LA NACION

Wainraich. “A la tragedia cotidiana le voy a luchar con el humor”

Sin abandonar su programa de radio, se luce en el formato unipersona­l con una flamante obra en el Maipo y un especial en Netflix

- Texto Alejandro Rapetti | Foto Ignacio Sánchez

Desde 2007 se mantiene firme en la conducción de Metro y medio, el ciclo radial que encabeza hace once temporadas junto con Julieta Pink (lunes a viernes, de 17 a 20, por Metro), en compañía de Pablo Fábregas, Peto Menahem y Martín Reich, que la última semana se despidió del programa para pasarse a la señal ESPN.

A su vez, en noviembre último estrenó Frágil en el Maipo (jueves, viernes y sábados, a las 21.30), segundo unipersona­l después de Wainraich y los frustrados donde hace distintos personajes y un monólogo en el que se pregunta muchas cosas, da su opinión sobre el mundo e intenta reírse de sus desgracias también.

“Estoy escribiend­o todo el tiempo. Casi te diría que ese es mi oficio. Ya tengo el guion para una nueva película –aún sin nombre–, y si bien recién estrenamos Frágil estoy anotando borradores para mi nuevo unipersona­l, así que estoy con eso todo el tiempo”, explica Sebastián Wainraich.

Nacido en el seno de una familia de clase media, en el barrio de Almagro, estudió en el Hipólito Vieytes de Caballito (“Nada que ver conmigo, era un pésimo alumno, no lo digo con orgullo, sino más con vergüenza, pero bueno, probableme­nte estaba en el colegio equivocado, un comercial”) y debutó en la radio a los 16 años con Mundo bohemio, un programa sobre Atlanta. En 1995 arrancó en la Rock & Pop como productor, y en 2000 comenzó a trabajar con Fernando Peña, primero en la radio y luego como autor y productor teatral. En 2003 apareció en la tele en Arde Troya y al año siguiente se lo vio con Petinatto –es recordado el segmento Kitsch TV en Indomables–. En 2006 se puso al frente de TVR, donde permaneció cuatro años y en 2011 tuvo el duro desafío de reemplazar a Jorge Guinzburg en la Biblia y el Calefón. Incluso fue protagonis­ta de la película Una noche de amor, junto a Carla Peterson, de la que también es guionista, en 2016.

En pareja desde hace 16 años con la actriz y comediante Dalia Gutman, padres de dos hijos (Kiara y Federico), por estos días también se lo puede ver en Netflix, con uno de sus aplaudidos monólogos. –En Frágil asegurás que están los que se toman la vida en serio y los que se hacen los boludos. ¿De qué lado te ubicás? –Y no… tomarse la vida en serio no significa ser solemne, sino ir a fondo, meterse con profundida­d en las cosas que realmente te interesan, en las cosas que tenés ganas de hacer, tratar de dejar la superficia­lidad, porque si no los demás pueden tomar decisiones por vos todo el tiempo. Es tomar las decisiones por uno mismo, decidir qué hacer, cuándo hacer, con quién querés estar en la vida. Obviamente, eso te da libertad y a su vez te puede dejar expuesto al dolor, a fracasos, pero me parece que es mucho más divertido vivir así que flotando en la superficie a ver qué pasa. –¿Cómo nació tu vocación por la radio? –Siempre escribí, siempre me gustó escuchar la radio, y en un momento iba a ver Atlanta y surgió la posibilida­d de colaborar en un programa del club en una a radio de barrio, y no lo dudé. Después pasé a otra radio de barrio, después a otra, empecé a contactarm­e, a llevar proyectos y pasó todo esto. Pasó, y un poco me lo busqué también. –¿De dónde viene esa fascinació­n? –Tengo varias teorías. Una que yo era bastante tímido de chico, y tal vez eso esté relacionad­o, ya que en la radio uno puede hablar sin que te vean. La otra es que en la vida muchas veces solemos ser controlado­s, tratamos de cuidar algunos modales, y me pasa tanto en la radio como en el escenario, que sufro algún tipo de descontrol –positivo para mí–, de no medir tanto algunas consecuenc­ias. Algo que disfruto mucho, porque me parece que viene bien de vez en cuando perder el control. Hasta el día de hoy, a los 43, cuando se enciende la luz hay como una adrenalina, algo que me gusta y me sigue pasando. –¿Cómo era trabajar con Fernando Peña? –Hicimos tres años de radio con Fernando, pero fueron como ochenta, por la intensidad del día a día. Era un artista descomunal, tremendo, ciclotímic­o, la persona más libre que conocí. Esto no significa que siempre sea buena tanta libertad, porque a veces vivía muy expuesto al dolor y terminaba herido. Tanta libertad a veces acarrea también un poco de soledad, pero bueno, fue una experienci­a espectacul­ar tanto en radio como en teatro. –¿Cómo repercutió en vos? –Creo que repercutió más de lo que yo creo, incluso. En todo lo que es discursivo, seguro. Porque el arrasaba con su discurso, muchas veces contradict­orio, muchas veces a los gritos, pero arrasaba. Uno llega a los lugares por la informació­n de su casa, de su mundo, con muchos prejuicios, y Peña arrasaba con todo eso, hacía que te preguntara­s todo. Después, en lo artístico era muy poco avaro. Iba por todo, y si se le ocurrían veinte ideas ponía las veinte ideas. A veces era un caos, y me parece que ahí aprendí también. –¿Podrías definir el humor? –Claramente es una manera de comunicarm­e, una manera de alivio y de resignació­n. De decir bueno, yo no pude con todas estas cosas, así que me río. A la vez te resignás a decir, bueno, esta batalla la perdí. A gigantes como la muerte, la desgracia o la tragedia cotidiana, les voy a luchar con el humor. Segurament­e voy a salir perdiendo, es como un enano peleando con un gigante, pero la voy a pelear igual. –¿Hay temas tabú? –No desde lo moral. Para mí el límite es si te hace reír o no te hace reír, es eso. Es un poco caprichoso y arbitrario porque con algunas tragedias hago chistes y con otras no. Tal vez con la Segunda Guerra Mundial hago chistes, pero con la dictadura no. Hay temas que hoy no me resultaría­n graciosos, entonces ese es el límite. –Estás en pareja con Dalia hace ya 16 años. ¿Qué opinión te merece la convivenci­a? –Bueno, mi vida en pareja está buena, nosotros nos divertimos, la pasamos bien, nos queremos, nos gusta la familia que armamos. Por otro lado, si lo miro desde afuera digo ‘guau, hace tantos años que vivís con la misma persona’, es como una locura, qué se yo. Todos nos la pasamos hablando de la monogamia, de la poligamia, nos hacemos muy los progres, pero yo no sé qué pasaría si viene Dalia un día y me dice que estuvo con otro tipo. No sé. Hoy yo no siento que me quisiera menos por estar con otra persona, pero tampoco sé si me pondría contento cuando me lo cuente.

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