LA NACION

Se llamaba El Temblor y ahora está corcoveand­o en el cielo

- Ñaró Uribe

“Medio sol quedó tapau, dando la mala noticia, en todo el país fue primicia, la muerte de un reservau”.

Cuando una figura famosa se va de este mundo, los medios de comunicaci­ón se hacen eco de la congoja y del dolor que embarga al público en general, pero cuando “el famoso” que ya no está se trata solo de un caballo, a casi nadie se le mueve un pelo, salvo a quienes sentimos un orgullo profundo y amamos la tradición.

Aquí expresamos nuestro más sentido homenaje a un reservado de las jineteadas que el 3 de diciembre pasado, luego de un soberbio despliegue de bravura defendiend­o su lomo contra un jinete que trataba de quedarse montado, “cayó en su ley” víctima de un infarto en el campo de doma de Capitán Sarmiento en la provincia de Chubut. Era un “zarco” de ojos claros, se llamaba “El Temblor” y tenía dos pelajes, algunos le decían el tobiano, otros lo considerab­an overo y fue unos de los reservados más famosos de la última década, al punto tal que hasta llegaron a compararlo con el legendario “Zorro de Cascallare­s”, aunque acá y sin entrar en la porfía ni quitarle ni un poquito de valor a mi respetuoso testimonio, creo que como “El Zorro” no volverá a aparecer ningún caballo en toda la historia de las jineteadas. La comparació­n podría estar en que “El Pollo de Madariaga”, sin ser tan “volteador” como el de Micaela Cascallare­s, era uno de los pingos más vistosos que se hayan visto, los que corcovean y se abalanzan allá arriba y pa’ adelante, sin abusar del remolino y no caerse casi nunca, de esos que yo sabía llamar “los que siempre ofrecen premio”.

Llegó a los pagos de General Madariaga –donde terminó sus días– de la mano del tropillero Oscar “Cacho” Aldaz que lo compró en Chascomús allá por 2003, alargando de esa manera la vida del animal y salvándolo con toda seguridad de un final de “tacho”, ese destino trágico que sufren muchos yeguarizos porque son mañeros, difíciles de amansar o no se prestan para el trabajo de campo y son sacrificad­os en los mataderos de los frigorífic­os.

En su raid de corcovos, recorrió casi 200.000 kilómetros e intervino en más de 150 jineteadas –en su gran mayoría “Montas Especiales” y “Broches de Oro”– desde Salta hasta Río Gallegos en las que lo montaron casi todos los mejores. Orlando Orozco, Javier Echevegure­n, El Chueco Ferreyra, Ramón Córdoba, Joaquín Ostheguy, Luis Pratula, entre los tantos que “lo anduvieron”, y los que no tuvieron tanta suerte. Pero quiero destacar especialme­nte a dos jinetes que lo disfrutaro­n, a Tati Giménez, de Carmen de Areco, y aquella monta inolvidabl­e cuando colgado de los estribos pero sin soltar las riendas aguantó los corcovos y volvió a sentarse en los bastos para terminar la faena, y Diego Borda, quien más veces lo montó e hizo rendir, brindando espectácul­os formidable­s. Por esos recovecos que tiene la vida, fue el último en jinetearlo aquel desgraciad­o domingo de diciembre.

De vuelta en la chacra de General Madariaga donde pasó gran parte de su vida, cubierto por una bandera argentina y en un gran sarcófago, fue despedido en una ceremonia inusual por una multitud de paisanos y vecinos.

“Se jue para un largo viaje, la paisanada está de duelo, entre abalanzos y corcovos, El Temblor partió pa’l cielo .... ” verseaba el payador surero.

 ?? El mensajero de la costa ?? El Temblor, en plena acción
El mensajero de la costa El Temblor, en plena acción

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