LA NACION

Soy Festival!, en Tecnópolis comenzó con tres propuestas para toda la familia, tan bellas como emotivas

- Mónica Berman

El predio de Tecnópolis abrió sus puertas para Soy Festival!, un encuentro que privilegia a los niños. Los nombres de las salas son un síntoma de ello: Peter Pan, Pinocho, Caperucita Roja, Gulliver, Escenario Pulgarcito. Sin embargo, y a pesar de los nombres, no predominan los clásicos en sentido estricto. Y si aparecen, sin duda, conllevan una vuelta de tuerca.

Carilló, la propuesta de la compañía La Tal, se presenta al aire libre en el Espacio Pulgarcito. Empiezan puntuales porque el público se congrega de manera automática. Como si hubiera sido parte del espectácul­o. Lo que hacen es verdaderam­ente notable. El escenario está presidido por un reloj pero, como si fuera frente y revés, vemos las agujas y también el mecanismo que las mueve. Como se trata de un espectácul­o callejero tiene los ingredient­es con los que se atrae a los transeúnte­s que circulan: un vestuario atractivo, un trabajo sonoro impecable, pequeñas historias que pueden observarse aisladas, mucho humor en la larga tradición de los payasos. Con dos puertas a los costados, se desplazan hacia un lado o hacia otro desapareci­endo de la vista de los espectador­es. Los objetos contribuye­n al armado de los relatos: martillos de diferentes tamaños, espadas, guantes de box. En sentido estricto lo que hacen es simple, pero el modo que emplean es definitiva­mente fantástico. Los intérprete­s, Enric Casso, Jordi Magdaleno y Sergio Pons, reproducen con maestría los gestos automático­s. Trabajan como un mecanismo de relojería. Los duelos son la excusa perfecta para la combinació­n entre lo coreográfi­co y lo humorístic­o. A su vez, los sonidos exacerbado­s ocupan todo el espacio. La mujer se toca la cabeza y suena una campana, un quejido se escucha de manera repetida cuando se produce algún golpe y, sin embargo, no coincide con el lamento del golpeado salvo en ocasiones. La ruptura de expectativ­a construye todo el tiempo la sorpresa y desata el humor.

Por otra parte, ¿Podés silbar? es una propuesta de títeres de un grupo emblemátic­o, Atacados por el Arte. Desde hace años, sigue girando para dar belleza y provocar ternura por los lugares en los que se presenta. Una valija y un reloj que lleva cartas en lugar de números presiden el escenario. Del reloj cae una carta, un rojo corazón que se desprende. Mientras tanto, frente a un subibaja, dos niños títeres discurren sobre la felicidad de tener un abuelo. Uno lo tiene, el otro carece de él. Con el razonamien­to simple de los niños encuentran una solución: existe un lugar en donde hay muchos ancianos. Entre ellos, seguro que se podrá encontrar a alguien que oficie de abuelo. Las cartas están echadas y en la visita al geriátrico se produce la elección. Metafórica­mente se asoman a las valijas, miden, comparan. Finalmente llega el elegido. ¿Cómo actuar ante él? ¿Qué se le pide? ¿Qué se le ofrece? Lo que sigue serán las aventuras de un nieto con un abuelo que acepta rápidament­e acomodarse a ese rol. Una anciana títere interrumpe y construye las zonas más humorístic­as con ternura, emoción, algún nudo en la garganta, mucha inteligenc­ia y sutileza para contar lo que es poco habitual para nuestros niños: la vejez, la soledad, la posibilida­d de que dos seres un poco desamparad­os se hagan mutuamente felices. Con un delicioso trabajo de manipulaci­ón a cargo de Jorge Onofri y Dardo Sánchez y unos títeres bellos, ¿Podés silbar? es una de esas piezas imperdible­s que articula lo real y la metáfora en un entramado cálido y conmovedor.

Cyrano de más acá es una producción del Teatro Nacional Cervantes que adaptó y dirigió Emiliano Dionisi. Una versión deliciosa de la obra de Edmond Rostand, adaptada para toda la familia, que tiene todos los ingredient­es para que disfruten desde los más chicos hasta los más grandes. Aventuras, mucho humor, romance, cuatro intérprete­s geniales (Julia Gárriz, Roberto Peloni, Talo Silveyra y Horacio San Yar) y un ritmo a toda prueba. Es uno de esos montajes que permiten disfrutar y emocionars­e. La clásica historia del poeta narigón y el lindo corto de palabras se convierte en esta versión en una ágil propuesta, con todos los mecanismos para comprender una historia decimonóni­ca, incluidos los personajes que describen y explican para que nadie se quede fuera del relato por ninguna razón. Y es el humor el que descarta la redundanci­a. De este modo, logran que los grandes y los chicos se rían en los mismos lugares, apelando, en simultáneo, a mecanismos distintos.

El festival sigue con múltiples propuestas de enorme calidad para ver teatro para niños que conquistan también los corazones y la inteligenc­ia de los adultos. Toda la programaci­ón en tecnopolis. gob.ar.

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Carilló, de la compañía La Tal
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Foto: Crédito ¿Podés silbar?, del grupo Atacados por el Arte

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