LA NACION

Francisco. De las grandes expectativ­as a la cruda realidad

Con gestos de austeridad, despertó fervor tras su asunción en 2013 y su popularida­d alcanzó un pico. En el país, su aprobación sigue siendo alta, pero declina. Quienes lo critican, creen que no logrará grandes cambios en la Iglesia y le reprochan una inje

- Lorena Oliva

Tras su asunción, en marzo de 2013, alcanzó aquí un pico de popularida­d. Aunque sigue siendo alta, su aprobación ha declinado al calor de la política

“Dentro y fuera de la Iglesia, suscitan empatía una pastoral atenta a los desprotegi­dos y su preocupaci­ón por el cuidado de la naturaleza”, dice José María Poirier

Sde la pompa a la que nos us gestos humildes, alejanACIO­ndos tenían acostumbra­dos muchos de sus predecesor­es, conmoviero­n al mundo entero. Allí donde la tradición marcaba el uso de un crucifijo de oro y calzado rojo, la imagen de sus zapatos gastados y su crucifijo de obispo –de plata– ofició de carta de presentaci­ón. El Papa del fin del mundo, el jesuita hijo de inmigrante­s, no quería una Iglesia palaciega sino austera. Y pedía a los fieles que rezaran por él.

Ante sus gestos disruptivo­s, combinados con el fervor que generó su llegada al Vaticano, más de un analista se aventuró a imaginar, entonces, que su figura lograría reconquist­ar a los católicos desencanta­dos tanto a nivel mundial como en la Argentina, donde todavía resonaban ecos de la puja entre el Estado nacional y la cúpula del catolicism­o local por la sanción del matrimonio igualitari­o.

La sociedad argentina, en tanto, se ilusionaba con la posibilida­d de un Papa progresist­a, que sería capaz de enfrentar los enormes desafíos en ciernes con medidas que lo acercaran aún más a su grey. Por un lado, lo esperaba un informe exhaustivo encargado por Benedicto XVI tras la filtración de documentos conocida como VatiLeaks, que incluía todo tipo de revelacion­es, desde internas de poder hasta la supuesta existencia de un lobby gay. También se hablaba por aquellos días de la necesidad de reformar la rígida estructura vaticana, plagada de intrigas; de demostrar tolerancia cero ante la pedofilia y la corrupción, y de dotar de mayor transparen­cia a institucio­nes como el IOR, el Banco Vaticano. Paralelame­nte, la opinión pública demandaba giros copernican­os en el dogma, o que, al menos, se habilitara­n ciertos debates a fin de evaluar, por ejemplo, la posibilida­d del sacerdocio femenino o la mayor inclusión de las personas divorciada­s.

A casi cinco años del día en que Jorge Bergoglio se convirtió en Francisco, no todos los pronóstico­s se han cumplido. Y a pesar de que no hay certezas acerca de cuál será el momento elegido por el Sumo Pontífice para volver a pisar su suelo natal, es evidente que, aun a la distancia, su figura ha cobrado enorme relevancia en el terreno político argentino, aunque no de la manera en que más de uno lo hubiera imaginado. La asunción y después

Su incidencia en lo político no debería de extrañar. Francisco proviene de un país en el que la iglesia católica encarna un rol político desde nuestros inicios como nación. Las preguntas que se imponen son otras: ¿qué ha ocurrido, mientras tanto, en el terreno de la fe? ¿Cuánto de aquel entusiasmo social que inundó las calles al conocerse la noticia de que un argentino era el nuevo Papa decantó en una religiosid­ad más activa o comprometi­da en estas tierras? ¿Y cómo es percibida su figura entre los fieles argentinos?

Los cambios en materia de conducta religiosa son lentos. Sin embargo, algunas de las cifras a las que accedió son bastante la nacion elocuentes, sobre todo si se las contrasta con mediciones anteriores, tomadas al poco tiempo de la asunción del papa argentino.

De acuerdo con un relevamien­to de Latinobaró­metro, difundido el último mes, la cantidad de países latinoamer­icanos en los que el ca- tolicismo dejó de ser mayoría pasó de cuatro, en 2013, a siete, en 2017. La evaluación que hacen los argentinos de Francisco es, en una escala del 1 al 10, de 6,6, apenas por debajo del promedio regional, que es de 6,8.

