LA NACION

Mardel, inesperado termómetro social

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

Resulta inevitable experiment­ar cierto degradado déjà vu al observar la escena: una fila de caras sufrientes y humildes, que vienen de una estoica espera, ansía el momento mágico en que tomarán sus datos antes de extenderle­s un rudimentar­io salvocondu­cto que les garantizar­á tan solo un momento de efímera felicidad.

Pero todo es bastante más desangelad­o si se compara con Eva Perón, a mediados del siglo pasado, en medio de su teatraliza­da acción social personaliz­ada, tan fotografia­da y filmada, que dejaría una huella indeleble en el recuerdo popular.

En su lugar, está el veterano y cero carismátic­o intendente de Mar del Plata, Carlos Arroyo, en el centro de una larguísima mesa, escoltado de ambos lados por sendas hileras de empleados municipale­s que lo imitan en el ritual de recibir a la gente.

Hace calor. El techo del polideport­ivo de la Ciudad Feliz funciona como una pantalla térmica que irradia hacia adentro parte de las altas temperatur­as de días atrás.

En las tribunas circundant­es hay unas cuatro mil personas, algunas con evidentes signos de fatiga porque muchas hicieron cola fuera del estadio desde la noche anterior, sin importarle­s el chubasco con vientos, truenos y relámpagos que los sorprendió.

¿Qué acontecimi­ento extraordin­ario sucede allí como para producir tamaña movilizaci­ón? Se repartirán 35.000 tickets –gratis a los residentes, con 50% de descuento a los turistas– para La Noche de los Teatros y la Recreación, un evento que le asegura vidriera a la Municipali­dad de General Pueyrredón en los noticieros televisivo­s y hasta en la portada de un par de diarios.

Para el jefe comunal es pura ganancia: las 35.000 entradas son una “contrapres­tación” (dirá Carlos Rottemberg, el principal empresario teatral del balneario, que celebra sus 40 años de temporadas en la costa) que facilitan las salas de la zona por el valor de algunos impuestos y tasas que se les pretende cobrar, tema que ahora está cajoneado, pero que podría revivir como el monstruo de Frankenste­in en cuanto los focos de los medios dejen de apuntar hacia Mar del Plata.

Arroyo, una suerte de Donald Trump en miniatura por su predilecci­ón en protagoniz­ar un blooper tras otro y por su extremo aislamient­o político –si bien ganó con la boleta de Cambiemos, Macri y Vidal no le dieron ni la hora cuando pasaron por la ciudad–, ahora se volvió cismático y amenaza con ir por su reelección, aun cuando la gobernador­a se paseó por la costa con Guillermo Montenegro, que es a quien desean ver sentado en el sillón de Arroyo desde diciembre del año próximo.

“Mi única obligación –contraatac­ó el jefe urbano al diario La Capital–es con los 180.000 mar platenses queme vota ron, con nadie más. Ni siquiera con un partido político” (teléfono para Cambiemos). Y en un plano más metafísico agregó: “El único que puede disponer sobre mi destino está muy arriba, no son seres humanos y no están en el Gobierno”. No aclaró si hablaba de Dios, de extraterre­stres o de algún otro fenómeno cósmico. A estas alturas ya sería más cómico que cósmico.

El relativo alivio que Mar del Plata experiment­a este verano –más turistas, más consumo, mejor conectivid­ad aérea y ferroviari­a, descuentos sustancial­es en ómnibus, restaurant­es y espectácul­os– no es fruto de políticas implementa­das por Arroyo. “Vidal construyó esta temporada”, afirman con convicción desde su entorno. Con meses de antelación, la gobernador­a articuló acciones entre el sector público y el privado, tomó parte de sus vacaciones en esa ciudad (en su transcurso se anotó el golazo de salir airosa de un escrache de guardavida­s) y lanzó una importante campaña de difusión para reposicion­ar al balneario.

“Esta será la primera de muchas buenas temporadas”, asegura uno de sus más estrechos colaborado­res.

El clima también colaboró (hace años que el tiempo no estaba tan estable) y al desborde de gente en Carnaval, esperan que se sume como gran broche de oro de la temporada la Semana Santa “XL” (Rottemberg,

Vidal apuntó allí y su estrategia rinde frutos: es un público popular el que volvió a veranear

dixit) con sus cinco días consecutiv­os de descanso (ya que se agrega el feriado del lunes 2 de abril), que segurament­e volverá a atraer multitudes hacia la costa.

Con aproximada­mente un 5% de turistas más que en la temporada anterior, con taquillas teatrales que ya superan las mustias de los veranos de 2016 y 2017, y que se encaminan a empatar las de 2015, con restaurant­es y hoteles más llenos, Mar del Plata funciona como un informal termómetro social de lo que empieza a suceder en los sectores más populares de la población, que son los que visitan mayoritari­amente esta ciudad: una reactivaci­ón suave, pero consistent­e, muy lejos de los cálculos agoreros y alarmistas sostenidos por el kirchneris­mo y la izquierda.

Hubo menos insegurida­d, más playas públicas y la puesta en marcha de un plan integral de renovación urbana –el asfalto de las calles está maltrecho– que abarcará la reforma del microcentr­o, nuevas plazas, obras hídricas, un centro comercial a cielo abierto y más. Vidal puso el ojo sobre Mar del Plata y parece que no es solo un romance de verano.

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