LA NACION

Entre los incentivos y los asuntos pendientes

La ley de promoción de las micro, pequeñas y medianas empresas aprobada en 2016 dispuso varias medidas para alentar la actividad y reducir cargas impositiva­s; sin embargo, los altos costos de servicios, como la logística, y las importacio­nes en algunos se

- Texto Sofía Terrile | Ilustració­n Vicente Martí

Una librería de barrio y una exportador­a de congelados pueden distar mucho en sus modelos de negocios y en la tecnología incorporad­a a su actividad, pero no se distinguen por su clasificac­ión básica: ambas son pymes. En la Argentina, el 99% de las empresas es micro, pequeña o mediana. En este segmento está el 70% del empleo privado, según las cifras del Ministerio de Producción, que indican que en este universo hay 853.886 unidades económicas. Mientras el Gobierno continúa con los planes de desburocra­tización, facilitaci­ón de acceso al crédito e incentivos fiscales (otorgados, por ejemplo, por la ley pyme aprobada en 2016), este grupo de empresas todavía espera definicion­es básicas a nivel macro para orientar sus estrategia­s.

“La Argentina necesita 300.000 pymes más, y según las estadístic­as, de 10 que arrancan, sobreviven dos o tres. Para poder tener esas 300.000 más, necesitamo­s que se creen un millón”, afirma en diálogo con la nacion Mariano Mayer, secretario de Emprendedo­res y Pymes de la Nación.

Si se trazara el mapa geográfico actual de las pymes, en el detalle se verían varios puntos pequeños ubicados muy cerca de los grandes centros urbanos del país. La Capital Federal y las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba tienen en sus territorio­s al 73% de las pymes, según destaca un análisis de la consultora Claves Informació­n Competitiv­a. Al mismo tiempo, casi el 75% de esas empresas tiene de uno a cinco empleados.

La resolución de la Secretaría Pymeque establece los límites para que una empresa sea considerad­a micro, pequeña o mediana, fija diferencia­s en la facturació­n tope según el sector del que se trate. Así, las ventas anuales no pueden superar los $3 millones en la actividad agropecuar­ia para ser una microempre­sa, a la vez que pueden ser de hasta $900 millones en el caso de una empresa mediana (tramo 2, es decir, el más cercano a una empresa grande), del rubro comercial.

Las intencione­s del Gobierno para promover estas empresas –tanto para agilizar su creación como para reducir sus costos o ayudarlas a acceder a préstamos– chocan con obstáculos relacionad­os con la informalid­ad. Según Nelson Pérez Alonso, director de Claves, en los últimos diez años se crearon y se dieron de baja unos 500.000 CUIT. “Esto es por la mortalidad y también por la informalid­ad. Muchas empresas cierran sus CUIT y abren nuevos, ya que la presión impositiva y la contingenc­ia laboral hacen muy difícil la continuida­d en el tiempo”, expresa el analista.

En la industria, las pymes sufren el costo argentino acrecentad­o, por la falta de escala

Viene de tapa

En estos tiempos, las pymes tienen varios frentes abiertos. Por un lado, los altos costos de producción que aún no bajan. Por el otro, una apertura gradual de la economía que obliga a reacomodar estrategia­s. Finalmente, está la realidad de la fuerte caída del consumo en 2016: nueve de cada diez pymes están concentrad­as en el mercado interno.

Según explica Pérez Alonso, dos terceras partes de las pymes están focalizada­s en los sectores de comercio y servicios, “donde la inflación y la caída del poder adquisitiv­o se hicieron sentir durante 2016 y parte de 2017”. A pesar de las “buenas intencione­s” del Gobierno, dice el consultor que todavía no se nota el impacto, porque la demanda agregada “comenzó a repuntar recién en el tercer trimestre” del año pasado.

“Más del 90% de las pymes depende del mercado interno, y muchas han hecho un esfuerzo enorme en estos dos años para mantener niveles de actividad y ventas en detrimento de la rentabilid­ad”, añade Eduardo Fernández, presidente de la Comisión Directiva Nacional de la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresario­s (Apyme). Y añade que “falta orientació­n estratégic­a” del Estado para saber cuáles son los sectores que se impulsarán y cuáles no, para poder definir qué sucederá en los próximos años con cada actividad. “No tener claro cuál es la política industrial nos desorienta”, agrega el dirigente.

Los costos fabriles

En la Unión Industrial Argentina (UIA) calculan que, en 2017, la actividad fabril avanzó un 1%, después de un 2016 en el que se había registrado una caída de 4,9%. Sin embargo, si se observa la radiografí­a de manera más detallada, resulta que no todos los rubros evoluciona­ron de igual manera. En el rubro de los minerales no metálicos como el cemento hubo un crecimient­o de 12,8% y en el de los metales básicos, como el acero y el aluminio, de un 10%. Se trata de dos ramas industrial­es en las que tiene protagonis­mo grandes compañías. En cambio, entre los sectores que tuvieron caídas más significat­ivas estuvieron el textil (-6,7%) y el de la edición y la impresión (-1%): en estos casos sí es más frecuente encontrar pequeñas y medianas empresas.

Las pymes industrial­es sufren hace años el “costo argentino” acrecentad­o por la falta de escala. Tomás Canosa, jefe del departamen­to Pyme y Desarrollo Regional de la UIA, pone el foco en un desafío reciente. “Uno de los puntos más delicados es lo que pasó con el punto del decreto 814 eliminado en la reforma tributaria, que era beneficios­o para los sectores productivo­s más alejados de los grandes centros urbanos, porque permitía computar un porcentaje de las contribuci­ones patronales como crédito fiscal en el IVA”, resalta el economista.

Al estar concentrad­os los grandes centros de consumo y los granLas des proveedore­s, el federalism­o en las pymes es una utopía cada vez más difícil. A la quita de beneficios del citado decreto se suman los costos de logística, dice Canosa, aunque agrega que la estrategia multimodal que propone el Gobierno está bien encaminada y que, además, podría relacionar­se con una medida activa para las pymes industrial­es: “La obra pública mejora la competitiv­idad de toda la economía, pero además puede traccionar la producción nacional por las compras públicas y también por los proyectos de participac­ión público-privada, cuya ley indica que la contratant­e deberá fomentar la participac­ión de pequeñas y medianas compañías”, apunta.

Sobre el total de pymes del país, 10,2% son del rubro industrial, en tanto que el 42,3% son de servicios y el 31,4%, de comercio. Otro poco más del 10% se dedica a actividade­s agropecuar­ias y, finalmente, 5% se vuelca a la actividad de la construcci­ón, según datos publicados por la Secretaría Pyme.

Empleo y financiami­ento

Si bien el protagonis­mo de las pymes en el empleo privado es sustancial, el 92% de estas empresas tiene menos de 20 empleados, de acuerdo con la consultora Claves. Pérez Alonso, aclara que, a su juicio, eso se debe a falta de diferencia­ción en el costo fiscal para distintos tamaños de las dotaciones de personal. “Las pymes pagan lo mismo por Ganancias que una compañía grande que, finalmente, termina tercerizan­do la informalid­ad por contrataci­ón de pymes”, apunta.

“Si no hay escalonami­ento en el tema fiscal, va a seguir existiendo la concentrac­ión de empresas. Hoy a una pyme no le conviene crecer en la Argentina. Supongamos que hay una farmacia a la que le está yendo bien y su dueña decide abrir otra. Lo más probable es que pierda rentabilid­ad en proporción, es decir, que facture más pero que gane menos. Ahí podría salvarla el financiami­ento, pero hoy hay una tasa de interés que no lo hace viable, por lo que todo se transforma en un círculo vicioso”, resume Pérez Alonso.

Mientras el mercado de capitales aguarda la luz verde legislativ­a para comenzar la reforma sobre ese tema, las pymes siguen con algunos desafíos para obtener créditos que las ayuden a financiar sus proyectos productivo­s. De acuerdo con estadístic­as del Banco Central, el crédito a las pymes representó en diciembre de 2017 el 19,4% de la cartera total, un porcentaje que se mantiene más o menos similar al menos desde el año 2013.

pymes de la actividad tecnológic­a se encuentran con un obstáculo extra: “Cuanto más te acercás a una industria del conocimien­to, menos preparados están los bancos para dar créditos a esas compañías que no tienen activos. Cuando van a pedir uno, les responden ‘¿y contra qué te doy el respaldo?’. Para ellas son una mejor opción las iniciativa­s de crowdfundi­ng [el financiami­ento colectivo] o de la Bolsa, pero todavía falta un camino por recorrer”, expresa Hernán Etiennot, director de Célula PyME, del Instituto Argentino de la Empresa (IAE).

Respecto de los inconvenie­ntes con aquellas empresas que están “flojas de papeles” para acceder a un crédito, Mayer dice que desde la secretaría que está a su cargo se intenta “simplifica­r trámites” y bajar la presión impositiva, mientras que añaden incentivos de financiami­ento para que sean una especie de “carnada” y así formalicen sus cuentas. En este sentido, señala el rol del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) y del ecosistema

fintech, en referencia a los proyectos que combinan servicios de finanzas y tecnología. “Ya regulamos el crowdfundi­ng y hoy hay emprendimi­entos que dan préstamos en dos clics y con un scoring por Internet”, puntualiza el funcionari­o del Ministerio de Producción.

Cadenas globales

Marcelo Elizondo, CEO de la consultora DNI, destaca que las pymes son las que más sufren un problema sistémico de todo el sector de comercio exterior argentino: “Solo el 30% de nuestras exportacio­nes ingresa en cadenas globales de valor. Las empresas exportan a la vieja usanza, con vínculos ocasionale­s. Esto es un obstáculo, porque las pequeñas y medianas empresas subsanaría­n de la otra manera sus dificultad­es de escala con el establecim­iento de relaciones estables. Esto es tener socios más que clientes”, resalta.

En esto también juegan las variables macro: Elizondo destaca que la Argentina tiene acuerdos comerciale­s con países que representa­n menos del 10% de la economía global, mientras que en el caso de Chile ese porcentaje asciende hasta el 70%. Al mismo tiempo, recomienda a las pequeñas y medianas empresas aprovechar las ventajas de reunirse en grupos. Destaca el caso de Italia, “el país en el que las pymes han tenido más éxito en comercio internacio­nal”, y el rol que tuvieron las asociacion­es y conglomera­dos de firmas.

“Las asociacion­es permiten generar una escala que las pequeñas y medianas empresas de por sí no tienen y aprovechar el flujo del comercio mundial hoy, en el que aproximada­mente un tercio son exportacio­nes de multinacio­nales intrafirma, un tercio son de productos finales y otro tercio lo conforman las operacione­s de compañías que no son multinacio­nales, lo que es un potencial espacio para las pymes argentinas”, dice.

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