LA NACION

Erlend Øye, el chico más pálido del mundo con corazón gitano Trayectori­a

El músico noruego integrante de Kings of Convenienc­e y The Whitest Boy Alive habló sobre el espíritu nómade que define sus proyectos poco antes de presentars­e en el Teatro Ópera

- Catalina Greloni Pierri

Flaco, alto y desgarbado, con pelo largo, rubio y ojos claros que se ocultan detrás de unos lentes de pasta enormes, el nórdico de 42 años parece salido de una película de Wes Anderson. Erlend es el fundador de Kings of Convenienc­e –junto al guitarrist­a y vocalista Erik Glambek Bøe–, la banda neofolk de guitarras con la que inició su carrera artística hace casi 20 años y visitó Buenos Aires, en 2011, para dar dos conciertos en San Telmo. “Tengo un gran recuerdo de las presentaci­ones en La Trastienda y el festival Music Wins, en 2014, donde hubo muy buena conexión con la gente y se sabían las canciones. Como sucedió en Córdoba, en el Quality Teatro, los argentinos son una audiencia muy entusiasta que solo puede compararse con el público mexicano”, dijo Øye, en diálogo con la nacion, horas antes de su presentaci­ón anoche en el Teatro Ópera Bis. Su show forma parte de una gira acústica de guitarra y ukelele que lo llevará por Chile, Colombia y México, acompañado de tres músicos sicilianos que conoció en Siracusa, ciudad en la que reside hoy. “Nunca habíamos tocado juntos profesiona­lmente, pero al estar libres como yo y no tener una familia a la que deben regresar podemos viajar a distintos países, durante mucho tiempo. Nos pareció que era el momento indicado para hacerlo y poder tocar así, a lo gitano. En el aeropuerto, en la calle, para amigos y para desconocid­os”, expresó entusiasma­do.

Inquieto y prolífico, cuando el músico cosmopolit­a estaba en su mejor momento con Kings of Convenienc­e y viviendo en Berlín, en 2003 lanzó The Whitest Boy Alive, un proyecto paralelo de electro pop bailable y funky con el que editó los discos, Dreams (2006) y Rules (2009). Luego, diez años más tarde, decidió abandonar la banda por padecer un trastorno auditivo conocido como tinnitus y no poder tocar en vivo a ese volumen por el peligro de quedarse sordo. “No me importan tanto los géneros musicales, sino que doy más importanci­a a la calidad compositiv­a, a las letras”, comenta el noruego cuando se le pregunta acerca de la simultanei­dad y del sonido de sus proyectos.

Mientras su par noruego Erik estudiaba para recibirse de psicólogo y no podía irse de gira con los Kings, Erlend sentía la necesidad de viajar y tocar en vivo, por lo que editó su primer disco solista, Unrest, y el set DJ Kicks, con remixes de Phoenix, The Rapture y sus compatriot­as Royksopp.

Amante de la naturaleza, se describe a sí mismo como un nómade con corazón errante. Vivió en Noruega, Alemania, Chile y actualment­e reside en Siracusa, en Italia. Este estilo de vida inspiró su último disco, Legao (todo bien, en portugués), editado hace cuatro años junto a la banda de reggae islandesa Hjalmar, que compuso en Italia, con pátinas folk y reminiscen­cias a Fleetwood Mac. “Perdí a mis padres hace varios años y mis amigos de Bergen, Santiago y Berlín, se transforma­ron en mi nueva familia. Por lo tanto, dónde y cómo escribo se transformó en algo arbitrario, porque siempre estoy en viaje. Cuando estoy con ellos, sin importar dónde sea, estoy en mi hogar”, consideró.

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De mayda Un noruego indie suelto por América Latina

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