La calle neoyorquina impone sus accesorios
En busca de autenticidad, la moda que aún no subió a las pasarelas rescata objetos de nicho y los transforma en tendencia “solo para entendidos”
NUEVA YORK.– Fueron las aspirinas más caras del planeta, posiblemente un dólar más de lo que hubieran costado en cualquier megafarmacia de la Gran Manzana, pero éramos recién llegados a la ciudad. Luego, un fin de semana, compramos el remedio para el colesterol allí, y al ver la cuenta se dispararon los triglicéridos.
Sin embargo, con cada compra de Clyde’s, farmacia tradicional del Upper East Side, se entregaba un muy práctico bolso de lona blanco con dos emblemáticas jirafas azules que típicamente se usaba para llevar ropa al lavadero sin importar si nunca regresaba... hasta ahora. Sucede que unos meses atrás Clyde’s cerró, y las bolsas, que ya no se consiguen, se convirtieron en objeto de culto. Hasta la revista New York las sacó como parte de su especial de la Fashion Week sobre “Trophy Bags”, o las carteras que son el “trofeo” del momento .
Porque está la moda de la pasarela, la moda de las modelos en el backstage, la de las celebridades en la primera fila y el street style deliberado de las influencers esperando para entrar.
Pero, en lo que fue la gran nota de tapa del suplemento de Estilo de The New York Times, lo que cada vez cuenta más es la moda que se lleva en lugares “neutros” y sin que se busque que otros imiten. Se supone que es de lo poco que queda con el sello de “autenticidad” que tanto buscan los millennials, y, dentro de esa línea, hay una serie de accesorios que se están convirtiendo en un inesperado fetiche. Algunos, curiosamente, vienen de una larga tradición en la costa este americana, pero presentan nuevos giros.
En un lugar preeminente, está una selección de estos bolsos de distribución gratuita. Llamados aquí “totes”, grandes, livianos y sin cierres, existen desde 1800, pero se popularizaron en 1940 para llevar bolsas de hielo y, eventualmente, cualquier cosa. Se volvieron un fenómeno cultural, y en los últimos años tomaron un tinte ecológico al usarse también en reemplazo de las bolsas de nylon del supermercado. Históricamente la NPR (Radio Nacional Pública) le daba un “tote” con su logo impreso a quienes les hacían donaciones, pero esta práctica ahora se extendió a cada escuela, comercio o institución. Según los especialistas son como banderas náuticas urbanas que, a quienes entienden el código, les transmiten mensajes muy precisos y, en este momento, hay una serie de ellas que trae mucho caché tener.
Por ejemplo, la revista New York señala especialmente la blanca con letras negras que dice “Gagosian”. Se conseguía en la sucursal Uptown de la célebre galería, pero se discontinuó hace años. La bolsa señala que uno es veterano del ambiente del arte del establishment, y se puede usar de manera irónica si se es un hipster joven. Luego está la negra de Knoll, que da prestigio si uno está en el ambiente de la decoración porque solo se reparte a los clientes vip de la célebre marca de muebles. La de “BookHamptons” muestra que uno veranea en los Hamptons, pero no es superficial porque allí lee –o leía porque la librería se fundió–. Pero nada se compara con la que dice, en letras violetas “The Get Go”. Ese es el nombre del almacén de Marfa, una pequeña ciudad en el medio de la nada en el desierto de Texas, donde una fundación del artista Donald Judd transformó una vieja base militar en un espacio para instalaciones. Llevar la bolsa de su almacén es doblemente cool. Implica que se sabe que Marfa es “el” lugar si se tienen pretensiones culturales, y que se está más allá de cualquier pretensión al llevar la bolsa que no estaba destinada a los catálogos de allí, sino a sus tomates y lechugas.
El otro accesorio que ha vuelto, y que llega con una historia también tradicional, es el que se conoce como breakup belt, o cinturón de fin de una relación. Se trata de un cinturón que, en las familias de la costa este americana, las chicas bordaban a sus novios incorporando al diseño los deportes favoritos, pasatiempos, universidades y monogramas de los muchachos. Esos cinturones siempre fueron muy complicados de hacer y toman mucho tiempo en terminarse. Para entonces era muy probable que el noviazgo hubiese acabado. De ahí su nombre de breakup belt y el mito urbano de que hacer uno de estos para un novio era garantía asegurada de que, con ese candidato, nunca se llegaría al altar.
Por eso no es del todo sorprendente que hayan desaparecido por un largo tiempo. Pero Guy Trebay, el crítico de moda de The New York Time, empezó a detectar breakup belts hasta en los modelos cuando se ponían su propia ropa tras los shows un tiempo atrás y la cosa ahora está en aumento. Contribuyó que hoy hay tiendas donde pueden comprarse ya hechos, importados de Asia. Los diseños, asimismo, pueden tener motivos un poco más contemporáneos, como distintos tipos de cervezas artesanales, una Xbox o el símbolo de la criptomoneda predilecta, y también los usan las mujeres.
Como los “totes” más buscados, estos “nuevos viejos” accesorios fetiche no estarán en la pasarela pero, sin duda, le agregan color a una moda que siempre quiere ser distinta.