Incoherencia
Ya se ha hablado y se seguirá hablando de la inconveniencia de legalizar el aborto, al menos en los términos que por ahora se han dado a difusión. En la discusión participan intelectuales y personalidades públicas con una inteligencia superior, que nos ahorran de alguna manera a los demás el esbozo de fundamentos o razones adicionales. Es un asesinato. Tan simple como eso. Y no es, o en todo caso no solo es, un argumento religioso. Es un argumento científico que a esta altura no necesita comprobación. A esta altura tampoco sorprende en el estado de degradación cultural de la Argentina que aquellos que profesan una postura ideológica extrema sobre el remanido tema de los derechos humanos no hayan alzado su voz y sus manos y sus plumas para expresar la obvio: el derecho a la vida es el primero y el más fundamental de los derechos humanos. Otro argumento que no necesita comprobación. Pero claro, es muy difícil embarcarse en un diálogo constructivo sobre el tema con aquellos que marchan por “los pibes chorros que matan en los barrios”. Nada se puede esperar cuando se bendicen, se alaban y se marcha por el robo y el asesinato. Tampoco parecería ser el caso, o al menos no se los ha escuchado en contra de la legalización del aborto, de aquellos que fanáticamente abogan por el respeto de las garantías constitucionales. Parecería que se deben garantizar a toda costa los derechos de criminales, en muchos casos reincidentes, que son víctimas del sistema y de las políticas de exclusión, dicen. Pero, tan absurdo como pueda sonar, no es atractiva para esta corriente la protección de los más indefensos del sistema de la sociedad, de aquellos que no pueden defenderse por sí mismos, de las víctimas verdaderas y no fabricadas por una intelectualidad seudoprogresista que es incapaz de esgrimir un argumento que desmienta estas obviedades. Es comprensible que existan posturas diversas sobre este tema. Lo que no es comprensible es el doble discurso, la falta de coherencia de algunos sectores que participan o participarán del debate. Avelino Rolon
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