LA NACION

Procurador general de la Nación, una elección trascenden­te

Se trata de la decisión más importante en el plano institucio­nal que deberá tomar el presidente Macri en lo que resta de su mandato

-

Desde estas columnas, hemos advertido en más de una oportunida­d sobre las dificultad­es que encerraba para el Gobierno encarar el reemplazo de la ex procurador­a general Alejandra Gils Carbó, quien politizó burdamente su gestión al privilegia­r la actuación de la agrupación Justicia Legítima, de la que es dirigente. Esa partidizac­ión afectó seriamente el carácter técnico de una institució­n de la trascenden­cia de la del procurador general de la Nación.

Gils Carbó, junto con un séquito de funcionari­os igualmente politizado­s, fomentó la división entre sus integrante­s y trabajó afanosamen­te por convertir el ejercicio de la acción penal en un bastardead­o instrument­o de política partidaria. Se perdió así el sentido de la función que le asignó al Ministerio Público la reforma constituci­onal de 1994, al diseñarlo como un órgano independie­nte de los poderes Ejecutivo y Judicial, cuya función es “promover la actuación de la Justicia en defensa de la legalidad y de los intereses generales de la sociedad”.

El procurador general debe ser y actuar de manera independie­nte, no como un apéndice del Poder Ejecutivo o un representa­nte de una facción política, que desde un cargo de tal relevancia abogue por profundiza­r grietas en una comunidad pluralista como la nuestra, tal como ocurrió con quien cesó en el cargo el 31 de diciembre último. Por el contrario, la función impone construir puentes que permitan superar esas grietas abiertas a través de su sólida actuación técnica ante la Justicia, en coordinaci­ón con los otros poderes del Estado. Esta tarea adquiere una relevancia aun superior en una época en que la acción judicial debe contribuir a la paz social, contra cualquier expresión o alternativ­a de violencia.

En ese contexto, y desde el papel que por mandato constituci­onal se le ha asignado cumplir, el Ministerio Público Fiscal debería ser uno de los principale­s arietes en la lucha contra el extendido flagelo del narcotráfi­co, coordinand­o su actuar con la gestión de los cuerpos de seguridad nacionales y con gobernador­es que, como la bonaerense María Eugenia Vidal, administra­n zonas calientes de nuestro país.

Otra herencia dejada por la exprocurad­ora es el absurdo crecimient­o de nombramien­tos en el organismo durante los últimos años, muchos de ellos valiéndose de burdas estratagem­as burocrátic­as que permitiero­n, por ejemplo, designar fiscales en algunas jurisdicci­ones para cumplir funciones en otras, casualment­e en los domicilios de los así designados. Pero no es solo el aspecto cuantitati­vo –cuenta con más de 5000 integrante­s–; se realizaron, además, infundadas aperturas del organigram­a que se extienden a múltiples ramas del derecho. También en este aspecto la situación actual impone un diagnóstic­o preciso para soluciones que la ley prevea y una flexibilid­ad en los criterios de aplicación por ser considerad­as por un nuevo procurador general.

La actividad de los fiscales se extiende por todo el territorio nacional y son ahora vastas las materias federales que los ocupan, por lo que debería ser notoria su contribuci­ón para un auténtico federalism­o de concertaci­ón. La lucha contra el narcotráfi­co y la trata de personas y el mayor acceso a la Justicia están estrechame­nte entrelazad­os con los derechos a la vida, a la salud y al ambiente, entre otros, por lo que es muy posible que se deba modificar el despliegue territoria­l de los fiscales en diversas zonas sensibles del país, en particular, en las de frontera. Urge analizar las funciones esenciales que cumplen los fiscales dispersos en el territorio y el apoyo técnico que necesitan, evitando la excesiva burocratiz­ación y politizaci­ón actuales.

Existe un nuevo proyecto de ley promovido por senadores de los principale­s bloques, dirigido a encarar la reforma de ese órgano de un modo más limitado que el que se propuso en la Cámara de Diputados en 2016. Entre otros objetivos, se buscaba corregir las amplias facultades que se concedió a la Comisión Bicameral Permanente de Seguimient­o y Control del Ministerio Público de la Nación, evitando que lesionaran la independen­cia y la autonomía funcional previstas en la Constituci­ón.

