LA NACION

Una actividad en la que aún existe un sesgo machista

De todas formas, hoy muchas mujeres jóvenes lideran proyectos

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Las mujeres que se dedican a la arqueologí­a en sitios distantes no la tienen fácil. “Todavía existe un sesgo implícito machista, que subraya que el trabajo de campo es muy duro –reflexiona la arqueóloga clásica Susan Alcock, de 56 años–. Afortunada­mente, muchas mujeres jóvenes hoy toman el liderazgo de proyectos sin hacer caso a este sinsentido”.

La italiana María Carmela Gatto es una de ellas. La arqueóloga que investiga en el sur de Egipto y Sudán no puede estar más lejos de una saqueadora de tumbas como Lara Croft. “La mayoría de las arqueóloga­s que trabajaban en Egipto en el pasado eran inglesas ricas, personas educadas con dinero y poder. Ahora, la mayoría de nosotras somos de familias comunes y de países diferentes”, reflexiona Gatto. “Todas estamos luchando para equilibrar la carrera y la vida privada. Nos movemos mucho, pasamos la mayoría de nuestro tiempo trabajando en el campo, escribiend­o, enseñando y, aun así, es más difícil para nosotras conseguir éxito”, dice la egiptóloga, de 50 años.

Gatto fue curadora del famoso Museo Británico y hoy es visitante honoraria en la Escuela de Arqueologí­a e Historia Antigua en la Universida­d de Leicester, Inglaterra. La reconocida científica descubrió la primera representa­ción del poder real en Egipto –un dibujo rupestre de un faraón con la corona blanca– en una zona desértica conocida como Nag el-Hamdulab, cerca de Aswan.

“A todos nos gustaría ser como Indiana Jones, libres para dejar la universida­d en cualquier momento, recorrer el mundo en busca de tesoros para donar a los museos, sin preocuparn­os por el contexto donde se encontraro­n ni anotar datos aburridos para analizar y escribir luego –apunta Gatto–. Pero los arqueólogo­s no estamos buscando objetos bellos, sino entender sociedades pasadas a partir de sus objetos”.

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