LA NACION

Un día distinto para Macri. Del último repaso del discurso al regreso a Olivos

El Presidente practicó hasta el cansancio el texto que leyó en el Congreso; sus colaborado­res lo notaron “menos nervioso” que en las oportunida­des anteriores

- Jaime Rosemberg LA NACION

Se levantó muy temprano y repasó una y otra vez el texto acordado, mientras su esposa, Juliana Awada, y su hija Antonia lo acompañaba­n, en el desayuno primero, a prudente distancia después. No se trataba, por cierto, de un día más: el presidente Mauricio Macri estaba dispuesto a hablar ante el Congreso de sus obsesiones, de sus objetivos a futuro y del “hacer”, algo que lo desvela, según repetía ayer uno de sus principale­s colaborado­res.

El resultado del trabajo previo sorprendió a quienes lo ayudaron a delinear el discurso que dio en la Cámara de Diputados, en el que Macri “aportó mucho” según reconocier­on desde el equipo encargado de su discurso. Sus colaborado­res lo notaron “menos nervioso” que en sus dos discursos anteriores ante el Congreso, y más “auténtico”, sobre todo en los minutos finales, en los que abandonó los papeles que tenía a la vista e improvisó una arenga que incluyó un pedido de colaboraci­ón a la oposición.

En las horas previas, Macri estaba, según lo describier­on dos funcionari­os que lo vieron, “tranquilo y feliz”, después de muchas horas de idas y venidas con el texto, en el que trabajaron el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el equipo de discursos, que encabezan el filósofo Alejandro Rozitchner, Julieta Herrero y Hernán Iglesias Illia.

La tranquilid­ad fue tal que varios de los que colaboraro­n en el texto se fueron anteanoche a jugar el tradiciona­l “picado” de fútbol en Olivos. Macri prefirió no hacerse ver en la cancha y sí concentrar­se en lo que tenía para decir.

Sin Juliana ni Antonia, que se quedaron en la quinta presidenci­al, el Presidente salió pasadas las 10 de Olivos, junto a su secretario Mariano Lomolino, único testigo de la previa. Llegó en helicópter­o a la explanada de la Casa Rosada y desde allí –sin ingresar al edificio– abordó el auto que lo llevó por la Avenida de Mayo hasta la 9 de Julio, donde se sumó el Regimiento de Granaderos a Caballo.

Así llegó, minutos antes de las 11, al Congreso. Fue efusivo al saludar sonriente a los propios –Gabriela Michetti, Emilio Monzó, Elisa Carrió y Mario Negri– y distante con algunos adversario­s, como el puntano Adolfo Rodríguez Saá, que formaron parte de la comisión de recepción. Se demoró un rato firmando los libros de honor de ambas cámaras, solo con el presidente de la Cámara baja como testigo de la dedicatori­a. La palabra “valores” apareció, nítida y en letras de imprenta, en ambas dedicatori­as presidenci­ales.

Ya ubicado en el recinto, leyó el texto –fueron 39 minutos de discurso–, en el que apuntó sin nombrarlos a dos de sus adversario­s del sindicalis­mo, Hugo Moyano y Roberto Baradel. Cumplió con lo acordado con sus colaborado­res: hablar “un poco de lo que se hizo y otro poco lo que se quiere hacer”.

Aportes

El ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, había sido más consultado en las últimas horas que su antecesor Jorge Lemus en las dos ocasiones anteriores. La razón era muy clara: la despenaliz­ación del aborto, que el Presidente incluyó en su discurso y que se transformó en tema ineludible de la agenda parlamenta­ria. Su rostro cambió, en un tramo, ante una inusual autorrefer­encia personal: el secuestro que sufrió, en sus épocas de joven empresario en aquel lejano 1991, a manos de la llamada “banda de los comisarios”. Una referencia aún dolorosa que él relacionó con los cambios en el Código Penal que el Poder Ejecutivo impulsará en el Congreso.

Al final, y al modo de un cantante de rock, levantó sonriente el brazo derecho cuando desde las barras se escuchó el cantito de campaña: “Sí se puede”.

En la Casa Rosada semivacía, la evaluación era positiva. “Estuvo muy tranquilo, no hubo diputados que lo hostigaran y eso lo mantuvo en su eje”, estimó un funcionari­o, que relativizó que el Presidente no hiciera referencia­s a la Reparación Histórica para Jubilados o al dólar, que pasó los $20. Desde Olivos, su esposa comentaba a sus íntimos lo “orgullosa” que estaba de su marido, porque sabe “el amor y el compromiso que pone todos los días” a su tarea.

El retorno a la actividad “normal” –como le gusta decir a la administra­ción con origen en Pro– se dio de manera inmediata, al igual que en los dos años anteriores. No fue al dentista, como sí lo hizo en marzo de 2016, sino directamen­te a la Casa Rosada, a la que llegó minutos pasadas las 12 para una reunión de coordinaci­ón.

La agenda continuó con un almuerzo (empanadas y gaseosas) con jóvenes emprendedo­res que se anotaron por las redes sociales para conocerlo; una reunión de gestión con el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y otra con la viuda del empresario Douglas Tompkins. A las 17.25, el helicópter­o regresó a la quinta presidenci­al de Olivos. En él viajaba el Presidente, satisfecho con la jornada que acababa de vivir.

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