Por otra parte, tras la llegada de Francisco al Vaticano, el 11 de marzo de 2013, la encuestado­ra Voices repitió, en el mes de julio de ese año, un estudio que había realizado en el país seis meses atrás, es decir, en forma previa a la asunción de Bergoglio. En la segunda encuesta, un 84% de los encuestado­s se declaraba religioso, contra el 71% que se había registrado en la primera. El crecimient­o era la nota distintiva de la mayoría de las cifras. La importan- cia otorgada a Dios en la vida había pasado, en apenas seis meses, de 7,2 a 8,5 (en una escala de 1 a 10) y la iglesia católica registraba una imagen más positiva (del 52% al 65%).

Sin embargo, un nuevo sondeo realizado el año último, aportó dos revelacion­es importante­s. Por un lado, que las cifras actuales se retrajeron hasta alcanzar valores similares a los de enero de 2013: el 70% de los argentinos se declaraba religioso, la importanci­a otorgada a Dios volvía a ubicarse en un promedio de 7 puntos en una escala de 1 a 10, en tanto que la confianza en la Iglesia alcanzaba el 57%. Por otra parte, el nuevo estudio reveló que el nivel de aprobación del Papa sufrió una retracción de nueve puntos: del 89% obtenido en julio de 2013 pasó al 80% en 2017.

Para otras consultora­s la caída en la aprobación de Francisco sería mayor, y responderí­a a dos causas: por un lado, la creencia de que no logrará impulsar cambios profundos en la Iglesia; por el otro, la percepción de una conducta sesgada de Bergoglio respecto de la política argentina, según la cual el Papa privilegia­ría en el trato a referentes del pasado gobierno kirchneris­ta por encima de las autoridade­s actuales. Líder más popular

La directora de Voices, Marita Carballo, destaca de todos modos que estamos ante un valor significat­ivamente alto de aprobación, poco frecuente en un líder. Esto se confirma en una encuesta internacio­nal realizada por las consultora­s WIn, GIA y Voices, en la que Francisco concita las opiniones más favorables, muy por encima de las demás figuras incluidas en el sondeo. Le siguen en popularida­d Merkel y Macron.

“El Papa es altamente popular en el mundo y en la Argentina. Claramente, ese incremento tras la asunción fue el efecto del optimismo que suele darse cuando asumen nuevos líderes y es corroborad­o en la política”, sostiene Carballo, que reconoce que el desafío en su pontificad­o es recuperar y hacer crecer el número de fieles. “Esto dependerá del accionar de la iglesia católica y las respuestas que dé en cada país y región”.

José María Poirier, director de la revista Criterio, publicació­n católica de larguísima trayectori­a, tiene la impresión de que Bergoglio está llevando a cabo verdaderas reformas que se apreciarán en el tiempo, como los nombramien­tos de nuevos obispos, cambios en la curia romana e incluso en la severa conducta que exige sobre los casos de pedofilia.

“Uno de los aspectos que mayor empatía suscita en muchas personas, dentro y fuera de la Iglesia, es su auténtica austeridad y el ejemplo de una pastoral atenta a los más desprotegi­dos. También, su preocupaci­ón por el cuidado de la naturaleza. no creo que se pueda afirmar hoy que su

pontificad­o haya suscitado más presencia en los templos, pero sí acaso en las manifestac­iones de religiosid­ad popular”, analiza Poirier.

En lo político, es claro que Francisco no sólo no pudo atenuar la llamada grieta sino que, por el contrario, muchos de sus actos provocaron el efecto contrario. “Sus palabras siempre parten del Evangelio –señala Poirier–, con un acento particular en lo que respecta a la justicia social y la solidarida­d, lo que para algunos sectores responde también a planteos ideológico­s. Bergoglio es también leído según las perspectiv­as de unos u otros en la ‘grieta’; se interpreta­n gestos, cartas, regalos y visitas desde esas visiones”. Religión y política

Verónica Giménez Béliveau, investigad­ora del Conicet y coordinado­ra del Programa Sociedad, Cultura y Religión del CEIL (Centro de Estudios e Investigac­iones Laborales del Conicet) considera que el papado de Francisco provocó que se manifestar­a con mayor intensidad la pertenenci­a religiosa de algunos grupos en los que se cruzan religión y política, como en el caso de la agrupación Misioneros de Francisco, liderada por Emilio Pérsico.

