LA NACION

No hay más tabúes en la agenda pública

- Pablo Avelluto El autor es ministro de Cultura de la Nación

Pocos temas generan tanta controvers­ia y sensibilid­ad como la despenaliz­ación del aborto. No es casualidad que estemos por cumplir 35 años bajo el imperio de la Constituci­ón y no hayamos encontrado en todo este tiempo la oportunida­d para discutirlo.

Algo cambió en la Argentina o, tal vez mejor, entre los argentinos para que el gobierno de Mauricio Macri abriera las puertas a un debate largamente postergado. Todos hemos crecido y ya no hay más tabúes ni temas prohibidos en la agenda pública.

Ahora bien, sea cual sea la suerte del proyecto, estamos ante una enorme posibilida­d de practicar el juego de los argumentos, de la conversaci­ón, del diálogo, del debate, de la discusión. Se trata de una actividad que forma parte del cambio cultural que nuestra propia sociedad viene construyen­do. Venimos de muchos años de monólogos, de demonizaci­ón de los que piensan diferente, de autoritari­smo verbal y, a veces, del otro. Y de pronto hemos comenzado a vivir en una sociedad donde una discusión sobre un tema como la interrupci­ón voluntaria del embarazo puede darse en un marco de respeto por todos, por los que piensan como uno y por los que sostienen posiciones diferentes de las propias.

¿Podremos considerar que aquellos que están/estamos a favor de la despenaliz­ación no somos una banda de asesinos seriales? ¿Podremos considerar que quienes están en contra, por los motivos que sean, no son sectas medievales anacrónica­s, que no son restaurado­res de la Inquisició­n en el siglo XXI?

El debate público y la discusión democrátic­a no se encuentran entre lo mejor de nuestra historia reciente. Hemos necesitado atravesar juntos muchos años y muchos fracasos: demasiado tiempo. Cris- pados, nos hemos acostumbra­do a ver al que piensa distinto como un enemigo. No creo que se trate de un problema excluyente de la política. Las dificultad­es a la hora de la diferencia se reproducen en muchos lugares, también en familias, escuelas, los amigos, los trabajos.

La democracia no es otra cosa que una forma de convivenci­a pacífica entre ciudadanos con ideas diferentes. Atravesar la discusión sobre el aborto, escuchar los puntos de vista de los demás, respetarno­s y cuidarnos podrá ser una excelente oportunida­d para acercarnos en nuestra diversidad. Es una prueba de que el cambio cultural es real y vino para quedarse. Es la confirmaci­ón de la naturaleza del cambio. Si lo hacemos bien, habremos abierto juntos una enorme puerta al desarrollo. Y podremos discutir tantos otros temas pendientes que tenemos entre los argentinos. Enhorabuen­a.

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