Resurge el nazismo en el corazón de Estados Unidos
El Partido Tradicionalista de los Trabajadores crece entre la derecha radicalizada; está contra la democracia, a favor de Hitler y de la segregación racial
Tony y Maria Hovater se casaron hace unos meses. Hicieron su lista de regalos en Target: un molde para muffins, una cómoda de cuatro cajones, un rebanador de ananás. A Maria, de 25 años, le preocupaba que manifestantes antifascistas le arruinaran la ceremonia de casamiento. Ya bastante difícil es organizar una boda sin que tu novio sea un confeso nacionalista blanco.
Pero en los días previos a la boda Tony estaba menos preocupado. Hay veces en las que siente lo perjudicial que es identificarse como un extremista de la ultraderecha en el Ohio de hoy. Pero no siempre. Tony dice que la elección del presidente Donald Trump ayudó a abrir un espacio para gente como él, y dejó demostrado que reci r ataques por ser un fanático tampoco es el fin del mundo. “Uno puede contestar simplemente: ‘Sí, ¿y qué?’, y seguir con su camino”, dice Tony.
Era la noche de un día de semana en el restaurante Applebee, en Huber Heights, un subur o de Dayton, un par de semanas antes de la boda. La pareja, que vive en la vecina New Carlisle, estaba sentada hombro con hombro en una mesa: dos jóvenes enamorados. Tony estaba de remera y Maria vestía campera de jean sin mangas. Ella pidió alitas de pollo deshuesadas. Sus padres habían conocido a Tony y habían dado el visto bueno. La boda sería sencilla y asistirían algunas de sus mejores amigas. “A muchas chicas no les interesa la política”, dice Maria.
Perfil bajo
En Ohio, entre campos sembrados y colinas, la presencia de Tony Hovater apenas se hace notar. Tony es el vecino que simpatiza con el nazismo, educado y de bajo perfil en tiempos en que los antiguos límites entre lo aceptable y lo inaceptable, en términos de participación política, se están modificando de manera alarmante. A la mayoría de los norteamericanos les generaría rechazo escucharlo defender a Hitler, menospreciar la democracia y apoyar la segregación racial.
Hovater tiene 29 años y es soldador. No es tanto una estrella del resurgimiento de la derecha radicalizada norteamericana como un abnegado soldado raso: se ocupa de organizar, de asistir como invitado en un sitio web llamado Radio Aryan (“radio aria”) y de ser, en sus propias palabras, “un villano de las redes sociales”, aunque en persona sus modales del medio oeste serían la alegría de cualquier suegra. En 2015, colaboró en el lanzamiento del Partido Tradicionalista de los Trabajadores, una de las agrupaciones de ultraderecha que marcharon en agosto en Charlottesville, Virginia, y en la protesta White Lives Matter (la vida de los blancos importa), en Tennessee. El objetivo manifiesto del grupo es “luchar por los intereses de los estadounidenses blancos”.
Sus líderes aseguran oponerse al racismo, pero la Liga Antidifamación dice que el grupo “ha participado en actividades del supremacismo blanco en todo el país”. En el sitio web de la agrupación, el brazalete con la esvástica puede adquirirse por 20 dólares.
Los cientos de norteamericanos blancos que se manifestaron en Charlottesville a favor de ideologías que desde hace tiempo muchos consideran demasiado nefastas, peligrosas o estúpidas como para ingresar en el sistema político tradicional causaron un shock, pero eclipsaron el objetivo final de algunos integrantes de ese movimiento pequeño y definido laxamente como “derecha alternativa”: hacer que esas ideas terminen resultando menos escandalosas para la gente normal, los “normalitos”, como suelen apodarlos burlonamente los simpatizantes del movimiento en las redes sociales. Y para dejar de burlarse y empezar a seducir, el movimiento necesitará de gente como los Hovater y su parafernalia de vida “normalita”, con sus cuatro gatos, su libreta de casamiento y su gusto por la Radio Pública Nacional.
“Provocador”
Hovater tiene el rostro angosto, sus cejas en ángulo parecen un par de comillas, y tiende a pronunciar su adjetivo favorito, “provocador”, con acento monocorde para lograr un máximo de efecto sarcástico. Es una especie de afirmación implícita de que los límites del discurso político aceptable en Estados Unidos –límites establecidos por generaciones anteriores, como la que luchó contra los nazis– son risibles.
Su derrotero político –de músico de rock vagamente izquierdista a ferviente libertario y finalmente activista fascista– se alimentó mayormente de la clase de frustraciones que no son ajenas a la mayoría de los conservadores norteamericanos. Tony cree que el go erno federal es demasiado grande, que los medios de comunicación son tendenciosos y que los programas de discriminación positiva para las minorías son básicamente injustos.
Si le preguntan por qué se corrió tan a la derecha, Tony declara que el discurso de la opinión pública se volvió “tan tóxico que ya no hay manera de ejercer una presión efectiva a favor de los intereses de los blancos”. Tam én menciona la película de ciencia ficción de 2013, Titanes del Pacífico, donde la sociedad es atacada por gigantescos monstruos que emergen del fondo del océano Pacífico. “En la película, la gente no les pide a los monstruos que se detengan –dice–. Construyen un robot gigante para tratar de pararlos. El fascismo es esencialmente eso: nuestra manera de aunar esfuerzos para intentar frenar otra fuerza que ya está centralizada”.
No es un chiste
Por Internet, Tony es más desagradable. En Facebook publicó una foto de lo que sería la vida si Alemania hu era ganado la Segunda Guerra Mundial: calles llenas de gente blanca feliz, una cena de estilo norteamericano muy animada y esvásticas por todos lados. Después de asistir a la manifestación en Charlottesville, en la cual un blanco nacionalista estrelló su auto contra un grupo de manifestantes de izquierda y mató a uno de ellos, Tony escri ó que estaba orgulloso de los colegas que lo habían acompañado en la protesta.
Antes de ser un nacionalista blanco, el mundo de Tony se reducía al heavy metal. En Internet, tam én puede dar la impresión de que el movimiento de Tony es una gigantesca burla, una enorme operación de trolls montada por algún grupito de chicos políticamente incorrectos que decidieron ponerse a jugar con las cenizas de la historia.
Pero el movimiento no es ningún chiste. El partido, dice Tony, ya tiene casi cerca de 1000 adherentes. Marilyn Mayo, investigadora de alto rango del Centro sobre Extremismo de la Liga Antidifamación, calcula que el Partido Tradicionalista de los Trabajadores tiene, como máximo, unos pocos cientos de seguidores, mientras que los estadounidenses que se identifican como parte de la “derecha alternativa” son decenas de miles. “Dentro del cuadro general, son pocos, pero se trata, dice, de una de las ramas del movimiento supremacista blanco que más ha crecido en los últimos dos años”.