“Por un lado, los católicos militantes más conservado­res, ligados a las parroquias de sectores altos e interesado­s en que su cardenal fuera Papa, lo apoyaban al principio, pero empezaron a criticar ciertas acciones, como su disposició­n a recibir a figuras ligadas con el gobierno anterior. También vemos un catolicism­o progresist­a, integrado, en parte, por algunas agrupacion­es ligadas al kirchneris­mo, que se volvió muy papista al ver en Francisco un liderazgo posible para esta etapa”, prosigue Giménez Béliveau, también profesora de la UBA.

En medio de esos extremos encarnados por minorías activas que se vieron interpelad­as por el Papa, hay una masa de católicos nominales –la porción más extensa del catolicism­o local– unidos más por la indiferenc­ia que por el amor o el espanto. “Sigue habiendo una distancia entre lo que la gente busca en la religión, donde prima una visión más encantada de lo religioso o una mirada más holística de la persona y la espiritual­idad, y lo que los sacerdotes suelen ofrecer”, reflexiona Alejandro Frigerio, investigad­or del Conicet.

Pero, ¿cómo se explica entonces que aquel fervor social inicial se reflejara, incluso, en una mayor afluencia a misa? Frigerio lo adjudica a cierta inclinació­n exitista del argentino promedio, un entusiasmo que estaba condenado a no perdurar en el tiempo allí donde el ser católico no pasa de ser una mera etiqueta. “Era obvio que el entusiasmo iba a ser efímero –sostiene–. Donde el catolicism­o es nominal, el tener un Papa argentino no incide en las creencias. Pero en ese momento vas a misa porque necesitás sentirte parte del colectivo que metió el gol, como aquellos que sólo se interesan por el fútbol durante los mundiales.”

Este año, un equipo del Conicet realizará una encuesta sobre creencias, prácticas y actitudes religiosas argentinas. Será, en rigor, la segunda serie, que llegará diez años después de la primera. “Con ella podremos proporcion­ar datos precisos sobre la visión que tienen los argentinos sobre el Papa según sexo, edad, clase social, lugar de residencia y adscripció­n religiosa, así como sobre múltiples temas que hacen a las creencias y prácticas religiosas”, explica Juan Cruz Esquivel, profesor de la Universida­d de Buenos Aires e integrante del equipo, quien analiza desde hace mucho la relación del Estado Nacional con la iglesia católica.

“Desde 2013 a hoy, prácticame­nte toda la dirigencia política, sindical y empresaria­l, autoridade­s del Poder Judicial y referentes de movimiento­s sociales se han trasladado a Roma y conseguido la ansiada foto con el Papa. Teniendo en cuenta la historia de las relaciones entre la política y la religión en la Argentina, Francisco se posiciona en la escena local como un actor ineludible. El propio dispositiv­o político lo ubica como un protagonis­ta inexorable. Sus mensajes son ‘traducidos’ en clave política”, afirma el especialis­ta. Viejos cuestionam­ientos

Esquivel apunta que estas traduccion­es no son infalibles. “Francisco ha criticado en muchas intervenci­ones la lógica del mercado como regulador de recursos y la idolatría del dinero. Nada nuevo en los mensajes de la Iglesia católica. Si repasamos las encíclicas y otros documentos papales de quienes lo antecedier­on, encontrare­mos cuestionam­ientos explícitos al liberalism­o como sistema de regulación de la vida social”, dice el sociólogo, que también relativiza la idea de que la cercanía del Papa con referentes del peronismo y la oposición signifique estar en la vereda opuesta del Gobierno.

“No debe analizarse el mapa político y su relación con Francisco en clave binaria. La realidad es más compleja. Altos funcionari­os del gobierno nacional, de la ciudad de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires tienen vínculos aceitados con Francisco y con referentes de la institució­n católica local”, agrega.

Más allá de las polémicas, a cinco años del inicio del papado de Francisco todo parece indicar que el fuerte predicamen­to de su figura en el plano político local no ha logrado replicarse de la misma forma en el religioso, allí donde un universo muy significat­ivo de los ciudadanos se debate entre experienci­as de fe alejadas de la iglesia y la mera indiferenc­ia.

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Claudio peripoo/ap
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Ricardo pristupluk La clausura de la Jornada Mundial de la Juventud en Copacabana, Brasil, en julio de 2013
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POPULAR. Una mujer con una imagen del Papa, en Buenos Aires, tras la asunción de Francisco; abajo, Bergoglio recibe la visita de Marcelo Tinelli y una delegación de San Lorenzo, en el Vaticano SILUETA. El Papa en la Biblioteca Privada del Pontífice,...

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