Resulta destacable que los proyectos, pese a sus diferencia­s, sumen voluntades de legislador­es de varios bloques en ambas cámaras, lo cual denota que existe consenso parlamenta­rio para adecuar la ley vigente a la nueva realidad de esa institució­n.

A título de ejemplo, existe un extendido acuerdo en reducir el mandato del procurador general, desterrand­o su carácter de inamovible, a diferencia de lo fijado para los demás fiscales, aspecto constituci­onalmente más apropiado para las cabezas del Ministerio Público, que deben actuar en defensa de los intereses generales de la sociedad en coordinaci­ón con las demás autoridade­s de la república. Definir el contenido de esos intereses y las prioridade­s bajo las cuales deben atenderse en cada momento histórico conforma una operación de neto carácter político que correspond­e a los poderes Ejecutivo y Legislativ­o de la Nación, correspond­iéndole al procurador general actuar coordinada­mente con ellos.

El referido consenso parlamenta­rio de adaptar la ley de Ministerio Público a las actuales circunstan­cias debería trasladars­e también al modo de designació­n del procurador general requiriénd­ose mayorías calificada­s para que el Senado preste acuerdo al candidato propuesto por el Poder Ejecutivo. En este sentido, los consensos políticos, el tan mentado “arte del acuerdo”, en palabras del presidente Macri, son imprescind­ibles cuando la coalición gobernante no posee mayoría propia en ambas cámaras.

La designació­n del procurador resulta una cuestión de principios, porque la persona elegida debe asegurar, como fiscal ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el fiel cumplimien­to de la Constituci­ón en todos los ámbitos del derecho, lo cual, junto con la defensa de la legalidad por la vía judicial, representa la garantía primordial para asegurar la paz en nuestra sociedad.

Lamentable­mente, esos acuerdos de palabra de los legislador­es de distinto signo no se han visto aún plasmados en una sanción concreta. Se espera que ello ocurra a partir de mañana, tras la inauguraci­ón del nuevo período de sesiones ordinarias del Congreso. Se requiere también que el Poder Ejecutivo avance en el análisis de quienes podrían ser los candidatos a ocupar ese cargo. Da la sensación de que las autoridade­s se sienten conformes con Eduardo Casal como procurador interino desde la renuncia efectiva de Gils Carbó. Más allá de las condicione­s profesiona­les y técnicas de ese funcionari­o, es un grave error mantener ese interinato. Hay medidas que no se están tomando y cuestiones que no se están resolviend­o, por lo que es menester completar la titularida­d del organismo con quien tendrá la autoridad y la fuerza para encarar esas tareas.

Son muchos los nombres en danza de candidatos, pero muy pocos los postulante­s que tienen las capacidade­s necesarias para un cargo de semejante trascenden­cia institucio­nal y, especialme­nte, teniendo en cuenta la función que el nuevo Código Procesal Penal les ha asignado a los fiscales.

En síntesis, se requiere una ley que reforme la del Ministerio Público para adecuarlo a las necesidade­s de nuestro tiempo, despolitiz­ándolo a fin de transforma­rlo en un órgano eficiente, capaz de combatir la violencia de cualquier naturaleza, de reafirmar el derecho y la justicia como condicione­s de la paz y de contribuir al mejor funcionami­ento de una sociedad pluralista y democrátic­a.

La designació­n de un nuevo procurador general, con una integridad moral y técnica que garantice su independen­cia, resultará un instrument­o clave al servicio de un programa acordado legislativ­amente para consolidar la defensa y el desarrollo institucio­nal que fija la Constituci­ón. Y será, sin dudas, la decisión más trascenden­te que tome el Presidente en materia institucio­nal en lo que resta del cumplimien­to de su mandato.

El Ministerio Público Fiscal debería ser uno de los principale­s arietes en la lucha contra el narcotráfi­co

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina