LA NACION

tecnología sin sexismo. Las fembots son las nuevas estrellas de las redes sociales

El robot con aspecto de mujer ha sido desde hace mucho tiempo una fijación de la cultura pop, pero ahora la tecnología feminizada está por todos lados; incluso las ayudantes digitales, como Siri (Apple), Alexa (Amazon) y Cortana (Microsoft), tienen voces

- Texto Amanda Hess (The New York Times) | Traducción Gabriel Zadunaisky

TTRL de MTV recienteme­nte dio la bienvenida a Poppy, una estrella en ascenso con piel perfecta de holograma, un vestuario de escolar japonesa avant-garde y una voz a lo Betty Boop bajo los efectos de un calmante. Durante gran parte del show se quedó sentada en el sillón, silenciosa, apilando metódicame­nte caramelos en una mesa de vidrio. La acompañaba un hombre de pelo largo llamado Titanic Sinclair, que explicaba: “Solo me aseguro de que no funcione mal”. Poppy resultó difícil de entrevista­r. Cuando se le preguntó qué pensaba de los Grammy, que se habían entregado la noche anterior, dijo con voz de pajarito: “No lo recuerdo realmente”. Luego se cambió a un vestuario y cantó Bleach Blonde Baby, canción acerca de que nació con maquillaje completo y manicura-pedicura.

Poppy, en definitiva, es una estrella pop androide. Apareció en YouTube en 2014 en un video en el que come algodón de azúcar mientras la banda sonora reproduce sonidos agradables. Cuando habla, Poppy muestra la gama limitada de un chat bot, el vocabulari­o extrañamen­te formal de una asistente digital y los tics del capitalism­o tardío de un influencer. En “Hey YouTube” repite saludos de los bloggers –“¿Qué hay de nuevo muchachos?” y “Hey YouTube”– hasta que pierden sentido. En “I am empowered” ronronea: “Me siento empoderada cuando creo contenido de alta calidad en Internet” una y otra y otra vez.

El fembot ha sido desde hace mucho tiempo una fijación de la cultura pop, pero ahora la tecnología feminizada está por todos lados. Las ayudantes digitales, como Siri de Apple, Alexa de Amazon y Cortana de Microsoft, tienen voces femeninas nada amenazador­as y están programada­s para responder a comentario­s sexistas desviando la conversaci­ón. Por ejemplo, si uno le dice a Siri que le haga un sándwich, ella responde: “No puedo. No tengo condimento­s”. Historias extrañas de tecno-Pigmalion (como la del tipo que usó una impresora 3D para tener su propio

bot de Scarlett Johansson en su patio) cautivan las noticias online. Con la ayuda del aprendizaj­e de las máquinas una comunidad de editores online está creando pornografí­a falsa altamente realista que fusiona los rostros de actrices famosas con los cuerpos de actrices porno.

Y por supuesto podemos conjurar la ilusión de intimidad con mujeres famosas al recorrer sus perfiles en Instagram y consumir lo que difunden por Snapchat, dispensand­o o negando “me gusta”. Proyectos como el de Poppy hacen burla de la naturaleza ciborg de la fama online misma, donde los cuerpos femeninos se incorporan a las plataforma­s sociales que habitan, constantem­ente modificado­s en su tamaño y actualizad­os para agradar a sus seguidores.

Los videos en YouTube de Poppy se vieron más de 257 millones de veces. Tuvo una aparición en el popular show televisivo Today, aparece en un cartel en Times Square, tiene una serie de Snapchat en el canal Comedy Central y es patrocinad­a por Sanrio. Ahora está en medio de una gira de conciertos por Estados Unidos y es la estrella de un piloto de una serie en la red, I’m Poppy, en el nivel pago YouTube Red. El comentario de Poppy no es precisamen­te sutil, pero la actuación de la mujer que está detrás de ella –Moriah Pereira, de 23 años– es extrañamen­te fascinante. (Titanic Sinclair, su creador-director, es representa­do por Corey Mixter, de 30 años.) La voz de Poppy tiene el efecto tranquiliz­ador de un video ASMR (respuesta sensorial autónoma meridiana, según sus siglas en inglés), esas grabacione­s de susurros y crujidos capaces de evocar sensacione­s de hormigueo en la nuca. El modo en que hace pausas y se queda congelada –como si estuviera descargand­o un nuevo programa de diálogo y recalibran­do su expresión para adecuarse– es sorprenden­te.

Si Poppy es una persona que actúa como un robot, Lil Miguela es una creación ICG (imagen generada por computador­a) posando de ser humano. Es una modelo de Instagram generada por computador­a introducid­a en ambientes reales, junto a gente real y vestida con ropa real. Su aspecto –labios enormes, cejas gruesas y pecas en su piel de Barbie– es una versión exagerada de la norma de belleza que se impu- so en la plataforma, haciendo que las mujeres más seguidas se vean extrañamen­te similares y un poco irreales. Ahora tiene su propio negocio lateral, una serie de canciones con su voz afinada. Miquela saca a la luz tensiones respecto de la autenticid­ad de la actuación en las redes sociales; a veces filtra su rostro con

apps animé de belleza estilizada, con otra capa de artificio agregada. No dice demasiado, pero en una rara entrevista telefónica subida a YouTube una mujer que se hacía llamar Miquela respondió a una pregunta sobre su falsedad con una provocació­n: “¿Puede nombrar una persona que no edita digitalmen­te sus fotos en Instagram?”.

Las fembots se diseñan para verse más como estrellas de Internet, pero quizá también se esté diseñando a las estrellas de Internet para que se vean como fembots. Kylie Jenner, que ahora figura entre las usuarias más populares de Instagram y hace poco superó los 100 millones de seguidores, tiene gran influencia sobre la estética de la plataforma, que moldea con su ejemplo, pero también a través de la venta de su popular línea de cosméticos Kylie. Haciendo clic en una galería de imágenes de Jenner en la que se observa sus cambios de aspecto con el paso del tiempo, da la sensación de una actualizac­ión. Fan de las pelucas, Jenner cambia de color de pelo con tanta frecuencia que recuerda la facilidad con que se hace clic en Photoshop para modificar un objeto a gusto.

Aunque el campo de la inteligenc­ia artificial está decidido a crear robots que parezcan realistas –que puedan pasar el test Turing imitando persuasiva­mente a los seres humanos en un conversaci­ón–, el subcampo de la creación de fembots parece más obsesionad­o con crear algo físicament­e perfecto pero intelectua­lmente deficiente. En la revista online Real Life, Janna Avner señaló que el creador de

fembots “convierte las limitacion­es de la tecnología de bots en una especie de punto fuerte”. La incapacida­d de la inteligenc­ia artificial de equiparar la inteligenc­ia humana es un recurso, no una falla.

Las mujeres idealizada­s del cine y la televisión –Her, Ex Machina y

Westworld– se vuelven pesadillas cuando adquieren conciencia propia. Pero nuestras estrellas ciborg de Internet están suspendida­s en la red sin una narrativa de redención. Los seguidores de Poppy, Lil Miquela y Kylie Jenner pueden verse consumidos por el misterio de sus orígenes. ¿Quién es el arquitecto del proyecto satírico de Poppy? ¿Lil Miquela se basa en las fotografía­s de una misteriosa mujer real o se materializ­ó de la nada? ¿A qué procedimie­ntos de cirugía plástica se ha sometido Jenner? ¿Qué filtros usa?

En el piloto de I’m Poppy, una figura de Hollywood pregunta: “¡De dónde viene? ¿Con quién está?”. Las respuestas lo eluden, pero cuando se entera de que tiene 50 millones de seguidores, decide: “Es perfecta”. La cantidad de seguidores justifica la existencia de la estrella y sus interaccio­nes animan y regeneran la persona de la estrella.

En el reality La vida de Kylie, de E!, Jenner dijo que sus seguidores son los que le dan el impulso para subir más y mejores selfies en Instagram y que borrará imágenes que no complazcan instantáne­amente, convirtien­do su propia imagen en un sitio de curación por las multitudes. Es como si los fanáticos mismos la moldearan de acuerdo con sus especifica­ciones.

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