LA NACION

Luis Scola Los Logros son un accidente, quiero dejarLes otros vaLores a mis hijos –¿Lo disfrutás siempre de la misma manera?

El capitán de la selección analiza la renovación del equipo, cree que hay que romper el vínculo con la Generación Dorada y defiende sus conviccion­es de vida más allá del deporte

- Texto Diego Morini Enviado especial | Foto CABB

OLAVARRIA.–Cuandosesi­enta en una de las sillas del bar del hotel Santa Rosa, se cruza de brazos, mira a su interlocut­or y evalúa con pequeños gestos cada pregunta. Se distrae por milésimas de segundo, pero intenta que pase inadvertid­o. De fondo suena música y parece no perturbarl­o, aun cuando el volumen no ofrecía demasiada calma. En el centro de la escena, el capitán de la selección argentina de básquetbol, con una figura que impone respeto y pone distancias. Luis Scola es así, no hay nada impostado. Pero también ofrece un espacio para que las cosas se distiendan y de repente sorprende con una reacción divertida: en medio de una respuesta se detiene, acomoda el cuero que actúa de mantel y hace coincidir los vértices de la mesa con la carpeta en cuestión. Inmediatam­ente levanta la vista, pide disculpas, se ríe con ganas y dice: “Trastorno compulsivo por la armonía ambiental…

Salió por un rato de la estricta actualidad y reflexionó sobre la selección y su vínculo con el pasado, lo que pasa con el básquetbol, sus logros, el día después y hasta de su familia. Scola, a los 37 años, ofrece contenido en cada respuesta e invita a escucharlo. Cuando él lo permite, incluso, la entrevista sale de los carriles convencion­ales, y la NBA, la medalla de Atenas, son detalles y todo se trasforma casi en una charla de café...

–¿Qué te sigue movilizand­o para estar en la selección?

–Nada en particular, yo soy un jugador de básquet al que le gusta jugar. Me llaman y vengo. Me alejo de ese discurso del doy todo o el vengo nadando…

–¿Te molesta un poco que se digan esas cosas?

–No molesta. No me siento cómodo con esa forma de expresarme. Se me vincula con esas formas, pero no soy yo. No tiene nada de malo ser así, todos tenemos diferentes personalid­ades. Yo no vendría nadando, vengo en avión y viajo muy cómodo. Llego y me entreno con zapatillas nuevas…

–Lo sentís como un privilegio.

–La selección es algo importante, siento que está bueno, que es parte de mi carrera y lo disfruto cuando me llaman. Siento que puedo ayudar dentro de la cancha. El día que no pueda hacerlo, no voy a estar más desde ese lado.

–Todo es diferente, cuando tenés 15, 20 o 40 años. La forma de pensar también cambia con el transcurso de los años y estás parado de otra manera en la vida.

–Y hoy, ¿cómo es ese disfrute?

–Es diferente porque estoy jugando las ventanas de eliminator­ias, porque estoy en una liga que es corta (China). Pero estoy acostumbra­do a jugar y me tomo las cosas con naturalida­d porque es mi trabajo.

–¿Estar siempre en el centro de la escena exige un trabajo extra?

–En algunos momentos requiere un poco más de esfuerzo, porque hay que estar atento a las cosas que se hacen bien y a las que no tanto. Los errores tienen un costo más grande cuando los comete una persona a la que la gente mira.

–¿Y es difícil ocupar ese lugar?

–Yo te podría contestar que es difícil, pero sería una hipocresía de mi parte, porque todo buscamos ese lugar, queremos tener ese rol de ascendenci­a dentro de un equipo, tanto en la cancha como afuera. Si cuando lo tenés renegás de eso, caerías en una contradicc­ión muy grande. Por eso estoy seguro de que mi respuesta es que no es difícil, que es algo bueno. Sin duda que no es simple, pero a nadie le interesan las cosas simples, porque esas cosas no tienen valor.

–No es simple no perder el Norte en ese sentido.

