La emoción del Gladiador
el Chapu se emocionó con el retiro de la mítica camiseta N° 13 con la que libró mil batallas; ahora se siente feliz con colaborar, cuando puede, con los chicos que tomaron la posta
El Chapu Nocioni y su noche especial: fue retirada la mítica camiseta 13 de la selección
OLAVARRÍA.– Se le escapa una sonrisa tímida porque los elogios lo abrazan y lo elevan a una categoría incomprensible para un simple mortal. Se derrite la gente delante de su figura. Explotó el Parque Carlos Guerrero por Andrés Marcelo Nocioni. Se retiró la camiseta N° 13 de la selección argentina y parece que ningún otro homenaje pudo poner en mejor lugar lo que hizo el Chapu vestido de celeste y blanco. Y hasta el contexto resultó perfecto, porque sucedió en medio de un partido de eliminatorias para la Copa del Mundo de China 2019.
Lo acompañó su familia y eso lo llenó de felicidad. Hizo fuerza por no emocionarse más de la cuenta cuando vio cómo colgaban la que fue su camiseta. Pero también para él, con 38 años, fue importante compartir varios días con el plantel y colaborar con el cuerpo técnico ayudando a algunos jugadores en su mecánica de tiro, como sucedió con Máximo Fjelerrup, Juan Pablo Vaulet y Lautaro Berra. “Estoy en un lugar que me gusta. Vine a ayudar, a colaborar, más que nada para aportar cosas diferentes a las habituales que pueden decir los entrenadores”, comentó quien fue el corazón de una generación que marcó a fuego al básquetbol y al deporte en la Argentina.
–¿Cómo te sentís con lo que pasó esta noche?
–Es una sensación extraña, porque uno piensa que más que un homenaje a Andrés Nocioni es una reconocimiento a la Generación Dorada. Es materia discutible a quién le deben retirar la camiseta, porque pasaron muchísimos jugadores y creo que la
CABB simbolizó en nosotros tres (Nocioni, Ginóbili y Scola) lo que fue el proceso y agradecer a todos los que fueron parte de esta Generación. El premio al esfuerzo para mantener el básquet en el primer nivel.
–Fue emocionante poder estar con mi familia para este reconocimiento. Uno no jugó al básquet para esto, sino porque le fue saliendo, fue fluyendo. Fue una sensación extraña, un poco de vergüenza también sentí, porque no estás preparado para que estén hablando bien de vos todo el tiempo. No perseguís estas cosas, siempre busqué que los equipos que integré fuesen lo mejor posible conmigo adentro. Le agradezco a la Confederación y trataré de ayudar al básquetbol argentino de la manera que pueda, porque tampoco está bien que dejemos huérfano todo lo que hicimos.
–¿Cómo surgió esta idea de colaborar con Sergio Hernández?
–La verdad es que me llamó Sergio, me dijo que ya que iba a estar el retiro de la camiseta, por qué no venía antes. “Quiero que hables con los chicos, que estés con ellos un poco, que les enseñes cosas que les sirvan para el día a día”, me sugirió. La idea me gustó.
–¿Esto completa aquella idea que tenías de seguir ligado a la selección pero sin saber muy bien cómo?
–Algo tenía en mente, pero es muy difícil de ejecutarlo porque los clubes o la Confederación no pueden pagar por alguien que solo esté para el aspecto técnico de cada jugador. Pero mientras lo pueda hacer y me den ganas de participar, voy a estar. Creo que sirve y los chicos escuchan de otra manera cuando uno habla desde la experiencia personal. Sin tener la verdad, pero sí aportando lo que uno vivió. –¿Fue espontáneo hablar con determinados chicos o planeado? –Fue espontáneo. A Maxi (Fjellerup) lo vi jugar muy poco, pero automáticamente uno se da cuenta de que le falta desarrollar mejor el tiro, como a Juampi Vaulet. Son chicos que necesitan mejorar algunas cosas para pasar a otro nivel. –¿Te genera un cosquilleo el estar en la selección, aunque des- de otro lado? –Sí, por estar un poco en el día a día, pero desde un punto distinto. Ahora no me junto tanto con los jugadores sino más con el cuerpo técnico o los dirigentes. Es diferente, pero es un lugar que me gusta y me cierra. –¿Cambia la relación con los jugadores, que en algunos casos fueron tus compañeros? –Sin duda, porque ahora no tengo el derecho de estar en el vestuario como si fuera un jugador más. Lo podría hacer, pero no lo hago porque no me corresponde. Ya fui jugador, estuve en el vestuario y a mí no me gustaba que entrara alguien que estuviera en contacto con el entrenador o con un dirigente. Hay un ámbito donde están los jugadores y tienen derecho a expresarse, a sentirse ellos mismos. –¿Hay alguna posibilidad de extender esto en el equipo?
–Iré viendo según las ventanas de eliminatorias, según los tiempos, cómo evoluciona todo. No tengo el apuro ni la presión de tener que hacerlo sí o sí. Es cuestión de ir haciendo las cosas que uno siente. –¿Luis Scola te empuja a hacerlo?
–Es uno de los que me sugieren cosas y me dice que haga lo que sienta. Por suerte no tengo una necesidad imperiosa de salir al mercado a buscar algo para hacer. En mi carrera me dio placer mejorar mi técnica de tiro, por ejemplo cuando llegué a la NBA, con un entrenador que fue un genio como Ron Adams. Me da mucha satisfacción poder trasladar eso a otros jugadores. Es difícil meterlo en la dinámica de la CABB o de un equipo. Por eso lo hago con sentimiento, cuando puedo, cuando salga la necesidad. –¿Esta cercanía con los jugadores puede humanizarlos a ustedes en cierto modo? –Sí, puede ser. A veces se piensa que la Generación Dorada fue intocable, que siempre hizo las cosas bien sin equivocarse, y uno tiende a exagerar un poco cómo fue la situación en sí. Cuando perdimos con Uruguay, parecía que estos chicos no podían jugar más en la selección, que no llegarían al Mundial... Y nuestra selección un montón de veces estuvo cerca de quedar afuera de torneos, no tuvo buenos partidos o malas previas de cara a grandes competencias. El básquetbol argentino estuvo tan alto en los últimos 15 años que parece que todo fue color de rosa y no fue tan así.