Mardel, inesperado termómetro social
Resulta inevitable experimentar cierto degradado déjà vu al observar la escena: una fila de caras sufrientes y humildes, que vienen de una estoica espera, ansía el momento mágico en que tomarán sus datos antes de extenderles un rudimentario salvoconducto que les garantizará tan solo un momento de efímera felicidad.
Pero todo es bastante más desangelado si se compara con Eva Perón, a mediados del siglo pasado, en medio de su teatralizada acción social personalizada, tan fotografiada y filmada, que dejaría una huella indeleble en el recuerdo popular.
En su lugar, está el veterano y cero carismático intendente de Mar del Plata, Carlos Arroyo, en el centro de una larguísima mesa, escoltado de ambos lados por sendas hileras de empleados municipales que lo imitan en el ritual de recibir a la gente.
Hace calor. El techo del polideportivo de la Ciudad Feliz funciona como una pantalla térmica que irradia hacia adentro parte de las altas temperaturas de días atrás.
En las tribunas circundantes hay unas cuatro mil personas, algunas con evidentes signos de fatiga porque muchas hicieron cola fuera del estadio desde la noche anterior, sin importarles el chubasco con vientos, truenos y relámpagos que los sorprendió.
¿Qué acontecimiento extraordinario sucede allí como para producir tamaña movilización? Se repartirán 35.000 tickets –gratis a los residentes, con 50% de descuento a los turistas– para La Noche de los Teatros y la Recreación, un evento que le asegura vidriera a la Municipalidad de General Pueyrredón en los noticieros televisivos y hasta en la portada de un par de diarios.
Para el jefe comunal es pura ganancia: las 35.000 entradas son una “contraprestación” (dirá Carlos Rottemberg, el principal empresario teatral del balneario, que celebra sus 40 años de temporadas en la costa) que facilitan las salas de la zona por el valor de algunos impuestos y tasas que se les pretende cobrar, tema que ahora está cajoneado, pero que podría revivir como el monstruo de Frankenstein en cuanto los focos de los medios dejen de apuntar hacia Mar del Plata.
Arroyo, una suerte de Donald Trump en miniatura por su predilección en protagonizar un blooper tras otro y por su extremo aislamiento político –si bien ganó con la boleta de Cambiemos, Macri y Vidal no le dieron ni la hora cuando pasaron por la ciudad–, ahora se volvió cismático y amenaza con ir por su reelección, aun cuando la gobernadora se paseó por la costa con Guillermo Montenegro, que es a quien desean ver sentado en el sillón de Arroyo desde diciembre del año próximo.
“Mi única obligación –contraatacó el jefe urbano al diario La Capital–es con los 180.000 mar platenses queme vota ron, con nadie más. Ni siquiera con un partido político” (teléfono para Cambiemos). Y en un plano más metafísico agregó: “El único que puede disponer sobre mi destino está muy arriba, no son seres humanos y no están en el Gobierno”. No aclaró si hablaba de Dios, de extraterrestres o de algún otro fenómeno cósmico. A estas alturas ya sería más cómico que cósmico.
El relativo alivio que Mar del Plata experimenta este verano –más turistas, más consumo, mejor conectividad aérea y ferroviaria, descuentos sustanciales en ómnibus, restaurantes y espectáculos– no es fruto de políticas implementadas por Arroyo. “Vidal construyó esta temporada”, afirman con convicción desde su entorno. Con meses de antelación, la gobernadora articuló acciones entre el sector público y el privado, tomó parte de sus vacaciones en esa ciudad (en su transcurso se anotó el golazo de salir airosa de un escrache de guardavidas) y lanzó una importante campaña de difusión para reposicionar al balneario.
“Esta será la primera de muchas buenas temporadas”, asegura uno de sus más estrechos colaboradores.
El clima también colaboró (hace años que el tiempo no estaba tan estable) y al desborde de gente en Carnaval, esperan que se sume como gran broche de oro de la temporada la Semana Santa “XL” (Rottemberg,
Vidal apuntó allí y su estrategia rinde frutos: es un público popular el que volvió a veranear
dixit) con sus cinco días consecutivos de descanso (ya que se agrega el feriado del lunes 2 de abril), que seguramente volverá a atraer multitudes hacia la costa.
Con aproximadamente un 5% de turistas más que en la temporada anterior, con taquillas teatrales que ya superan las mustias de los veranos de 2016 y 2017, y que se encaminan a empatar las de 2015, con restaurantes y hoteles más llenos, Mar del Plata funciona como un informal termómetro social de lo que empieza a suceder en los sectores más populares de la población, que son los que visitan mayoritariamente esta ciudad: una reactivación suave, pero consistente, muy lejos de los cálculos agoreros y alarmistas sostenidos por el kirchnerismo y la izquierda.
Hubo menos inseguridad, más playas públicas y la puesta en marcha de un plan integral de renovación urbana –el asfalto de las calles está maltrecho– que abarcará la reforma del microcentro, nuevas plazas, obras hídricas, un centro comercial a cielo abierto y más. Vidal puso el ojo sobre Mar del Plata y parece que no es solo un romance de verano.