–Hay gente que toma decisiones malas y otras no tanto. Esas cuestiones también están atadas a la edad: a menor edad, más decisiones complicada­s, y a más años, mejores determinac­iones. No siempre se da así, pero la generalida­d habla de eso.

–¿Te pasó en algún momento de marearte?

–Uno vive una vida que no es normal, aunque generalmen­te no nos damos cuenta de eso y hacemos cosas que pasan a ser naturales cuando no lo son. Uno es como se pone a tierra con los hijos. Los amigos o la familia también colaboran para darnos cuenta de las cosas que pasan por fuera del microclima que uno vive.

–¿Tomás dimensión de las cosas que hiciste?

–Me pasó cuando dejé de jugar en la NBA, que me paré desde afuera y pude ver lo que es ese universo. Pero inmediatam­ente salí de ese pensamient­o porque las cosas que hice ya están. Ahora quiero hacer cosas nuevas. Seguro que nada será tan importante como ganar una medalla dorada en un Juego Olímpico o jugar en la NBA, pero pretendo hacer otras cosas tan buenas como aquellas. No espero que la gente lo mida así, pero es lo que pienso.

–Estar en la selección, ¿es el lugar que menos pesa de todos?

–Me preguntaro­n mucho sobre esto, sobre el espíritu amateur, del grupo de amigos… La realidad es que yo no vengo acá, por más que muchos años no me han pagado y en otros me han pagado poco, como un viaje de egresados. Es un trabajo. Tampoco vi a mis compañeros con esa idea.

–¿La diferencia es que te juntás con compañeros con los que compartist­e mucho tiempo?

–La diferencia es que no me pagaron. Y es cierto que hay cierta identifica­ción, porque la selección tiene una particular­idad. Salvo en el caso de Manu (en referencia a los 16 años en San Antonio Spurs), la camiseta de la selección es la única que no cambiás nunca. No podés pasar de Argentina a Brasil o de España a Lituania. Después podés jugar en un montón de clubes, algunos van a estar contentos con vos, algunos te van a renovar el contrato y otros no. Si vas a Brooklyn nadie se acordará que pasé por ahí. Si vas a Houston es diferente.

–En ese contexto, ¿te gustan los cambios en la Confederac­ión?

–Me siento bien, estoy cómodo respecto a lo que se viene y entiendo que hicimos algo que teníamos que hacer. Pero desde ahora hay que dar un paso hacia delante. Dejamos de estar en negativo para estar en cero. Es el punto de inicio. Somos honestos y trabajador­es, eso es estar en cero. Pero eso solo te hace ganarles a los que no lo son. Nosotros queremos otra cosa. Entonces ahora, debemos evaluar cómo llegar a 1, 2, 5 o 10 puntos.

–Todo aquello que se logró, ¿es una obligación transmitir­lo para los que vienen?

–No, y de hecho creo que hoy nuestra obligación es romper el vínculo con lo que pasó. Me parece que estamos sufriendo la comparació­n constante. Sufrimos esto de la despedida que fue eterna, porque pasaron años y años de eso. Es hora de empezar a construir la próxima generación que se llamará… J, teléfono o como quiera la gente que se llame. Pero hoy necesitamo­s romper ese vínculo y construir nuestro propio camino.

–Está bien, pero hay algo que ustedes lograron que tiene que ver con una forma de hacer las cosas.

–Nosotros a principio del año 2000 tuvimos cosas buenas, pero también tuvimos cosas malas. La gente se queda con cosas que con el transcurso de los años se van agrandando. Todo el tema del compromiso y esas cosas… Cuando venía, el equipo jugaba y lo hacía como correspond­ía. Un grupo que tenía talento, competía y ganaba. Pero hoy en día nos cuesta menos juntar a todos los jugadores. Por entonces, teníamos mucho más números de renuncias, teníamos jugadores que se retiraban entre los 28 y los 32 años y jugadores a los que había que convencerl­os para venir. Hoy no pasa, Campazzo [Facundo] está desesperad­o porque no puede venir, Garino [Patricio] está igual, Nico Laprovitto­la se tomó un avión desde Rusia para jugar contra Panamá y Paraguay. Ese nivel de compromiso está en su punto más alto.

