr­áfico en una coproducci­ón hispano-argentina, filmada en el País Vasco. Además de su compatriot­a Eduardo Blanco, la acompañan el prestigios­o Joaquín Climent y Eneko Sagardoy, el actor que le da vida al gigante de Handia, la película que más premios Goya mereció en la última entrega.

Su apellido, de origen asturiano, y su madre, Araceli González, apodada “la Gallega” por los amigos, tendieron un puente, ciertas raíces con su criatura de ficción. En Cuando dejes de quererme, Flor interpreta a una científica nacida en la ciudad vasca de Durango, radicada en la Argentina, que viaja a su tierra natal cuando aparece el cuerpo de su padre biológico, un hombre que ella creía que la había abandonado cuando era niña. Así comienza un viaje y un thriller de identidad por los laberintos de su pasado y por los secretos de una familia. –¿Creés en el destino? El personaje de Eduardo Blanco inventa la palabra “predestina­miento”. –Es una linda palabra (risa). Son esas sensacione­s que suceden y que no las esperás. Uno trabaja para eso y te llega así de repente. Todo lo que nos pasa en la vida, terrible o maravillos­o, es un aprendizaj­e. Acababa de llegar de un viaje por trabajo. Me llamó mi representa­nte y me dijo: “Este personaje es para vos”. Me enviaron la escena y al día siguiente me presenté en la prueba. “Creo que esta peli es para mí. La siento parte de mí”, pensé, y una semana después estaba volando hacia San Sebastián. La película habla de la importanci­a de buscar tu historia para empezar a conocerte, para construir tu presente. –Confiaron sin saber nada de vos, solo por el resultado de la audición... –Eso es lo loco, que no sabían quién era, quién es mi familia. No sabían nada de mi vida. Solo me hicieron un casting. Es una locura, mi primer protagónic­o en otro país. Acá no me conoce nadie. –¿Cuánto tiene de vos tu personaje? –Desde muy chica recibe un montón de golpes, azotes colaterale­s que la van llevando a endurecers­e y hacerse tan fría. A mí quizá me hubiese gustado que fuese más argentina, más pasional, más Florencia, pero mi personaje tenía que estar siempre bajo control, encajada en un espacio. –“Solo el amor justifica un pecado”, es el leitmotiv de la película. ¿Estás de acuerdo con esa idea? –Es difícil, porque, ¿de qué tipo de pecado estamos hablando? Hay pecados que tienen que ver con el miedo a perder el amor de alguien que querés mucho.

Desde hace un mes Flor viaja por Europa para cumplir con sus obligacion­es laborales. En Londres y en Manchester grabó su experienci­a para el programa #HashtagVia­jeros (Telefé) y en España presentó la película que se estrenará en abril en la Argentina. En Buenos Aires la esperan su regreso al teatro con El jefe del mundo, junto a Diego Corán Oria y Matías Mayer; su empresa de carteras y accesorios, y sus ganas de seguir explotando su veta musical. –¿Cómo te afectaron las declaracio­nes de tu mamá sobre el feminismo? Suscitó una respuesta violenta y un ataque en las redes sociales. –Hoy en día es muy difícil hablar. Lo que empieza a suceder es que cuando uno habla tiene que pensar ochenta millones de veces antes de que una palabra salga de su boca para hablar del machismo y del feminismo. Siento que fue muy agresivo todo. Las mujeres tenemos que aprender a no ser agresivas con nosotras mismas. Pedimos nuestro lugar, el que nos correspond­e. Queremos las mismas leyes, los mismos salarios, pero tenemos que trabajar la agresivida­d entre nosotras. Estaba en Londres, hacía un día que no hablaba con mi mamá, y mi teléfono empezó a explotar. Estaba trabajando, no estaba pendiente del teléfono y cuando pude leer lo que pasaba encontré una agresión muy fuerte, no solo de mujeres, sino también de colegas. Uno, frente a algo que sucede, siente una emoción. La decisión es tomar ese impulso sin pensar, o pensar y dar una respuesta. Son elecciones. Uno no tiene que salir a explicar lo que le pasó en la vida. Todo terminó bien porque mi madre tiene unos ovarios tan grandes... –Además de tu trabajo como actriz, sos empresaria [creó con su socia la marca Helicia]. –Cumplimos cinco años en estos días. Todo empezó al regresar de mi viaje de estudios a Boston, que duró casi siete meses. Es difícil reinsertar­te cuando te vas. Fue duro regresar a Buenos Aires porque me había gastado mis ahorros y volví a vivir con mamá. La amo, pero me fui a vivir sola a los 18. Tenía una crisis angustiant­e por no tener trabajo fijo y por haber abandonado un lugar porque no podía pagar la facultad. Cuando volví hice un comercial y mi mejor amiga se había recibido de diseño de indumentar­ia. Tenía una equis cantidad de dinero y aposté a eso. Al principio hacíamos carteras a mano, pero luego de un año ya teníamos un local en Palermo. En diciembre del año pasado abrimos otro en Paseo Alcorta. Es un delirio. –Invertiste y apostaste para ser independie­nte. –Yo estaba muy lejos de querer ser modelo. Y lo digo sin menospreci­ar el trabajo. Era una herramient­a de trabajo que me permitía juntar dinero para ir a estudiar afuera. Es lo que me enseñó mi mamá: a trabajar. Nunca me faltó nada en la vida, jamás. Ni material, ni cariño. Pero si algo agradezco es que ella me dijo: “Si vos querés esto, trabajá y comprátelo”. Los padres enseñan y aprenden a ser padres con sus hijos. Mi mamá me tuvo a los 19 años, muy joven; en algún punto crecimos juntas.

 ?? Adrián quiroga ?? “Mamá me tuvo a los 19 años; en algún punto crecimos juntas”, dice Flor Torrente
Adrián quiroga “Mamá me tuvo a los 19 años; en algún punto crecimos juntas”, dice Flor Torrente

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