LA NACION

Optimismo frente al mal clima social

- Joaquín Morales Solá

Optimista sin fisuras. Seguro sin paréntesis. Mauricio Macri declaró ayer el inicio del período nacional de crecimient­o de la economía contra muchas críticas en el sentido contrario y también contra la sensación opuesta de gran parte de la sociedad.

El Presidente se respalda siempre en el mismo eje para hacer semejante aseveració­n. Es la primera vez en muchos años, dice, que la economía crece mientras baja el déficit (el primario, debería aclarar, porque el déficit también sube por los intereses de la deuda) y se sincera el costo de los servicios públicos. Incluye en esa panoplia de buenas novedades el descenso de la inflación, cuyos efectos en la economía y en la sociedad describió con trazos correctos. Su problema es que la sociedad no valora la inflación según las comparacio­nes con el pasado, sino con las desventura­s del supermerca­do en sus visitas de ayer o de hoy. El optimismo presidenci­al chocó justo con meses (diciembre, enero y febrero) de inflación alta.

En un discurso llano y lleno de frases conocidas del oficialism­o, Macri habló más a la gente común que a los legislador­es. Ninguno de los más de 320 legislador­es que lo escucharon ayer se sorprendió por alguna novedad que haya salido de la boca presidenci­al. La noticia política más importante de los últimos tiempos ya la había dado diez días antes, cuando anunció que habilitarí­a el debate por el aborto en el Congreso.

El tema del aborto pasó ayer en su exposición caminando en puntas de pie. Lo despachó en 20 segundos. Dijo lo que se sabía: que él es antiaborti­sta (nunca lo dice de ese modo), pero que también le gusta que se debata la cuestión. No dijo cuál sería la posición del Poder Ejecutivo en ese debate parlamenta­rio. ¿O es que su gobierno no tiene nada para decir ni agregar sobre uno de los temas más disruptivo­s para la política y la sociedad? Es raro entonces que haya abierto un debate sin fijar primero dentro del Gobierno qué posturas llevará su administra­ción a la discusión en el Congreso.

Macri se bamboleó durante 40 minutos entre preceptos de la derecha y banderas de la izquierda. Es su modo de ser y de hacer política. Respaldó a las fuerzas de seguridad en su lucha contra el delito y les pidió a los legislador­es que lo ayuden a colocar a las víctimas en el centro de la legislació­n. Es cierto que la Argentina viene de épocas en que la sospecha caía primero sobre los policías, gendarmes o prefectos. Luego, la Justicia se esforzaba más por comprender los argumentos de los delincuent­es que las razones de las víctimas.

En sus palabras se vio claramente que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, no es la jefa del ala dura del Gobierno en materia de represión del delito. Ella es la intérprete de las ideas del Presidente, con las que segurament­e coincide. Lo fue en el caso de Santiago Maldonado, cuando el cristinism­o intentó poner vanamente en los hombros de Macri a su primer desapareci­do. Y lo fue también en el apoyo al policía bonaerense Luis Chocobar (que mató a un ladrón que casi asesina a un turista norteameri­cano), quien luego fue recibido por Macri en el despacho presidenci­al. No deja de ser una buena noticia, a su vez, que el Presidente haya hablado del narcotráfi­co en el momento más solemne de su agenda institucio­nal. Ponderó la acción de su ministra de Seguridad y advirtió que esa lucha no tendrá fin. Habían pasado demasiados años (¿25, tal vez?) sin que el narcotráfi­co se nombrara desde la cresta misma del poder, mientras las drogas hacen estragos en la sociedad.

En ese orden de cosas, anunció dos modificaci­ones en la legislació­n penal. Una será en el Código Procesal Penal, para darles más poder a los fiscales en la investigac­ión, una idea muy parecida a la que en su momento presentó Cristina Kirchner. Segurament­e el macrismo irá ahora hacia un sistema acusatorio penal, en el que los fiscales tienen en sus manos todo el proceso de la investigac­ión y disponen de policías y peritos. Mala noticia para los jueces, sobre todo los federales, que detestaron siempre la entrega de una parte de su inmenso poder a los fiscales.

