El compromiso de los adultos, la clave para enfocar el fenómeno
En los últimos años, varios países europeos documentaron que el bullying es un fenómeno que ocurre en el jardín de infantes. Sorprende que un chico de cuatro o cinco años lo ejerza. La neurociencia social, sin embargo, demostró que, a esa edad, los niños cuentan con habilidades sociales sofisticadas. Son capaces de comprender intenciones ajenas, colaborar con otros, engañar, convencer y hostigar.
La forma más común de bullying en preescolar es el aislamiento, el rechazo. Imaginemos un aula en la que 25 chicos comparten juegos, invitaciones y cumpleaños. Uno de ellos es rechazado. Una y otra vez. El fenómeno no termina allí. Entre los que rechazan sistemáticamen- te, existen dos o tres que lo hacen de manera explícita, en el contexto de cierto liderazgo: los victimarios. Otros 20 son testigos silenciosos. Les parece injusto lo que pasa, pero tienen miedo de actuar de manera diferente. El fenómeno está instalado.
¿El problema son los chicos? Definitivamente, no; somos los adultos. Todo país que logró reducir la prevalencia del bullying en las escuelas trabajó con los adultos involucrados (padres y docentes). Los educó sobre la base de conceptos vinculados a la responsabilidad social. El bullying es un acto de transgresión a normas tácitas de convivencia que hemos construido con esfuerzo y no ocurre en los contextos en los que los adultos son moral y empáticamente responsables.
Michael Tomasello, autoridad en el estudio del desarrollo de la conducta social, sostiene que los humanos nacemos con la tendencia a ser altruistas y que la perdemos a medida que crecemos. El llamado bystandereffect –el efecto del que pasa por al lado– nos lleva a modelar en los chicos conductas poco altruistas. Implica que, en grandes comunidades, si una persona ve a otra que necesita algo, probablemente siga de largo pensando que alguien más lo ayudará. Frente al bullying, el pasar por al lado deja cumpleaños vacíos, chicos sin programa los viernes, lágrimas en los ojos y mentiras blancas.
El bullying puede (suele) ocurrir en el jardín de infantes. Los adultos somos los responsables de su ocurrencia (tenemos que educar mejor), de su sostenimiento (tenemos que hacer algo) y de su incremento (debemos tener tolerancia cero a las agresiones entre pares). Cero. Si no hacés nada, sos parte. La responsabilidad es de todos.