LA NACION

El mensaje presidenci­al y el ciudadano como eje

Sin confrontar ni aferrarse al pasado, Macri convocó a legislador­es de todos los signos a trabajar juntos para solucionar los temas que más afectan a la gente

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El primer discurso del presidente Macri ante la Asamblea Legislativ­a, en 2016, estuvo fuertement­e dominado por un balance –aunque incompleto– de la herencia de gobierno; el de 2017 privilegió los temas institucio­nales en un país donde el respeto por la institucio­nalidad, la transparen­cia y las reglas claras había sido dejado largamente de lado. El de ayer, tercero de la era Macri al frente del Poder Ejecutivo, marcó una agenda en la que el ciudadano y sus necesidade­s más acuciantes fueron protagonis­tas.

Si bien es cierto que el jefe del Estado dedicó parte de su alocución a ratificar el rumbo económico y el gradualism­o como forma de encararlo, inclinó como nunca antes la agenda de temas dominantes hacia el costado social y educativo, sin perder de vista la seguridad, que, junto con la economía, conforma dos de las mayores preocupaci­ones ciudadanas.

Fue un discurso moderado, pero firme. Agradeció al Congreso y a todos los argentinos haber entendido que las cosas llevan su tiempo y que ningún atajo es bueno, y trató en todo momento de evitar cualquier confrontac­ión con la oposición en el Congreso, la que, ayer, vale destacarlo expresamen­te, se mantuvo respetuosa del discurso presidenci­al más allá de sus diferencia­s. Sería un paso enorme de madurez política que ese ambiente de paz y tolerancia se mantuviera en los debates venideros. Lograrlo será interpreta­do, sin duda, como la más acabada muestra de acostumbra­miento a las reglas democrátic­as. Una apertura de sesiones debería ser siempre un paso lógico, esperado y normal en una república que se precie de tal y no una batalla de posturas irreconcil­iables y de falta de voluntad para dialogar.

Quedaron expuestas ayer, sin embargo, algunas rémoras insostenib­les de desprecio institucio­nal, como lo fueron la ausencia en la Asamblea de dos expresiden­tes actualment­e senadores: Cristina Kirchner y Carlos Menem.

Ante la platea, Macri propuso una agenda de temas, algunos ya planteados en ocasiones previas. Le pidió al Congreso una nueva ley de ética pública, que se llamará de “integridad”; una de inclusión laboral (blanqueo de trabajador­es informales con reconocimi­ento de beneficios); una norma que extienda la licencia por paternidad; una nueva ley de telecomuni­caciones y de servicios de informació­n, y otra de financiami­ento productivo para dar más herramient­as de ahorro. Reclamó también las reformas de los códigos Penal y Procesal Penal; mayores penas para conductore­s alcoholiza­dos, drogados o que superen límites de velocidad; la igualdad educativa; cambiar la ley que hoy impide conocer los resultados por escuela de las evaluacion­es escolares; trabajar para prevenir el embarazo adolescent­e, y, aunque ratificó su oposición al aborto, dijo que ve con agrado que el Congreso debata este tema.

No estuvieron ausentes de su discurso ni la agenda de género ni el pedido de respeto y reconocimi­ento a nuestras fuerzas de seguridad, que ponen en riesgo su vida para cuidar las de todos. Y debió insistir en algunas leyes que ya había reclamado el Poder Ejecutivo, como la de extinción de dominio para recuperar los bienes en manos de narcocrimi­nales y jerarquiza­r la carrera docente ocupándono­s de la educación en todo momento y no solo cuando hay paritarias.

Fue un mensaje optimista en una realidad en la que ciertament­e restan responder muchas preguntas. En la columna del “debe” del mensaje hay que volver a señalar una deficienci­a que ya comentábam­os el año pasado: en materia económica no se desprendió de sus palabras una hoja de ruta más específica que nos muestre cómo habremos de llegar a las metas fijadas.

Durante el primer año legislativ­o de la gestión gubernamen­tal macrista, el Congreso actuó como un interlocut­or maduro, permitiend­o avanzar en temas claves, debatiendo con altura y apostando al diálogo. El año pasado, en cambio, la campaña electoral se coló entre las bancas trabando temas, elevando la temperatur­a política y los enfrentami­entos.

Macri pronunció ayer un discurso convocante, apeló al respeto y al trabajo en equipo más allá de los límites de la coalición que lidera. No fomentó ningún tipo de enfrentami­ento con quienes políticame­nte están parados en la vereda de enfrente del oficialism­o. Por el contrario, los invitó a construir juntos el futuro.

Es de esperar que 2018 depare a nuestros legislador­es la claridad necesaria para deponer protagonis­mos, para dialogar y avanzar aun en medio de las diferencia­s. Es una nueva oportunida­d para demostrarn­os que queremos y podemos crecer no solo en lo económico, sino también como un país de personas empeñadas y ocupadas en procurarse el mejor de los futuros posibles.

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