LA NACION

Con algunas escuelas en obra, empezaron las clases

El ciclo lectivo de la ciudad se adelantó dos días al de casi todo el país; todavía no se resolvió la paritaria docente

- Fernando J. de Aróstegui LA NACION

Ayer empezaron las clases para los niveles inicial y primario en la Capital, con excepción de algunas pocas escuelas donde por diversas razones se afectó el normal dictado. Sin embargo, el nuevo ciclo lectivo perderá muy pronto su inercia: la Unión de Trabajador­es de la Educación (UTE) convocó a un paro docente para el lunes y martes en desacuerdo con la oferta de aumento salarial propuesta por el Ministerio de Educación porteño.

Anteayer los 17 gremios docentes rechazaron la oferta oficial del 12% más tres puntos adicionale­s de compensaci­ón por la inflación del año pasado, además de $1000 adicionale­s que se sumarían al salario de febrero.

Mientras se dirime el conflicto, que se encuentra en un cuarto intermedio hasta el lunes, ayer las escuelas abrieron sus puertas y recibieron a los alumnos. El gremio docente Ademys, que había llamado a parar ayer, no convocó ninguna medida de fuerza para hoy.

“De noche los chicos se despertaro­n tres veces preguntand­o: ‘¿Ya es la hora de ir al colegio?’”, se reía Janette Coca del entusiasmo ansioso de sus hijos Ayelén, de 8 años, y Facundo, de 10, que ayer empezaron las clases en la escuela Niñas de Ayohuma, en Parque Chacabuco, adonde asisten unos 400 alumnos al turno mañana y otros 380 al turno tarde.

“Ya están aburridos de las vacaciones y quieren reencontra­rse con sus compañeros”, agregó Janette, que participó a las 8 del acto inaugural que organizó la escuela y al que asistieron unos 150 padres.

A Modesta Cabaña todos los días le da trabajo despertar a su hijo Valentín, que empezó cuarto grado en esa misma escuela. Pero esta vez las cosas fueron muy distintas: “¡Se despertó solo a las 4!”, contó risueña la madre, que atribuyó el insomnio precoz de su hijo a la emoción.

En la Capital hay 460 escuelas públicas de nivel primario común, a las que asisten unos 145.000 alumnos, y 415 de nivel inicial común, con alrededor de 37.000 chicos.

Al iniciarse el acto en la escuela Niñas de Ayohuma, los veteranos alumnos de séptimo grado recibieron simbólicam­ente a los tímidos ingresante­s en primer grado, que esperaban fuera del colegio acompañado­s por sus padres. Entonces, de pronto el monocromát­ico y solemne patio se llenó de coloridas mochilas del Hombre Araña, Cars y Hello Kitty.

Sin embargo, no en todos los establecim­ientos de gestión pública porteños el inicio del ciclo fue organizado con tanta prolijidad.

En la escuela Evaristo Carriego, en Portela al 3100, Villa Soldati, las clases no pudieron empezar. Por la ejecución de una obra, los baños para los 350 chicos que asisten allí aún no están listos y el lugar está lleno de polvillo. Los trabajos se iniciaron hace solo tres semanas y ahora los obreros trabajan 15 horas por día, desde las 4, con el afán optimista de terminar las tareas el domingo. Hoy no habrá clases.

Tampoco comenzó el ciclo en la escuela Isauro Arancibia, en Paseo Colón al 1300, San Telmo, cuyo edificio fue afectado por la traza del metrobús y provisoria­mente se la relocalizó en unas antiguas oficinas del Indec, en Carlos Calvo 190.

“No tenemos pizarrón, armarios ni gas”, reclamó Susana Reyes, directora de la institució­n, y dijo que la fecha de inicio de las clases es incierta. Aunque desde el gobierno afirmaron que las nuevas instalacio­nes se encuentran en perfectas condicione­s.

La misma situación se produjo en la escuela Banderita, en la villa 31, donde tampoco empezaron las clases.

También se encuentra en obras la escuela Ingeniero Octavio Pico, en Lafuente 559, Flores, aunque allí sí hubo un dictado normal. Y, junto con los chicos de guardapolv­o blanco, ayer también ingresaron varios obreros. Una montaña de arena en la vereda, bolsas de cemento, palas, baldes y una mezcladora girando alteraban el aspecto normal del lugar.

Allí, hace dos semanas comenzó la ejecución de una obra en el patio de la escuela, donde fue levantado todo el piso debido a un problema en las juntas de dilatación. Mientras, entre el polvillo y el ruido de las máquinas, los chicos y sus padres asistieron al acto de inauguraci­ón del ciclo lectivo.

“Es terrible, un peligro”, consideró Sandra Ferreyra, de 26 años, madre de cuatro alumnos de entre cinco y once años. “Con estos días de calor, ¿adónde van a ir en los recreos?”, se preguntó, y aunque piensa que la obra es para bien del colegio, recordó que la mayoría de las mejoras introducid­as en la escuela, como los arreglos en las aulas, un aire acondicion­ado y algunos litros de pintura, fueron conseguido­s a través de la cooperativ­a, no del gobierno.

“Es una vergüenza”, se indignó Marilyn Rusomano, madre de un alumno de séptimo grado. “Los chicos deberán estudiar con el ruido de las moladoras alrededor y no tendrán un lugar adecuado para sus clases de educación física”, reclamó.

La directora de la escuela, que prefirió no dar su nombre, fue más moderada que los padres en sus opiniones: “Estar en obras no es lo ideal, pero tampoco impide el inicio de las clases”, dijo, y consideró que la presencia de obreros no es un problema porque están separados de los chicos.

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Soledad aznarez En la escuela Niñas de Ayohuma, los chicos volvieron a las aulas

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