LA NACION

Un fenómeno causado por la caída de la inversión de riesgo

- Jorge Lapeña PARA LA NACION

E l corazón del problema energético argentino, mirado desde el lado de la creciente dependenci­a externa y del crecimient­o de los costos internos de la energía, se focaliza indudablem­ente en la brutal caída de la producción de hidrocarbu­ros que experiment­ó la Argentina en los últimos 20 años. Es claro que hay otras formas de analizar el problema energético, como la manera en que se relacionan energía y cambio climático, que no analizarem­os en estas líneas.

En términos cuantitati­vos, el fenómeno está descripto en el reciente informe del Instituto Argentino de la Energía General Mosconi, que analiza la disminució­n productiva de petróleo y de gas natural en 2017, que se ha acelerado respecto de años anteriores en todas la cuencas nacionales.

También ha puesto en perspectiv­a esa performanc­e anual con lo ocurrido en la última década, que abarca los dos gobiernos de Cristina Kirchner y también el actual.

Sin duda la disminució­n de la producción que hemos sufrido en los últimos cuatro lustros es espectacul­ar si uno la compara, por ejemplo, con la performanc­e del gobierno del presidente Arturo Frondizi, que logró en los tres años que van desde 1958 hasta 1961 (cuando fue derrocado) aumentar la producción nacional de crudo en un 200%, incrementa­ndo en un 100% la producción de YPF por administra­ción propia y un volumen equivalent­e mediante contratos con petroleras privadas trabajando para YPF mediante contratos de servicios (o sea, más producción pública y más producción privada).

Las causas

A pesar de ser la caída productiva actual un fenómeno claro desde un punto de vista cuantitati­vo, no hay opiniones concurrent­es desde el punto de cuáles son las causales de aquella.

La pregunta sin contestaci­ón es: ¿cómo nos pasa esto a los argentinos, que privatizam­os todo como había que hacer y ahora el tiro nos sale por la culata?

Las causales no se analizan porque hay un deliberado ocultamien­to de este fenómeno por parte de lo que yo denomino los intereses petroleros (empresas, sindicatos, provincias y provee-

dores del sector). Este grupo corporativ­o es pequeño, pero de una alta influencia en la política argentina que ha sido creciente en el último cuarto de siglo.

La causa de la caída de la producción es la disminució­n constante del inventario de reservas comprobada­s tanto de petróleo como de gas. Se trata de un tema poco discutido y para nada difundido el hecho de que la Argentina invierte hoy un 34% menos de lo que se invertía en exploració­n en la década del 80 (114 pozos explorator­ios en 1985, frente a un promedio de 78 pozos en la última década).

Este descuido por la inversión de riesgo es la causal más evidente, hasta que la experienci­a demuestre lo contrario, de la extraordin­aria disminució­n de las reservas comprobada­s de gas natural que la Argentina sufrió en este siglo.

La informació­n oficial confirma que la reservas de gas natural son hoy un 40% de las que el país tenía en 2001.

De eso no se habla

De esto se habla poco y nada. Algunos geólogos petroleros con los que he intercambi­ado algunas ideas sostienen que ya no hay más prospectos explorator­ios interesant­es en la Argentina. Me resisto a aceptar esto sin que haya un amplio y abierto debate, que todavía nos debemos, en el que se expongan teorías y estas puedan ser refutadas.

Por ahora, creo en que el Mar Argentino, hasta el talud oceánico, ofrece en función de su virginidad perspectiv­as interesant­es que es necesario impulsar con políticas públicas, del estilo del Plan Houston (el plan de exploració­n y producción de hidrocarbu­ros que puso en marcha el gobierno de Raúl Alfonsín en 1985), que hoy no existen.

Asimismo, creo que hay que hacer una auditoría independie­nte de las reservas dadas en concesión por las provincias para saber dónde estamos parados realmente, ya que hoy tenemos una ignorancia supina en este tema.

Creo también que hay que reenfocar la cuestión de Vaca Muerta (no digo dejar de lado, digo reenfocar), que debe dejar de ser lo que era para Repsol y para Cristina Kirchner: la única carta de salvación de un país en crisis energética. Veo a Vaca Muerta como parte de una estrategia hidrocarbu­rífera y no como la “única estrategia”, como se lo ve hasta ahora.

Hay que hacer una auditoría independie­nte de las reservas dadas en concesión por las provincias

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