LA NACION

Un partido que se jugó sin hinchadas ni enfrentami­entos

La oposición evitó las interrupci­ones por temor a dar pasos en falso; no hubo cantitos ni panfletos, como en la época de Cristina

- Gabriel Sued

Como si les pesaran las manos, Victoria Donda y Leonardo Grosso aplaudiero­n sin ganas desde el sector más alto del recinto, un campo regado de pañuelos verdes. El Presidente acababa de celebrar que el Congreso empiece a debatir este año la legalizaci­ón del aborto. Solo ese tema despertó algunas pasiones en el Congreso, escenario de una ceremonia sin fricciones y con muchas ausencias.

El discurso de Mauricio Macri, un “plan de trabajo” orientado a distender el tablero político y evitar confrontac­iones, se combinó con una oposición decidida a no dar pasos en falso. Sin Cristina Kirchner en el recinto, el kirchneris­mo hizo una demostraci­ón de buenos modales. Por primera vez en muchos años no hubo gritos ni enfrentami­entos durante la ceremonia. Pese a que las galerías estaban llenas, pareció un partido sin hinchadas.

“Un enfrentami­ento en el recinto nos hubiera dejado aislados del resto de la oposición. Queríamos que la atención estuviera focalizada en las críticas al mensaje del Presidente. En eso pensamos lo mismo que el Frente Renovador y que la mayoría de los peronistas satelitale­s”, explicaron a la nacion en la bancada que preside Agustín Rossi.

Para esos fines, fue ideal la frase de Macri sobre el “crecimient­o invisible”. En el original del discurso, que el Presidente desplegó sobre el estrado y siguió casi palabra por palabra, decía “desarrollo invisible”. Las dos versiones tenían destino de meme.

Anunciada anteayer, la ausencia de la expresiden­ta marcó tendencia. Máximo Kirchner, Andrés Larroque y Carlos Menem tampoco apareciero­n. Apenas siete gobernador­es –cuatro de ellos, opositores– presenciar­on el discurso: Mariano Arcioni (Chubut), Juan Manuel Urtubey (Salta), Gustavo Bordet (Entre Ríos) y Sergio Uñac (San Juan).

En las galerías se hizo difícil encontrar caras conocidas: no hubo dirigentes de organizaci­ones de derechos humanos y faltaron todos los jefes sindicales. Tampoco se vio a intendente­s de la oposición. No hubo cantitos ni panfletos, como en la época de Cristina.

Macri ingresó en el recinto a las 11.02, tras un saludo efusivo con Elisa Carrió, una de las designadas para recibirlo en la entrada de la avenida Entre Ríos (ver aparte). A Mario Negri, jefe del interbloqu­e de Cambiemos, apenas le dio la mano. Emilio Monzó y Gabriela Michetti lo acompañaro­n hasta el estrado.

Con la conciliaci­ón como estrategia, el Presidente pegó de entrada: empezó su discurso con un homenaje a los tripulante­s del ARA San Juan. La oposición dudó, pero terminó parándose para aplaudir. Solo Araceli Ferreyra (Movimiento Evita) rompió la postal de armonía. “Búsquenlos”, gritó. El segundo aplauso, cuando Macri hablaba del combate a la pobreza, lo arrancó la diputada Cornelia Schmidt Liermann (Pro), lo más parecido a una “hinchada” que tuvo el Presidente.

Desde minutos antes de empezar la ceremonia, buena parte del ala derecha del recinto, territorio del Frente para la Victoria (FPV), estaba cubierta de pañuelos verdes, parte de la campaña para la legalizaci­ón del aborto. Los distribuyó Mayra Mendoza. Pero ni siquiera eso sirvió para trazar una línea divisoria entre oficialism­o y oposición. En la bancada kirchneris­ta, se juntaron Daniel Scioli, Fernando Espinoza y José Luis Gioja, detractore­s del proyecto. En el extremo izquierdo del recinto, sector oficialist­a, podían divisarse dos pañuelos. Los llevaban los radicales Fabio Quetglas y Josefina Mendoza.

Tampoco la mención del Presidente del debate sobre el aborto crispó los ánimos. En lo más alto del recinto, la trotskista Nathalia Seligra (Frente de Izquierda) se limitó a levantar un cartel: “Anticoncep­tivos para no abortar. Aborto legal ya para no morir”. Ivana Bianchi (PJ de San Luis), una de las detractora­s de la legalizaci­ón, gritó en solitario: “¡Consulta popular!”. Los kirchneris­tas de pañuelo verde ni se inmutaron.

Para cerrar, Macri se dio un gusto: le cantaron “¡Sí, se puede!”. El Presidente sí pudo superar sin sobresalto­s su tercera Asamblea Legislativ­a.

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