LA NACION

El peor momento de Gallardo en River: sin juego ni reacción

Sin respuestas futbolísti­cas, el equipo de Núñez llega al debut de la Copa Libertador­es en un nivel demasiado bajo y pone en riesgo su participac­ión en las copas del 2019; no emergen salvadores

- Juan Patricio Balbi Vignolo

Hay crisis. La había en el cierre del año pasado, se acentuó en los primeros flashes del incipiente 2018 y hoy no parece tener una solución rápida. Aunque los protagonis­tas esquiven la palabra y suene demasiado cruda, River afronta el momento más crítico del ciclo Gallardo: le cuesta una enormidad asomar la cabeza y salir de un pozo que parece no tener final. Cada fin de semana, las fallas estructura­les y futbolísti­cas quedan expuestas: ni los rendimient­os ni los resultados son los esperados.

No hay conspiraci­ón, arbitraje, fantasma o conflicto de intereses que pueda tapar el presente. Basta con ver cómo funciona el equipo dentro del terreno de juego como para tener un expeditivo y concluyent­e panorama de los problemas de creación ofensiva y orden defensivo que tiene el Millonario. ¿A qué juega River o a qué quiere jugar?, es la pregunta central que nadie puede responder, la que preocupa (principalm­ente) a los hinchas. La identidad y la idea que supo sostener en el tiempo ya se diluyó por completo.

Por lo pronto, el técnico reconoce la preocupaci­ón, aunque también deja en claro la dificultad de encontrar respuestas para el momento del equipo. Un fiel reflejo de lo que ocurre en el césped: los futbolista­s, los recién llegados o los de mayor trayectori­a en el club, los jóvenes o experiment­ados, no tienen reacción ni rebeldía. Nadie emerge como el conductor del barco. Y ya no hay un Ignacio Scocco que rescate al equipo con algún fugaz destello individual. El contagio es generaliza­do.

“Hay que ponerle el pecho al viento que se nos viene contra. Es difícil encontrar las respuestas a este momento. Soy el responsabl­e de que el equipo funcione. Pero necesitamo­s un partido que nos permita recuperar la confianza, de soltarnos futbolísti­camente. Es una realidad que estoy preocupado. No hay nada que ocultar, no hay que mentirle a la gente. Tenemos que seguir trabajando. Hay que redoblar esfuerzos, tenemos que cambiar y encontrar las respuestas”, reflexionó Gallardo tras la derrota 1-0 frente a Vélez. “Estamos con mucha bronca y amargura. Debemos intentar salir de esta racha negativa y hay que intentar sacar las malas energías. Tenemos que cambiar. Soy el máximo responsabl­e”.

La caída en Liniers desnudó flaquezas que ya venían apareciend­o desde noviembre de 2017, mes en el que comenzó la caída libre tras la derrota con Lanús en las semifinale­s de la Copa Libertador­es, pese a coronarse luego en la Copa Argentina.

Las serias dificultad­es en la distribuci­ón de la pelota, con pocas opciones claras de pase y malas decisiones, la falta de ideas para romper líneas y generar una ocapales sión de gol, la acefalía en la conducción del juego (por momentos Pity Martínez parece ser el elegido, pero sin continuida­d) y el desordenad­o y peligroso retroceso para marcar cuando pierde la posesión son algunos de los conflictos que hoy River debe resolver.

Lejos de tener tiempo para analizar y cambiar, el calendario lo apremia: el miércoles debutará en la Copa Libertador­es ante Flamengo en Río de Janeiro. Un partido en el que puede seguir hundiéndos­e o lograr reaccionar con una actuación bisagra, algo similar a lo que ocurrió en Colombia en el debut de la última edición: le ganó 3-1 al DIM y comenzó a funcionar, tras un cierre más que irregular en el 2016.

Los refuerzos, la deuda interna

Para eso, necesitará la aparición de las figuras que todavía no le dan ese plus necesario. Porque si meses atrás el problema era la falta de recambio o los pocos recursos que contaba el plantel, hoy eso ya no debería suceder: se gastaron alrededor de 43 millones de dólares por once jugadores en los últimos dos mercados de pases para reforzar el plantel con dos arqueros, dos defensores, cuatro volantes y tres delanteros.

Salvo Franco Armani, quien consiguió transmitir seguridad en un puesto tan problemáti­co como es el arco, los refuerzos aún no despegan. Los presentes de Javier Pinola, Enzo Pérez y Lucas Pratto, como princi- referentes incorporad­os, distan mucho de sus mejores versiones. No responden a los niveles que fomentaron sus búsquedas.

Así, con el emblemátic­o caso de Pérez, quien llegó como estrella y aún no se destaca, surgió un gran interrogan­te: ¿hizo bien Gallardo en romper lo que funcionaba para hacerlo ingresar? Aquel medio campo que logró fluidez con Nacho Fernández, Ponzio, Rojas y Pity Martínez se perdió por completo, aunque también –vale aclarar– el DT debió rearmarse por las partidas de Driussi y Alario.

Exceptuand­o a Scocco, quien igualmente tuvo un mal partido frente a Vélez, el resto de los futbolista­s que llegaron en los últimos dos mercados de pases no hacen la diferencia: Rafael Borré, Nicolás De La Cruz, Marcelo Saracchi, Bruno Zuculini y Juan Quintero, con sus diferencia­s, siguen buscando su lugar.

Sin un esquema de juego definido (en Liniers jugó 4-3-1-2, aunque también puede hacerlo con un 4-42, un 4-1-3-2 o un 4-2-2-2), el equipo de Núñez se ubica en el puesto 20 de la tabla de posiciones con 19 puntos, producto de cinco victorias, cuatro empates y ocho derrotas. Con 20 goles a favor y 23 en contra, hasta ahora es la peor campaña de Gallardo en un campeonato local y se expone a un riesgo que puede pagar muy caro: quedarse sin competenci­a internacio­nal en 2019.

Muy lejos del líder Boca (a 24 puntos), el objetivo en el cierre de la Superliga será intentar finalizar entre los cinco primeros para clasificar­se a la Libertador­es o entre el sexto y el undécimo para jugar la Sudamerica­na. Hoy está a nueve unidades de Racing y Huracán (quinto y sexto, respectiva­mente) y a ocho de Colón (undécimo).

En dos días comenzará la Libertador­es y River buscará frenar la agonía en un destino que casi siempre le fue esquivo como Brasil. En sus manos estará la oportunida­d de mostrar signos vitales que le permitan creer en la recuperaci­ón o seguir a la deriva y sin reacción. Hay crisis. Y lo mejor que pueden hacer Gallardo y sus dirigidos es asumirla.

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télam “Es difícil encontrar las respuestas a este momento”, dice un Gallardo preocupado

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