LA NACION

Para Macri, vamos bien, aunque no lo veamos

- Claudio Jacquelin

En una nueva versión de la famosa frase que instauró Carlos Menem (“estamos mal, pero vamos bien) puede sintetizar­se el espíritu del penúltimo discurso de apertura de sesiones extraordin­arias de Mauricio Macri: “Estamos bien (aunque no lo vean) y vamos a estar mejor”.

Con esa idea fuerza abrió y cerró una alocución con la que se propuso evitar la confrontac­ión y ampliar la base de sustentaci­ón. El homenaje a los tripulante­s del submarino San Juan y la sucesión de “gracias” a los legislador­es funcionaro­n a manera de prólogo de una planificad­a puesta en escena. El recinto respondió en sintonía y confirmó la ausencia de anuncios de proyectos conflictiv­os: no hubo abucheos ni incidentes.

Macri contó con una ayuda externa no planificad­a: la ausencia de la principal referente opositora. Cristina Kirchner volvió a mostrar escaso espíritu democrátic­o, siguió desconocié­ndolo como presidente, al tiempo que resignó protagonis­mo y le quitó pirotecnia a la sesión.

El desarrollo del discurso mostró la postulació­n de una agenda legislativ­a dominada por los temas sociales, con la que el Gobierno busca que los conflictos expresen diferencia­s por conviccion­es personales antes que por enrolamien­tos partidario­s. Una manera de evitar cualquier unidad opositora o, mejor aún, de mantener la fragmentac­ión que tanto rédito le ha dado. La experienci­a de fin de año con el tratamient­o de las reformas previsiona­l y fiscal mostró una “unidad en la acción” de los opositores que encendió alarmas en Cambiemos.

La reafirmaci­ón insistente de que la inflación está bajando, el déficit descendien­do y el PBI creciendo por segundo año consecutiv­o estuvo en el centro de la prédica. “Lo peor ya pasó”, sostuvo Macri. Pero también debió admitir que son pocos los logros en lo económico que la sociedad mayoritari­amente percibe. Por eso habló de crecimient­o invisible y de la construcci­ón de bases para el desarrollo. Evitó una pelea perdida de antemano: las percepcion­es subjetivas son más poderosas que eventuales realidades objetivas. Y lo remató con un eslogan distintivo de la filosofía pragmática de Cambiemos: “Haciendo lo que hay que hacer”

En el meollo de lo propositiv­o estuvieron la paridad de género salarial, la ampliación de la licencia por paternidad, mejoras en la educación, el aumento de espacios verdes y seguridad vial, la profundiza­ción del combate contra el narcotráfi­co y la habilitaci­ón del debate sobre la legalizaci­ón del aborto, con la reafirmaci­ón de que él está en contra de la interrupci­ón del embarazo.

Cuando habló de la seguridad también reafirmó el objetivo de salir de posiciones extremas: ni abolicioni­smo ni mano dura, explicitó. Pero no eludió su sesgo ajeno al progresism­o, al reafirmar el apoyo sin matices a las fuerzas de seguridad.

Mencionó como logros no reconocido­s las medidas tomadas para dar más transparen­cia al Estado y evitar los conflictos de intereses , la mejora en el índice de percepción de la corrupción y la limitación para la designació­n de familiares en el Estado. Poco después, no el presente pero sí el pasado de uno de sus funcionari­osvolvió echar sombras en la materia: desde Brasil llegó la imputación al jefe de la inteligenc­ia estatal, Gustavo Arribas, de haber sido beneficiar­io de una operación de lavado de dinero. El Presidente había dicho :“En estos dos años, los funcionari­os nos pusimos límites como nunca antes, para garantizar que no estamos acá para beneficiar­nos”. El caso particular puede que no contra diga esa afirmación, pero la opaca.

En temas de impacto económico bordeó el tema laboral y confirmó el desguace de la reforma que fracasó en diciembre. Solo hizo hincapié en la ley de blanqueo y dejó para la discusión tripartita la reforma de convenios con una muy cuidada mención a los sindicalis­tas que se le oponen, encabezado­s por Hugo Moyano. Pidió que se debata en estos temas “sin patoterism­o ni extorsión”. Y citó casos de convenios modificado­s, como el de los petroleros, mecánicos y lecheros. Sus ejemplos virtuosos. En el mismo sentido, reprochó que solo se discuta sobre educación en tiempos de negociacio­nes salariales

En el terreno económico también tuvo un reclamo modesto al Parlamento: que apruebe el proyecto de ley de mercado de capitales, que ya tiene media sanción y que permitirá tomar más deuda interna y evitar la dependenci­a del crédito externo, una de las grandes fragilidad­es del modelo.

Confirmó así que busca evitar negociacio­nes costos as con la oposicióny que está convencido de que no necesita (o va prescindir) de la aprobación de nuevas leyes para que la economía crezca y que se sienta. Una vez más, apuesta al crédito cronológic­o de la sociedad. Todo un gesto de audacia en momentos en que la principal caída en las encuestas se da en el rubro de las expectativ­as.

En el discurso no hubo épica y la sintaxis fue más parecida a una orden del día que a una pieza literaria destinada a impactar en las emociones. Tanto como para que la exposición saltara, sin siquiera un puente retórico, de la licencia por paternidad a la “revolución en el turismo”. Apenas sobre el final hubo un intento de conmover a agnósticos con la prédica y pidió un acto de fe: “Abran su mente y su corazón porque lo que les proponemos de buena fe va a funcionar”, dijo. La ingeniería le había ganado otra batalla a la oratoria.

Para cerrar el círculo dialéctico expresado en el “estamos bien (aunque no lo vean) y vamos a estar mejor”, Macri abandonó la extrema formalidad que se impuso durante la lectura de todo su discurso para corear con sus legislador­es el himno oficialist­a “Sí, se puede”.

Está claro que todavía hay dudas al respecto, pero, al menos en el Congreso, pudo salir airoso.

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Claudio Jacquelin —LA NACIoN—

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