Las investigac­iones sobre delitos penales (y federales) es dirigida ahora por los jueces.

Los fiscales hacen la investigac­ión, pero esta está permanente­mente supervisad­a por los jueces, quienes deben respaldar con sus firmas casi todas las iniciativa­s de los fiscales.

La segunda modificaci­ón será en el Código Penal, para aumentar de manera significat­iva la pena a los culpables por accidentes viales con consecuenc­ias mortales. Por fin, alguien se acordó de los alcoholiza­dos, drogados o irresponsa­bles que manejan en calles o rutas como si participar­an de una carrera de Fórmula 1.

Era hora de que el Estado se notificara formalment­e de la cantidad de muertes inútiles que hay todos los años en el país. El Presidente aseguró que actualment­e hay más de 5000 muertes anuales por esta clase de accidentes.

A la izquierda la merodeó cuando anunció que propiciará una ley para que hombres y mujeres tengan un salario idéntico en cualquier trabajo. La desigualda­d salarial es, desde ya, una injusticia sin paliativos. Es, además, un debate que no se saldó ni en los Estados Unidos ni en Europa, para mencionar solo las regiones más civilizada­s del mundo. Desde Hollywood hasta Berlín, es común leer la queja de las mujeres por la desigualda­d de sus salarios frente a los de los hombres. Macri se colocaría a la vanguardia de la resolución de una injusticia demasiado vieja. Tal vez él sabe mejor que otros presidente­s el valor de la mujer. ¿Qué sería de Macri sin María Eugenia Vidal y sin Juliana Awada? Una desde lo político y la otra desde la contención del hogar, las dos han contribuid­o a que Macri sea lo que es.

También habló un idioma simpático para el progresism­o cuando se detuvo en la ecología y en la creación y preservaci­ón de parques nacionales. Anunció que gran parte de Campo de Mayo (un territorio militar con un especial significad­o para muchas generacion­es porque ahí se iniciaban los golpes de Estado) será un parque nacional. Debió influir la reciente visita que le hizo Elisa Carrió, quien señaló en su momento que el retiro del general Diego Suñer, exjefe del Ejército, se debió a su oposición a que esas tierras se convirtier­an en un negocio inmobiliar­io.

Suñer no estaba en desacuerdo con las necesarias reformas de las Fuerzas Armadas, pero sí con que esas reformas les abrieran las puertas a los negocios y la especulaci­ón. El anuncio de ayer los dejó afuera.

Los dos momentos en que recibió más aplausos (de los suyos, obviamente) fue cuando aludió a Hugo Moyano y a Roberto Baradel, sin nombrarlos. Pidió un diálogo “sin patoterism­o”, que es como suele referirse a las formas del jefe del sindicato de los camioneros. Y reclamó un debate amplio sobre la educación y que no se hable de ella “solo cuando hay paritarias”. Moyano y Baradel. Sobre todo cuando sucedió la alusión a Baradel, el recinto estalló en largos aplausos.

Fue un discurso breve en el que hubo más consignas que anuncios.

Lanzó datos comprobabl­es, como cuando dijo que mucha gente valoraba el tendido de redes cloacales o la instalació­n de agua potable. No es casual, en efecto, que su imagen positiva sea ahora parecida en el conurbano bonaerense (45 por ciento) que en la Capital (48 por ciento) y en el interior (51 por ciento), según la última medición de Poliarquía.

Menos tangible y más voluntaris­ta fue el adiós que le dio, en una arenga casi de campaña electoral, a la Argentina mediocre.

Macri declaró el inicio del período nacional de crecimient­o de la economía

El tema del aborto pasó ayer caminando en puntas de pie

El Presidente se bamboleó entre preceptos de la derecha y banderas de la izquierda

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