–Pero para que suceda, primero ustedes tuvieron que generar algo que hace que hoy todos quieran estar.

–No tengo ninguna duda de la influencia de la Generación Dorada en el básquet nacional y sería tonto negarlo, porque yo soy parte de esa generación. No estoy tratando de hacer una guerra entre la generación antigua y la nueva, estoy en las dos, no tengo ningún interés sobre eso. Lo que digo es que con el paso de los años hay una visión de lo sucedió con la Generación Dorada que está mistificad­a y no es real esa dimensión. El hecho de que ahora tengamos menos talento y que los resultados sean más humildes no varía a la hora de evaluar compromiso. Si hablamos de compromiso, esta generación no pierde respecto a la anterior. Si hacemos una mezcla de cosas, sí que pierde porque no tiene medallas y no se vislumbran. Pero eso no quiere decir nada, porque en el 99, cuando yo empecé, tampoco se veía que podíamos ganar medallas. Arrancamos desde el punto que estamos ahora, se pensaba que íbamos a ser un desastre y se preguntaba­n qué iba a pasar con el básquet nacional. En el 99, cuando arrancamos los que después obtuvimos logros, estábamos peor de lo que estamos hoy.

–¿Te imaginaste de otra manera que no fuera jugador de básquet?

–Un millón de veces, pero me es imposible darme cuenta. Arranqué de muy chico, entonces es complejo advertirlo. Claro, cuando era un nenito tenía mil fantasías de lo que podía llegar a ser, pero hoy no puedo darme cuenta. Tampoco tengo la menor idea qué voy a hacer cuando deje de jugar al básquet.

–Curioso en alguien tan pensante y que planifica todo.

–La realidad es que soy un jugador de básquet, eso es lo que siento. Pronto no lo voy a poder ser más, no sé en qué me convertiré, pero hoy en día es lo que soy. Algunos días pienso que me gustaría ser tal cosa y al otro algo diferente. La respuesta con certeza no la tengo.

–Tus hijos, ¿se dan cuenta de quién sos?

–Estoy seguro de que tienen una idea, pero lo toman con naturalida­d.

–¿Te preguntan por qué te piden fotos en la calle?

–Sí, pero ahora están un poco más grandes y ya no pasa. Pero sucedió y hasta con anécdotas divertidas. Hace mucho tiempo, íbamos con mi hijo mayor (Tiago) en la bici, y mientras lo llevaba me iban saludando diferentes grupitos de gente, uno, dos, tres y al cuarto, no me dicen nada y mi hijo grita “chicas, chicas, acá está mi papá” (termina la frase y suelta una carcajada). Bueno, antes no tomaban dimensión. Y te das cuenta de que es algo normal como lo viven, no están pendientes de lo que es o fue el papá.

–¿Vos cuidás que sea así?

–Dejo que pase, no intento ocultar nada. Si me preguntan les cuento la verdad. Si me preguntan si gané una medalla se los digo, pero no que papá fue un héroe o un líder o todas esas cosas que se dicen. Ellos en algún momento lo evaluarán. Pero tampoco es tan importante. Sí creo que tiene valor cómo encaré mi carrera, cómo vivo el día a día. Ese creo que es valor de padre a hijo. Eso sí siento la necesidad de transmitir­les. Cuando pronto se acabe todo y esté todo escrito, voy a sentir esa sensación de haber hecho lo correcto. Eso vale para mí, no el hecho de haber ganado una medalla. Los logros son un accidente. Por eso me preocupo por dejarles otros valores a mis hijos.

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Scola distendido, durante una sesión de elongación en Olavarría, donde juega por las eliminator­ias

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