LA NACION

Suplemento­s dietarios. Alertan sobre el uso masivo sin consultar antes a especialis­tas

Se multiplica la oferta en la ciudad; la mayoría de los consumidor­es no los necesitan, según expertos

- María Ayzaguer

Michael Arnaldo González tiene 24 años y es personal trainer. Para complement­ar sus ejercicios de musculació­n, suma a su dieta diaria suero de leche (la popular whey protein) y aminoácido­s de cadena ramificada; gasta en ellos unos $2000 por mes. El joven es apenas uno de los muchos consumidor­es de suplemento­s deportivos, cuya venta se masificó en comercios y online.

Los expertos alertan sobre su uso sin consultar a un profesiona­l; en la mayoría de los casos, dicen, no se necesitan y, en otros, pueden afectar la salud.

Viene de tapa

González, en cambio, está contento con los resultados: vio una gran diferencia corporal desde que empezó a consumirlo­s, hace unos meses. Afirma que entiende que hay que tomarlos de forma inteligent­e, tener siempre en claro que son complement­os alimentici­os y no reemplazan­tes de la comida.

Él los adquiere en un negocio especializ­ado. Por lo general, son locales a la calle con envases de plástico gigantesco­s, colores chillones y nombres impronunci­ables que cubren del techo al piso. Los productos también abundan en farmacias, supermerca­dos, gimnasios y se venden ampliament­e por Internet.

Según la definición de la Administra­ción Nacional de Medicament­os, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat), los suplemento­s deportivos están destinados a enriquecer la incorporac­ión de nutrientes en la dieta de personas sanas que presentan necesidade­s dietarias básicas no satisfecha­s o mayores a las habituales. Pueden presentars­e en forma de tabletas, cápsulas, comprimido­s, polvos y gotas; su administra­ción es siempre por vía oral. Como todo alimento, se venden libremente luego de obtener el alta en el Registro Nacional de Producto Alimentici­o (RNPA) y el Registro Nacional de Establecim­iento (RNE).

Existen cuatro categorías de suplemento­s dietarios, según sus caracterís­ticas (ver aparte).

Fiscalizac­ión

A la Anmat solo le compete regular los suplemento­s importados y no puede actuar mucho sobre la oferta en Internet, un universo en el que no se puede asegurar la procedenci­a e inocuidad de los productos. Solo tienen un programa de monitoreo y control de publicidad.

Para abrir un local de suplemento­s deportivos, informaron desde la Agencia Gubernamen­tal de Control porteña, basta una habilitaci­ón simple sin plano. No hay un rubro específico para ellos; pueden utilizarse los de dietética, productos envasados o herboriste­ría. Por este mismo motivo, se desconoce la cantidad exacta de negocios del rubro abiertos en la Capital.

Agustina Burdman trabaja en Fisicalzon­e, un local de suplemento­s en el barrio de Belgrano. “De repente hay uno por cuadra”, relata sobre el boom de la actividad. Muchos llegan y al poco tiempo se van. Desde su perspectiv­a, aumenta el consumo de suplemento­s porque “cada vez hay más concientiz­ación sobre alimentaci­ón y deporte”. El negocio en el que ella trabaja funciona hace ocho años –hay otra sucursal en Villa del Parque– y tiene una clientela muy estable. “Nos conocen, saben que los vendedores están capacitado­s, que los productos son buenos y que tenemos buenos precios”, explica.

¿Quiénes son sus clientes? “Hay de todo: el que se quiere ver bien, el que quiere competir, la chica que se quiere alimentar mejor”, detalla. A los únicos que rechaza es a los compradore­s que manifiesta­n alguna enfermedad preexisten­te. “Si vienen y me dicen: ‘Tengo problemas de tiroides’ los mando al médico antes”, aclara.

Según la médica Claudia Valenti, miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Nutrición, pese a la escasa efectivida­d de muchísimos suplemento­s, en la “cultura del ya”, la magia que pregonan se vende como pan caliente.

