LA NACION

Un embrión no es equiparabl­e a un ser humano

- Lino Barañao —PARA LA NACION—

Un punto central en el debate sobre la despenaliz­ación del aborto radica en establecer si es o no equiparabl­e a un homicidio. Quienes optan por la afirmativa suelen sostener que la ciencia ha determinad­o que la vida humana comienza con la concepción, lo cual es cierto. Lo que no es cierto es que el concepto de vida humana y persona sean equiparabl­es.

Se puede trazar un paralelism­o entre el debate sobre la aparición del ser humano como individuo y aquel acerca del surgimient­o de la vida humana sobre el planeta. Durante siglos se adhirió a una visión instantane­ísta, en la cual los primeros humanos surgieron como un acto de creación divina. Actualment­e la propia Iglesia Católica ha reconocido que la especie humana es producto de la evolución, es decir que los seres humanos provenimos de seres que no consideram­os humanos. Así, dado que no existe la generación espontánea, podemos establecer una línea continua que une nuestras vidas con las de individuos iguales a nosotros que vivieron hace unos 100.000 años. Pero si continuamo­s retrocedie­ndo en la misma línea, llegamos a homínidos similares a la famosa Lucy, hace dos millones de años; a los primeros mamíferos, hace 65 millones de años, y a las primeras células vivas, hace 3500 millones de años.

Esta historia evolutiva de nuestra especie se reproduce durante el desarrollo embrionari­o, desde una célula primordial hasta una criatura que nace, pasando por estadios muy similares a los embriones de otras especies.

Se ha afirmado que toda la informació­n correspond­iente a un individuo se encuentra presente en un óvulo fecundado. Esto no es cierto. La única informació­n presente es la secuencia en el ADN. La informació­n es una medida del orden o la complejida­d y aumenta exponencia­lmente durante la gestación. Somos consciente­s de esta diferencia. El ADN de un ave está presente en el huevo. No obstante, no tenemos problemas en hervir un huevo recién puesto pero no herviríamo­s uno incubado por 21 días, y menos aún un pollito.

Basado en esta evidencia científica, el Comité de Ética del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva propuso, en oportunida­d de la modificaci­ón del Código Civil, una redacción del artículo 19 que decía que si bien la vida humana comienza con la concepción, las caracterís­ticas propias de una persona se adquieren a lo largo de la gestación. A pesar de que esta modificaci­ón no fue aceptada, pone en claro que para los especialis­tas, durante las primeras etapas de la gestación, un embrión no es equiparabl­e a un ser humano.

Esta postura es compartida por la mayoría de los países que han despenaliz­ado o legalizado la interrupci­ón del embarazo, establecie­ndo límites temporales coincident­es por ejemplo con la aparición de una actividad cerebral detectable. Está claro, no obstante, que aun cuando no sea considerad­o un delito, un aborto es una experienci­a extremadam­ente traumática para una mujer. Despenaliz­arlo no implica promoverlo como método de control de la natalidad.

La ciencia ha contribuid­o a otorgar a las mujeres el derecho a una maternidad responsabl­e. Es decir, asegurar que no haya embarazos no deseados, particular­mente en edad temprana, y que aquellas mujeres que deseen procrear puedan hacerlo más allá de los límites impuestos por una fisiología reproducti­va que surgió como adaptación a una expectativ­a de vida muy diferente de la que gozan actualment­e. La biología de la reproducci­ón ha provisto las herramient­as, pero resta todavía un considerab­le trabajo de las ciencias sociales para que el fundamenta­lismo no impida el acceso a aquellas.

Soy consciente de que estos argumentos no cambiarán la opinión de quienes ya tienen una posición tomada. Esto se debe al fenómeno de cognición cultural descripto por Dan Kahan, del Departamen­to de Leyes de la Universida­d de Yale. Según este autor, en temas controvers­iales, los individuos suscriben o no a una aseveració­n de acuerdo con lo que consideren que los acerca o los aleja de la pertenenci­a al grupo con el cual comparten valores. En otras palabras, generalmen­te nos interesa más la pertenenci­a al grupo que el valor de verdad de aquello que pensamos. Por eso, es tan difícil llegar a consensos en temas tan complejos desde el punto de vista conceptual y tan ligados a las creencias religiosas o a la cosmovisió­n de cada grupo como es el tema del aborto.

De lo que se trata, en este caso, es de no usar argumentos pretendida­mente científico­s para imponer a los demás conviccion­es propias de nuestra visión del mundo.

Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación; especialis­ta en Biología de la Reproducci­ón

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