Para Macri, vamos bien, aunque no lo veamos
En una nueva versión de la famosa frase que instauró Carlos Menem (“estamos mal, pero vamos bien) puede sintetizarse el espíritu del penúltimo discurso de apertura de sesiones extraordinarias de Mauricio Macri: “Estamos bien (aunque no lo vean) y vamos a estar mejor”.
Con esa idea fuerza abrió y cerró una alocución con la que se propuso evitar la confrontación y ampliar la base de sustentación. El homenaje a los tripulantes del submarino San Juan y la sucesión de “gracias” a los legisladores funcionaron a manera de prólogo de una planificada puesta en escena. El recinto respondió en sintonía y confirmó la ausencia de anuncios de proyectos conflictivos: no hubo abucheos ni incidentes.
Macri contó con una ayuda externa no planificada: la ausencia de la principal referente opositora. Cristina Kirchner volvió a mostrar escaso espíritu democrático, siguió desconociéndolo como presidente, al tiempo que resignó protagonismo y le quitó pirotecnia a la sesión.
El desarrollo del discurso mostró la postulación de una agenda legislativa dominada por los temas sociales, con la que el Gobierno busca que los conflictos expresen diferencias por convicciones personales antes que por enrolamientos partidarios. Una manera de evitar cualquier unidad opositora o, mejor aún, de mantener la fragmentación que tanto rédito le ha dado. La experiencia de fin de año con el tratamiento de las reformas previsional y fiscal mostró una “unidad en la acción” de los opositores que encendió alarmas en Cambiemos.
La reafirmación insistente de que la inflación está bajando, el déficit descendiendo y el PBI creciendo por segundo año consecutivo estuvo en el centro de la prédica. “Lo peor ya pasó”, sostuvo Macri. Pero también debió admitir que son pocos los logros en lo económico que la sociedad mayoritariamente percibe. Por eso habló de crecimiento invisible y de la construcción de bases para el desarrollo. Evitó una pelea perdida de antemano: las percepciones subjetivas son más poderosas que eventuales realidades objetivas. Y lo remató con un eslogan distintivo de la filosofía pragmática de Cambiemos: “Haciendo lo que hay que hacer”
En el meollo de lo propositivo estuvieron la paridad de género salarial, la ampliación de la licencia por paternidad, mejoras en la educación, el aumento de espacios verdes y seguridad vial, la profundización del combate contra el narcotráfico y la habilitación del debate sobre la legalización del aborto, con la reafirmación de que él está en contra de la interrupción del embarazo.
Cuando habló de la seguridad también reafirmó el objetivo de salir de posiciones extremas: ni abolicionismo ni mano dura, explicitó. Pero no eludió su sesgo ajeno al progresismo, al reafirmar el apoyo sin matices a las fuerzas de seguridad.
Mencionó como logros no reconocidos las medidas tomadas para dar más transparencia al Estado y evitar los conflictos de intereses , la mejora en el índice de percepción de la corrupción y la limitación para la designación de familiares en el Estado. Poco después, no el presente pero sí el pasado de uno de sus funcionariosvolvió echar sombras en la materia: desde Brasil llegó la imputación al jefe de la inteligencia estatal, Gustavo Arribas, de haber sido beneficiario de una operación de lavado de dinero. El Presidente había dicho :“En estos dos años, los funcionarios nos pusimos límites como nunca antes, para garantizar que no estamos acá para beneficiarnos”. El caso particular puede que no contra diga esa afirmación, pero la opaca.
En temas de impacto económico bordeó el tema laboral y confirmó el desguace de la reforma que fracasó en diciembre. Solo hizo hincapié en la ley de blanqueo y dejó para la discusión tripartita la reforma de convenios con una muy cuidada mención a los sindicalistas que se le oponen, encabezados por Hugo Moyano. Pidió que se debata en estos temas “sin patoterismo ni extorsión”. Y citó casos de convenios modificados, como el de los petroleros, mecánicos y lecheros. Sus ejemplos virtuosos. En el mismo sentido, reprochó que solo se discuta sobre educación en tiempos de negociaciones salariales
En el terreno económico también tuvo un reclamo modesto al Parlamento: que apruebe el proyecto de ley de mercado de capitales, que ya tiene media sanción y que permitirá tomar más deuda interna y evitar la dependencia del crédito externo, una de las grandes fragilidades del modelo.
Confirmó así que busca evitar negociaciones costos as con la oposicióny que está convencido de que no necesita (o va prescindir) de la aprobación de nuevas leyes para que la economía crezca y que se sienta. Una vez más, apuesta al crédito cronológico de la sociedad. Todo un gesto de audacia en momentos en que la principal caída en las encuestas se da en el rubro de las expectativas.
En el discurso no hubo épica y la sintaxis fue más parecida a una orden del día que a una pieza literaria destinada a impactar en las emociones. Tanto como para que la exposición saltara, sin siquiera un puente retórico, de la licencia por paternidad a la “revolución en el turismo”. Apenas sobre el final hubo un intento de conmover a agnósticos con la prédica y pidió un acto de fe: “Abran su mente y su corazón porque lo que les proponemos de buena fe va a funcionar”, dijo. La ingeniería le había ganado otra batalla a la oratoria.
Para cerrar el círculo dialéctico expresado en el “estamos bien (aunque no lo vean) y vamos a estar mejor”, Macri abandonó la extrema formalidad que se impuso durante la lectura de todo su discurso para corear con sus legisladores el himno oficialista “Sí, se puede”.
Está claro que todavía hay dudas al respecto, pero, al menos en el Congreso, pudo salir airoso.