LA NACION

La crueldad como expresión de poder ante los más vulnerable­s

- La autora es psicóloga y especialis­ta en perfilació­n criminal Laura Quiñones Urquiza

La crueldad hacia otros puede ser un patrón de activación sexual. La frialdad de los abusadores al vejar a alguien vulnerable obedece a un proceso interno llamado “distorsión cognitiva”, que consiste en justificar las futuras acciones, minimizánd­olas, para protegerse de la vergüenza o de la culpa. Así se van derribando escrúpulos morales para dar paso a conductas sexualment­e abusivas.

En el caso de lo ocurrido en Junín, para atraer a la víctima al lugar donde habría tenido mayor interacció­n con ella, el método de aproximaci­ón usado por el abusador habría sido el engaño. La habilidad para la manipulaci­ón en delincuent­es sexuales violentos está ritualizad­a por las verbalizac­iones y por la dinámica para controlar a las víctimas, revelando especializ­ación y organizaci­ón.

Una caracterís­tica de los pederastas exclusivos es que “sintonizan” con los chicos, pero logran poca asertivida­d con los adultos en su modus vivendi. La inmadurez impresiona como uno de sus rasgos y eso se ve reflejado en los tests con los que los psicólogos forenses exploran su personalid­ad en los peritajes. El resultado y denominado­r común son dibujos de figuras humanas que abundan en las formas infantiliz­adas. Por eso utilizan la fuerza más para controlar y para atacar que para aproximars­e a su presa.

La “fantasía previa” es el motivo inferido de un homicidio sexual. Una vecina del asesino de Camila contó que días antes él había intentado meter en su casa a su hija de 10 años. Esto indicaría la presencia de planificac­ión, metodologí­a e intento fallido de pasar al acto.

El homicida consiguió una “zona de confort” estable para estar a solas con Camila sin ser molestado. Esta percepción habría brindado la sensación de facilidad para cometer el hecho; pero solo su poca inteligenc­ia puede ser capaz de hacer que se arriesgue a retener a la víctima en un lugar lleno de evidencias y tan próximo al lugar de residencia de ambos. Una vez más, el tiempo, el perfil de la víctima, la zona de confort y la escena del crimen pusieron de manifiesto la evidencia acumulada.

El método de asfixia con manos atadas, cabeza cubierta por una bolsa y un cable alrededor del cuello es conocido en la jerga forense como “submarino seco”. Por su complejida­d, y aplicado a una niña de 11 años, es indicador de una intensidad emocional asociada más a la crueldad que a la locura. Trascendió que el sospechoso tenía tres perfiles de Facebook entre cuyos contactos figuraban niñas que probableme­nte presenten rasgos simbólicos similares a la víctima.

En este tipo de comportami­ento la excitación sexual se va incrementa­ndo en cada uno de los actos que componen el ataque sexual y el asesinato. Están caracteriz­ados por agresiones e intimidaci­ones enérgicas a través de las cuales el agresor expresa su virilidad, control y dominio en forma patológica.

Los tipos de acceso carnal hacia una víctima vulnerable –y cuya anatomía no soportaría sin desgarro y trauma psicológic­o– son consistent­es con un perfil de autor que compone para sí mismo su imagen masculina y “mejora” sus frustracio­nes sociales imponiendo una voluntad que en otras áreas y con otras personas es incapaz de hacer valer. Así, pasan por personas dóciles e integradas socialment­e.

A veces, aunque la fantasía previa en torno a la agresión está presente, para superar y minimizar posibles consecuenc­ias ingieren un desinhibid­or para “atreverse”. Esta racionaliz­ación previa indicaría que existe comprensió­n sobre el bien y el mal. Quizás por eso impacta la mirada del sospechoso en las fotos difundidas tras su detención. Quizá sea el rostro de la decepción por no salir impune.

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