LA NACION

Un paso en la frontera con controles flexibles

Por La Quiaca-Villazón pasaron más de un millón de personas en 2017

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LA QUIACA.– El paso fronterizo de esta ciudad y su par boliviana, Villazón, es un enjambre de personas. Un sinfín de bolsos, mochilas y cajas desfilan por un escáner que no para. En los últimos datos recolectad­os, entre el 1º y el 13 de febrero pasado, 22.544 personas ingresaron a pie al país, y 13.842 pasaron a Bolivia. El transporte público de pasajeros ingresó otros 14.000. Unas 16.000 salieron por aquí del mismo modo.

En 2017 un total de 1.373.502 personas usaron este paso, el 1,73% de los movimiento­s limítrofes en el país. Según la Dirección Nacional de Migracione­s, este paso se ubica en la posición 14 en cuanto al ingreso de personas. Esos números no incluyen el tránsito ilegal entre ambos países.

A las 8 se iza la bandera argentina en el paso. A unos 100 metros, sin demasiado disimulo, unas cuatro personas cruzan por un espacio no autorizado. Como la mayor parte de las fronteras de este país, hay controles, pero funcionan de manera relativa. A lo largo de la mañana un auto del lado boliviano acerca mercadería a la frontera, que luego cruza en carro, surcando un riacho, hacia territorio argentino.

Hay otro gran universo de personas que circulan más libremente: los que residen en un radio de 50 kilómetros de la frontera –de ambos países– y pasan con una credencial que los exime de las largas colas. Van y vuelven en el mismo día. Es el caso del joven que muy temprano ingresa desde Bolivia para ir a trabajar a la terminal de ómnibus de La Quiaca, o el de la mujer que pasa a la Argentina a comprar naranjas. Entre los residentes en nuestro país, una familia regresa camino a Florencio Varela, donde vive, y una joven va a visitar a sus hermanos en Liniers.

En temporada alta, como hoy, se puede demorar hasta una hora para completar el paso por Migracione­s. Hay gritos, confusión y alguna discusión en la fila de los autos, que debería ser por orden de llegada.

Un ómnibus llega a romper con el orden, algo precario, del paso de vehículos. Toda la estructura de la frontera parece haber quedado chica para el volumen de personas que la transitan. El puente peatonal para pasar de Villazón a La Quiaca es tan limitado que muchos grupos optan por dejar todas sus valijas al cuidado de un familiar al final del puente que desemboca en el escáner de Aduana.

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