Arqueología siglo XXI: los herederos de Indiana Jones
Trabajan en museos y en la construcción; pocos logran excavar en sitios famosos
cuatro meses al año en el sitio arqueológico más extraño del mundo, una especie de Stonehenge de unos 12.000 años de antigüedad, en el sudeste de Turquía. Jamás olvida su sombrero, un cuaderno, las acuarelas ni su pipa cuando excava bajo el sol impiadoso de Medio Oriente. Se parece mucho a Indiana Jones y lo sabe. Pero, a los 37 años, Jens Notroff es un arqueólogo que no busca los tesoros que atraen multitudes a los museos de Londres, París o Berlín, sino que se dedica a investigar el sitio de Göbekli Tepe, a pocos kilómetros de la frontera caliente con Siria. Este círculo megalítico fue un centro de migración de cazadores y recolectores prehistóricos y, se teoriza ahora, podría constituir el primer centro religioso de la humanidad.
Descubierto en 1994 por el arqueólogo alemán Klaus Schmidt, Göbekli Tepe es probablemente el yacimiento neolítico más aclamado del mundo, no solo por sus monumentales pilares decorados con animales, brazos y manos, sino también por sus implicancias para entender cómo pasaron los seres humanos del nomadismo a la agricultura. ¿Por qué las bandas nómades llegaban todos los años y se unían en festines? ¿Fue la religión lo que llevó a los humanos a organizarse socialmente para levantar imponentes construcciones?
Notroff se hizo cargo de la investigación de Göbekli Tepe junto con colegas del Instituto Alemán de Arqueología cuando Klaus Schmidt murió en forma inesperada en 2014, dejando varias hipótesis abiertas. Habla alemán, inglés, ruso, danés, turco, algo de árabe, noruego, rumano y español, además de latín. Comparte su pasión por la arqueología con el periodismo, mientras tuitea y sube fotos a Instagram. El inconfundible sombrero de Indiana Jones es una de las pocas cosas que Notroff empaca a la hora de viajar porque lo protege del sol y de la lluvia, dice, y también funciona como su amuleto de la suerte.
¿No teme que los jóvenes crean que los arqueólogos reales son como Indiana Jones? “Confío en que la gente es consciente de que los arqueólogos no nos pasamos escapando de grandes trampas, destruyendo templos y combatiendo a tipos malos. Hay que reconocer que la película sería mucho menos excitante si viéramos al Dr. Jones escribiendo para conseguir fondos, preparándose para una expedición, pasando meses trabajando en lugares fascinantes pero no especialmente notorios, mientras escribe informes sobre los gastos”, contesta Jens Notroff.
Internet ha cambiado de manera profunda la experiencia arqueológica. “Por un lado, ahora puedo ver a mi hijo cuando vuelvo a la casa del equipo, después de todo un día de trabajo. Por el otro, todos esperan que conteste mails y redacte informes mientras estoy en Göbekli Tepe. El mundo se ha vuelto más pequeño”, añora.
Es cierto que solo los más afortunados tienen la oportunidad de excavar en lugares famosos, como Grecia, Egipto, Turquía, Irak o la selva maya. La mayoría de los jóvenes que se gradúan hoy –entre 1200 y 1500 cada año en Gran Bretaña– encuentran trabajo en universidades y museos y, cada vez más, en compañías obligadas a documentar restos arqueológicos antes de emprender la construcción de rutas, aeropuerVive tos o grandes edificios. De hecho, en Estados Unidos se estima que hay unos 11.000 arqueólogos, de los cuales 7000 trabajan para el sector privado en lo que se conoce como “arqueología de rescate”, antes de que pasen las topadoras. El sueldo de estos arqueólogos es bajo y las trincheras son poco gloriosas. Pero es uno de los empleos del futuro.
A medida que crece la conciencia sobre la necesidad de conservar el patrimonio cultural y se dispara la sed de entretenimiento del público a través de canales como National Geographic, los especialistas apuestan a que se incrementará la demanda de arqueólogos con ganas de meterse en el barro de la historia. La organización pública Historic England estima que, para el año 2033, Gran Bretaña necesitará entre 25% y 64% más arqueólogos para cubrir la demanda comercial.
En el pasado, la arqueología era un lujo para aventureros ricos o que conseguían un mecenas a cambio de obtener valiosos objetos para sus respectivos países de origen. A partir de la segunda mitad del siglo XX, sin embargo, la mirada colonialista e individualista quedó atrás y hoy los arqueólogos investigan más el contexto donde aparecen los objetos que los tesoros. Además, los objetos son propiedad de los países donde se descubren. Saquear tumbas para llevarse estatuillas no solo es absurdo desde el punto de vista arqueológico, sino hoy también ilegal.
¿Qué cambió en los arqueólogos del siglo XXI? “Adquirimos confianza e independencia sobre la evidencia que podemos recolectar y los argumentos que podemos plantear. Nos corrimos de la dependencia de la información textual y el modelo de la arqueología como doncella de la historia”, reflexiona Susan Alcock, profesora de Arqueología Clásica en la Universidad de Michigan. “Los arqueólogos también exploramos un rango más amplio de materiales y utilizamos nuevos métodos científicos. Si las generaciones previas estaban interesadas principalmente en lugares famosos, monumentos grandes y objetos bonitos, ahora investigamos todo lo que podemos, desde la basura y las construcciones rurales hasta los cacharros de cocina”, señala la arqueóloga que investigó durante años el famoso sitio de Petra, en Jordania, uno de los escenarios de Indiana Jones. “También tratamos de ser la voz de un espectro más amplio: no solo de las elites enriquecidas (especialmente, las masculinas), sino también de los sectores marginales de la sociedad: mujeres, pobres, chicos, esclavos”.