El arma secreta de la gobernadora para encarar las paritarias
Cómo se cambia la cultura de una época? Una respuesta posible: con decisión política, férrea. Otra, con datos. En la provincia de Buenos Aires, ambos caminos están en juego en la estrategia que María Eugenia Vidal despliega hoy para dirimir quién se queda con el gobierno del sistema educativo bonaerense: si el ejecutivo provincial o los sindicatos docentes.
Por un lado, su voluntad de dar batalla es continuidad de una “batalla cultural”, como insiste el ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro, que se da a nivel nacional en pos de devolverle al Estado el rol de defensor de los intereses comunes y arrinconar a los sindicatos en su papel de defensores de beneficios meramente corporativos. Para ganar una guerra, hay que construir un “malo”. En ese sentido, las paritarias docentes modelo 2018 no son rituales trillados de mesas paritarias que se repiten desde hace años: paro docente sostenido, gobiernos doblegados. Vidal pretende hacer lo que los gobiernos peronistas o kirchneristas que se sucedieron en la provincia no pudieron hacer: plantarse con efectividad ante los sindicatos docentes. Gobernar el sistema educativo, en definitiva.
Desde 2002 hasta 2017, en la provincia de Buenos Aires con cada paritaria, y aun antes de que existieran, hubo paros, con la excepción de 2015, cuando las elecciones nacionales disciplinaron a los principales sindicatos docentes provinciales.
Aunque con el macrismo en el poder los sindicatos volvieron al paro, la lógica paritaria ha cambiado rotundamente. Por un lado, porque el desmantelamiento de la paritaria nacional impulsada por el Gobierno dejó en claro que la pretensión de legitimidad incuestionable que se atribuye el sindicalismo docente no es algo que inquiete demasiado al macrismo. Además, porque buena parte de los votantes de Cambiemos no eligen la escuela pública y el paro docente no los afecta. En ese sentido, Cambiemos está blindado.
El macrismo, en cambio, sí está atento a los resultados educativos. Y en ese punto la provincia de Buenos Aires después de décadas de peronismo y sindicalismo docente con vocación de paro tiene problemas educativos profundos.
Ese panorama da legitimidad a la estrategia de Vidal en su puja con los gremios docentes. Como lo resuelve la brutalidad del universo paralelo de Twitter: la bella versus la bestia.
Es ahí entonces que a la vocación de Vidal de disputar el poder educativo se le suman los datos. Por un lado, Vidal, con esa envergadura comunicativa que irrita a la oposición y despierta el amor entre sus votantes, moldea la conversación pública en torno a la educación. Por el otro lado, el arma secreta más poderosa con la que cuenta Vidal en la puja educativa de los últimos meses: su ministro de Educación, Gabriel Sánchez Zinny, dedicado, entre otras cosas, a algo muy puntual: recabar datos.
Con cifras de todo tipo, Sánchez Zinny viene desplegando una política “transaccional” de intercambio de soluciones que los actores del sistema, el gremialismo incluido, le reconocen. Y esto es central: la estrategia de Vidal y su ministro pone sobre la mesa datos que en esta Argentina con déficits estadísticos ningún gobierno antes pudo exhibir a la hora de negociar con los gremios y ganarles la parada. Por ejemplo, las tasas de ausentismo que ocupan el centro de la escena en la negociación paritaria de este año, y la pérdida económica que implica o el premio económico que podría representar para los docentes si se pudiera reducir.
La gestión de Sánchez Zinny dice haber detectado que la tasa de ausentismo bonaerense es del 17%, con un promedio de 117.343 licencias mensuales otorgadas en 2017. Esa tasa de ausentismo, sostienen desde el ministerio, le cuesta a la provincia $19.000 millones.
Los datos de ausentismo son un punto de partida. Requieren ser precisados y también comparados con otras ramas de la actividad para determinar su gravedad real. Según la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) elaborada por el Ministerio de Trabajo a 2015 en el sector de la construcción, por ejemplo, el porcentaje de trabajadores ausentes al menos un día al mes fue de 19,8%, similar a la del sector industrial.
Los datos abundan en la gestión de Sánchez Zinny y acompañan decisiones, algunas polémicas. El ministro ve la educación como una gestión de recursos finitos. El presentismo, aunque también apunta a asegurar un mejor proceso de aprendizaje, está motivado centralmente por el ahorro y destinado a compensar salario sin impactar en la inflación.
Esta estrategia basada en datos está dando resultados: los gremios no han puesto hasta ahora la amenaza del paro sobre la mesa y el ítem del presentismo parece haber llegado para quedarse. Pero si se trata de hacer historia en la transformación educativa del distrito escolar más grande del país, está claro que doblegar sindicatos no es lo mismo que contar con una política educativa. Disciplinar sindicatos es una cosa. Mejorar estructuralmente el sistema educativo bonaerense es otra.