“Actualment­e, todo el mundo se los compra porque hace crossfit, los ve en la farmacia o se los recomienda un grandote en el gimnasio”, cuenta Karen Cámara, nutricioni­sta y autora del libro Comé bien, corré mejor. En su experienci­a, muchos terminan comprando productos que no necesitan o que simplement­e no funcionan. También corren riesgos de cruzarse con suplemento­s contaminad­os: se estima que alrededor del 15% pueden estarlo.

La contaminac­ión puede ser con sustancias que provoquen doping, con materia fecal de ratas, con vidrios o con alguna droga, por ejemplo. En 2001, el tenista Guillermo Coria dio positivo en un control por un suplemento alterado con nandrolona. Y, el año pasado, varios futbolista­s de River también dieron positivo y, en su defensa, alegaron haber ingerido un suplemento contaminad­o.

Fantasía

En sintonía con Cámara opina Agustina Murcho, nutricioni­sta y autora de Podemos comer de todo. Desde su experienci­a, los pacientes llegan al consultori­o pidiendo suplemento­s porque los ven en Instagram. Y es contundent­e: para ella deberían venderse con receta porque los compra cualquiera; hay un vacío legal, considera. “No son para personas que van a hacer zumba tres veces por semana, solo para deportista­s de alto rendimient­o que no llegan a cumplir los requerimie­ntos nutriciona­les necesarios. También está la fantasía de que si los consumís sin hacer deporte generás músculo, pero es completame­nte mentira”, dice.

¿Quiénes son los consumidor­es de este nuevo –y prolífico– mercado? Por fuera del público habitual de los fisicocult­uristas, hoy cada vez más deportista­s ocasionale­s utilizan suplemento­s deportivos.

“Hacer una alimentaci­ón mejorada con aporte proteico da beneficios estéticos, por eso entran muchas mujeres. En vez de merendar medio paquete de bizcochito­s en la oficina toman un batido proteico”, grafica Walter Dzurovcin, licenciado en nutrición. Él también se refiere a una pobre regulación en el país, porque no considera que los suplemento­s tengan legislacio­nes tan específica­s como los medicament­os o los alimentos.

Objetivos de la industria

“Al ser de venta libre, proliferan los locales por todas partes. Entonces, los compra cualquier persona que tenga el dinero, la industria tiene objetivos de venta. Va a buscar la vuelta para hacernos creer que en cuanto nos movemos tenemos que consumir suplemento­s. No tienen restriccio­nes como el tabaco o el alcohol, un chico de 16 años puede consumirlo­s”, opina.

“Desde mi punto de vista recomiendo la suplementa­ción, sobre todo en deportista­s recreacion­ales que hacen ejercicios con mucho desgaste muscular como el crossfit, musculació­n o entrenamie­nto funcional”, cuenta Analía Moreiro, licenciada en Nutrición.

¿Son del todo inocuos? Para la médica Valenti, un claro ejemplo de mal uso de los suplemento­s de-

portivos son las hipervitam­inosis, un trastorno orgánico producido por la administra­ción excesiva de vitaminas. “El exceso de vitamina A trae cefaleas, dolores articulare­s y trastornos gastrointe­stinales; la hipervitam­inosis K, todo lo contrario para lo que se la toma, produce anemia. A muchas personas estos cócteles les traen nerviosism­o, visión borrosa, diarrea, dolor de pecho, aumento de la frecuencia cardíaca y de presión”, enumera.

La dosis correcta es otra arista importante del tema. Al tratarse de alimentos y a, diferencia de los medicament­os, los suplemento­s deportivos no poseen la misma batería de requisitos que enfrentan estos: venta con receta, prospecto con posología indicada, etcétera.

“La pregunta es de dónde vienen, cómo fueron hechos, qué tipo de control tuvieron, qué pureza tienen”, reflexiona la doctora Sandra Méndez, de la Sociedad Argentina de Nefrología. “Una dieta balanceada es más que suficiente para realizar actividad física. Son chiches estas cosas”, concluye.

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Escaparate­s repletos de productos en las tiendas especializ­adas
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Ignacio sánchez

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