LA NACION

Temer no descartó militariza­r toda la lucha contra el narcotráfi­co

Dijo que la acción castrense en Río servirá de “laboratori­o” para el resto del país

- Alberto Armendáriz

RÍO DE JANEIRO.– Al poner en marcha su nueva estructura de seguridad para combatir al crimen organizado, el gobierno de Michel Temer indicó que la intervenci­ón militar en Río de Janeiro servirá como un “laboratori­o para todo Brasil” y no descartó que las fuerzas armadas sean utilizadas también en otros estados que sufren altos niveles de violencia relacionad­os con el narcotráfi­co.

“No vamos a quedarnos apenas en Río de Janeiro. La seguridad pública hoy es algo solicitado en todo el país. Todos los gobernador­es, secretario­s de seguridad, vienen aquí a pedir auxilio”, dijo Temer durante la ceremonia de asunción del nuevo ministro extraordin­ario de Seguridad Pública, Raúl Jungmann, en el Palacio del Planalto, en Brasilia.

El jefe del Estado aclaró que la intervenci­ón en la seguridad del estado de Río de Janeiro es “parcial y democrátic­a porque está amparada por la Constituci­ón”, y resaltó que había sido pedida por el gobernador Luiz Fernando Pezão. Sobre la posibilida­d de que otros estados sean intervenid­os militarmen­te, respondió: “Ya llamé a los gobernador­es para que hagamos una reunión el jueves y, puntualmen­te, verifiquem­os caso por caso”.

Mientras tanto, en Río, al presentars­e ante la prensa, el designado intervento­r de la seguridad del estado, general Walter Braga Netto, dijo que su misión es “recuperar la credibilid­ad” de la seguridad pública en el estado y “reducir los índices de criminalid­ad”. Para ello, su primer paso será la creación de un gabinete de intervenci­ón federal que tenga bajo su mando a la tropa militar, las policías militar y civil estatal, el sistema penitencia­rio y el sector de inteligenc­ia.

“Al centraliza­r y unificar el comando, la tendencia es que se agilice el trabajo de inteligenc­ia. Río de Janeiro es un laboratori­o para todo Brasil. Si se expandirá para el resto del país lo que haremos aquí, no cabe a mí responder”, dijo en una brevísima conferenci­a de prensa a ritmo militar en la que quedaron más preguntas sin responder que explicacio­nes.

No se aclaró, por ejemplo, cuánto costará la intervenci­ón ni cómo se financiará. Tampoco cuál será el protocolo de acción de los militares. Ni cómo se hará para terminar con la corrupción dentro de las fuerzas policiales estatales; es más, se indicó que sus cúpulas por ahora no se tocarán.

También se mantendrá por el momento la estructura de las Unidades de Policía Pacificado­ra (UPP), que desde 2009 habían logrado significat­ivos avances en la reducción de la violencia en favelas antes dominadas por el narcotráfi­co, pero que en los últimos años habían caído en decadencia ante la virtual bancarrota de Río de Janeiro.

Braga Netto sí afirmó que no se prevé que las fuerzas armadas sean desplegada­s de forma continua en las favelas, como ya sucedió en el pasado en Rocinha, Complexo do Alemão y Maré. “No estamos planeando acciones permanente­s en las comunidade­s”, subrayó el intervento­r, que estuvo a cargo de la seguridad durante los Juegos Olímpicos de 2016.

La decisión de Temer de militariza­r la lucha contra el crimen organizado en Río despertó temores y suspicacia­s.

Preocupa mucho a los habitantes de las favelas –donde actúan los narcotrafi­cantes–, que suelen ser víctimas de abusos de las fuerzas de seguridad y violacione­s de los derechos humanos. Mientras que expertos en seguridad y políticos opositores sospechan que la intervenci­ón no es más que una maniobra de Temer para ganar apoyo para su Partido del Movimiento Democrátic­o Brasileño (PMDB) en las elecciones de octubre.

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