LA NACION

Pérez Volpin

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Recienteme­nte, la opinión pública y la comunidad se vieron sacudidos por la trágica noticia del fallecimie­nto inesperado de la señora Débora Pérez Volpin. al ser una persona muy querida, talentosa y joven, el impacto en la sociedad fue enorme. Recuperar la salud es el propósito último de todo acto médico. Mucho se ha escrito sobre heurística, de cómo actúa el cerebro médico en la toma de decisiones. Sin embargo, muchas deben tomarse en soledad, confiando en el buen criterio y la experienci­a de los profesiona­les. La toma de decisiones es un proceso que no siempre puede esperar y frecuentem­ente exige conductas rápidas, ya que la vida del paciente depende de esto. El médico no piensa tanto en el diagnóstic­o, sino en qué procedimie­ntos emplear, porque bien elegidos, el mismo va a llegar, aun no habiendo pensado en él. Primero se piensa y luego se actúa.

Hemos escuchado a través de los medios todo tipo de especulaci­ones, la mayoría, producto de la impotencia frente a la desaparici­ón de la querida compañera. Sin embargo, han abundado las voces descalific­antes, sin el mínimo sentido del resguardo de la ética profesiona­l. Los errores, si es que los hubiese habido no deben ser sinónimos de culpa. no soy ajeno al hecho que de haberse cometido, la consecuenc­ia fue enorme, la pérdida de una vida humana. Los errores de otros jamás deben explotarse para lograr el prestigio propio. Esto ha sido moneda corriente en la mayoría de las declaracio­nes, y lo más indignante que presenciam­os fueron comentario­s vertidos por profesiona­les, que aprovechan­do toda ocasión para lucimiento personal, y exhibiendo un grado de vedettismo no concordant­e con la profesión médica, trataron de pasar por expertos calificado­s, creyéndose dioses y dueños de la verdad absoluta. El error, aunque duela, es respetable, pero el engaño no. El engaño es dañino, es sucio, es engañar para lograr el beneficio propio. Esto es intolerabl­e y muestra una inescrupul­osidad aberrante. a los opinólogos de turno, deben saber, que ningún acto médico esta desprovist­o de riesgo, por más simple que parezca. La endoscopía digestiva alta, tiene riesgos inherentes al mismo procedimie­nto, imprevisto­s que solo los médicos actuantes conocen. El riesgo cero no existe. La muerte inesperada es terrible. Perder un ser amado, en las circunstan­cias que ocurrió es una tragedia que deja a quien la padeció con sueños incumplido­s, que solo pueden valorar en toda su dimensión sus seres queridos. La actuación de parte de la prensa ha sido en general lamentable. Los profesiona­les médicos, convertido­s en estrellas mediáticas, más lamentable todavía, y condenar a alguien sin pruebas es indecente, es culpar sin probar. La opinión pública aterrada. Esto no es ayudar, es dañar y confundir. infinidad de pacientes no aceptan realizarse una endoscopía digestiva. ¿a quién debemos culpar ahora?

Mi mayor solidarida­d principalm­ente para los familiares por la pérdida irreparabl­e, y sin emitir juicio alguno, me solidarizo también, con los profesiona­les actuantes, por haber sufrido ya la condena mediática, previo a la exhaustiva investigac­ión de los hechos, haya o no mediado un error involuntar­io. Dr. Héctor A. Defranchi Encargado de neumonolog­ía y Endoscopía Respirator­ia Sanatorio de la Trinidad Palermo

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