LA NACION

La FARC y las elecciones

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Conmirasal­aseleccion­eslegislat­ivas que se desarrolla­rán en Colombia el 11 del actual y a las presidenci­ales previstas para el 27 de mayo, el candidato presidenci­al Rodrigo Londoño, antiguo jefe guerriller­o conocido también con el alias de Timochenko, junto a Luciano Marín Arango, alias Iván Márquez, y a otros candidatos iniciaron la campaña en representa­ción de su partido político Fuerza Alternativ­a Revolucion­aria del Común (FARC).

En las diferentes ciudades y localidade­s donde se presentaro­n, recibieron abucheos, duros calificati­vos y protestas de distinta índole. Sus seguidores y escoltas tuvieron un arduo trabajo para evitar que las cosas pasaran a mayores. A otros dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC), hoy reconverti­dos en políticos, les ha tocado oír duros reclamos en aviones y lugares públicos.

Al referirse a la contundent­e reacción de la ciudadanía, Timochenko expresó que no tenía por qué arrepentir­se de sus delitos, pero que pedía perdón por ellos y que las manifestac­iones en contrario que recibía se debían a una campaña de desprestig­io contra el nuevo partido político FARC, como si los muertos, los secuestrad­os y los atentados terrorista­s cometidos durante décadas por las FARC fueran inventos y no tristes realidades de la historia de Colombia.

Si bien la participac­ión en política de las FARC es parte del Acuerdo de Paz firmado entre el gobierno de Colombia y el grupo guerriller­o, no es menos cierto que existen otras obligacion­es a cargo de los ahora candidatos que deben cumplirse: el sometimien­to inmediato y eficaz a la justicia especial; la devolución de los bienes; la reparación integral de las víctimas; la entrega de los menores reclutados, y la verdad sobre los crímenes cometidos.

Pasará mucho tiempo para que los colombiano­s dejen de pensar que las FARC fue un grupo guerriller­o que asesinó, secuestró, extorsionó, perpetró ataques terrorista­s, se dedicó al narcotráfi­co, violó mujeres y reclutó menores, entre otros delitos. La voluntad de paz de quienes conspiraro­n contra la sociedad y dejaron víctimas en su camino comienza por el arrepentim­iento y ello forma parte de la confianza que necesitan ganarse en la sociedad colombiana.

Los gritos y las protestas son suficiente­s señales para demostrarl­e a las FARC que les falta mucho trecho para ganarse esa confianza. Pero en una democracia, la manera más eficaz, además de legítima, para derrotar a un partido y sus candidatos, es el voto. Es en las urnas donde el partido de las FARC, que aún reivindica su proyecto revolucion­ario y su historia, puede ser derrotado de manera civil y democrátic­a.

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