El Parlamento que lo recibe, entre el campo de debate y el de batalla
El oficialismo sumó legisladores, pero aún depende del peronismo; una agenda sin conflicto
El despacho que ocupó Sergio Massa hasta diciembre en Diputados, una codiciada oficina del primer piso del Palacio, pegada al del presidente de la Cámara, Emilio Monzó, cobija desde hace algunas semanas al salteño Pablo Kosiner, jefe del interbloque Argentina Federal y del Bloque Justicialista, y dirigente cercano al gobernador Juan Manuel Urtubey.
La mudanza contiene una de las claves del Congreso que encontrará Mauricio Macri el jueves: en minoría en las dos cámaras, el oficialismo está obligado a reforzar el vínculo con los gobernadores del PJ para dejar atrás las tensiones que marcaron el cierre del último año legislativo.
A excepción de debates transversales y de desarrollo incierto, como el de la legalización del aborto, Cambiemos no podrá sancionar ninguna ley sin el respaldo de una buena parte de los mandatarios peronistas.
En medio de los intentos de reunificación que atraviesan al PJ, será decisiva la conquista de los votos de los diputados y senadores de las bancadas del justicialismo no kirchnerista.
Pero esa no será la batalla de fondo: lo que en realidad se pone en juego este año en el Congreso es si será un mero ámbito de discusión de proyectos de ley o un campo de batalla entre el oficialismo y la oposición.
En cualquier escenario, la relevancia del peronismo no kirchnerista es clara. En la Cámara de Diputados, donde se requiere una mayoría de 129 para iniciar las sesiones, el oficialismo cuenta con un interbloque de 108 miembros.
En la vereda de enfrente, el Frente para la Victoria (FPV) maneja 64 diputados. Por la avenida del medio, transitan el interbloque Argentina Federal, de 33 integrantes, y el Frente Renovador, de 17. En el Senado, donde la mayoría es de 37, el oficialismo consolidó un interbloque de 25, el mismo número que maneja el Bloque Justicialista, mientras que el FPV cuenta con 8 bancas.
El escenario se complica más para el oficialismo si se tiene en cuenta que el respaldo de los gobernadores del PJ no siempre se traduce en votos en el recinto. El debate de la reforma previsional operó como una advertencia para la Casa Rosada: solo cinco mandatarios peronistas aportaron el apoyo de todos sus diputados.
Al tanto de esas limitaciones, el oficialismo optó por bajar las expectativas. A diferencia de lo que pasó en el final del año pasado, cuando el Congreso se convirtió en escenario de debates que parecían definir el destino del Gobierno, el año legislativo que comienza no incluirá proyectos del Poder Ejecutivo en los que la Casa Rosada juegue a fondo.
Cambiemos intentará que el Congreso tenga juego propio, con una agenda políticamente descafeinada, pero de interés para los legisladores y para la sociedad. En la cabeza de las espadas legislativas del oficialismo figuraban la actualización de las leyes antidiscriminación y de VIH.
El debate sobre la legalización del aborto irrumpió de pronto y amenaza con acaparar toda la atención. Los temas institucionales, como la reforma del Consejo de la Magistratura, solo avanzarán si hay consenso.
Desde la perspectiva de la oposición, en especial del FPV, el Congreso debe mantener los debates económicos como eje ordenador. Las discusiones como las que se dieron en la reforma previsional son un aglutinante natural del peronismo y pueden contribuir a la construcción de un frente electoral en 2019, piensa la senadora Cristina Kirchner y su referente en Diputados, Agustín Rossi.
El kirchnerismo espera, de hecho, que las batallas parlamentarias de este año tracen los contornos de un espacio peronista que pueda derrotar al oficialismo en las urnas. Para apreciar ese peligro al oficialismo le bastó una imagen: el abrazo de diputados del kirchnerismo y del Frente Renovador, tras el fracaso del primer intento por aprobar la reforma laboral. El Gobierno hará todo lo necesario para que esa foto no se vuelva a repetir.