LA ODISEA DE CARLOS PAGNI
Vuelve el exitoso programa político, por la pantalla de Ln+
En la casa de Carlos Pagni hay tres bibliotecas. Una con libros de historia, otra con literatura y ficción, y la tercera, en el living que da sobre la avenida Callao, en Barrio Norte, se exhiben volúmenes de ensayos y filosofía. Todo en equilibrio: ni el caos funcional de un intelectual bohemio (libros por todos lados), ni el orden obsesivo de un ejecutivo impersonal (lomos de libros de… fotografía, por ejemplo). El periodista y analista político y social más sagaz de la época define su carrera en una sola palabra: “Interpretación”. El término cae sobre su escritorio como una clave conceptual que según él cruzó toda su vida: desde su infancia como hijo único en La Plata en un colegio de salesianos, su adolescencia en Mar del Plata y sus estudios posteriores de historia en la universidad pública de esa ciudad turística paradojal, playas ardientes, sol picante y aguas heladas. Un poco parecido a la meteorología anímica de Pagni, que, pasado mañana, inicia un nuevo ciclo periodístico en la televisión (LN+, a las 22) con su programa Odisea Argentina, que ya lleva casi cinco años.
–Si tuviera que definir su carrera profesional en un concepto, ¿cuál sería? –Interpretación. Mi mayor pasión es interpretar. No me importa mucho el objeto, puede ser la historia o la situación política. Es un ejercicio muy placentero para mí. Tratar de encontrar conexiones no tan evidentes entre las cosas, desentrañar significados. Mi trabajo, mi actividad última es esa… –¿Y eso fue perfeccionándose? –Es un ejercicio y tiene que ver mucho con la interlocución. Para tener una idea necesitás dos cosas básicamente: tiempo e interlocutores. ¿Qué es lo que más valoro de mi trabajo? Por supuesto las fuentes, que son esenciales, la gente que te cuenta y te hace ver cosas que están pasando, pero sobre todo la interlocución. Me precio de tener un grupo de interlocutores muy interesante con los cuales tenemos una aventura intelectual interesantísima para ver cosas. Y eso es todo interpretación: es el mismo mecanismo, el mismo oficio. Después está la escritura que es otra cosa… –¿Sería el paso posterior? –No tanto posterior. Porque yo creo que la escritura no es que uno sabe algo y lo escribe, sino que es una forma de indagación. No es una forma solo de expresión. Si vos querés saber qué pensás sobre algo, empezá a escribir sobre ese tema y vas a ver que no es tan sencillo. Yo me he definido respecto de determinados temas porque me han pedido notas sobre eso… Entonces en el esfuerzo de tener que definir, de buscar las palabras, los matices, seleccionar lo principal de lo accesorio, etcétera, voy definiendo una idea. Por eso digo que no es un paso posterior. Y después hay otra cosa: la escritura está viva. Es decir, una palabra choca con otra y te lleva a un significado que uno no pensaba que iría en un texto. Del mismo modo que el tiempo modifica la escritura y sobre todo el sueño. Si escribís algo el sábado a la noche, te despertás el domingo a la mañana, lo volvés a mirar… y descubrís que lo esencial te llegó durmiendo. –¿No es curioso que usted plantee una dimensión estética de la escritura cuando mayormente se dedica a los textos con datos? –Hablo de estética y, si querés, también de algo emocional. El objeto puede ser cualquiera. La política es una cosa y la escritura es plasticidad. Después ves a qué te referís y cómo. –Cualquiera podría pensar que primero hay que tener la información y luego ponerse a escribir ceñido a ese formato de columnista político. –La forma en que se elige tal o cual palabra, las resonancias emocionales que tienen esas palabras sobre uno mismo; palabras que evitás, palabras feas, feas no por su contenido, sino porque suenan mal… el verbo plasmar, por ejemplo que es tan feo… –¿Escribe alguna otra cosa que no sean columnas políticas? –No. Últimamente estoy pensando en escribir un diario. Quiero ver cómo es esa experiencia. Un diario íntimo. –¿Memorias? –No. Un diario. Memorias sería distinto. A lo mejor tiene algo de memorias, pero insisto: la escritura es un instrumento de indagación también en uno mismo.
Viene de tapa –Hablando de escritura, una herramienta tan arcaica, y ubicándonos en el siglo XXI, ¿dónde se supone que lo visual y la imagen son más fuertes? ¿Cuál es el poder de la palabra? –Hoy la gente escribe más que antes. Al contrario. Las redes sociales, más el WhatsApp, yo escribo mucho más de lo que escribía antes. Tengo conversaciones extensísimas escritas en mi celular. ¿Es otro tipo de escritura? Puede ser. Más inmediatista. Las redes y sobre todo el mail y el WhatsApp se vuelven más impulsivos. Por eso muchas veces uno hace macanas escribiendo. Se escribe tanto que hay un problema ya de la interpretación del otro: podés decir cosas que se evalúan en distinto sentido del original, la carga emocional puede ser distinta en uno y en otro… Vas a un restaurante o cualquier lugar y la gente está escribiendo ahora mismo: claro, no escribe la lógica de Hegel… –¿Y qué desafíos le plantea? –Eso es para nuestro mundo, el de la información y el periodismo, una revolución. Hiere enormemente nuestro narcisismo. Digamos: al democratizarse la comunicación, todos se transforman en productores de contenidos, el que emite un tuit, el que tiene un blog. –¿Es tan importante la información del que emite un tuit como la de un columnista en un medio masivo? –Bueno, hay tuiteros que se transforman en referencias extraordinarias. Igual que algunos portales en Internet. Con un piolín y dos palitos. Antes tenías que vencer la censura que tiene todo medio en su formato. No la censura de un censor, que dice esto sí, esto no, sino la censura de un formato: el diario no puede publicar todo. Es una selección jerarquizada de las noticias que el editor considera que son las más importantes. ¿Y los grupos de poder cómo hacen para entrar en esa plataforma, en la página? Tienen que vencer un sistema de censura, que es un sistema de selección. Eso ahora se ha democratizado. Y lo veo interesantísimo. Después analizamos la calidad, pero existe una posibilidad que antes no estaba. –Hay periodistas que no se sienten tan cómodos con esta realidad. –Claro, porque nos obliga a escribir de otra manera, estamos más controlados. Ahora estoy escribiendo sobre la reforma electoral que quiere sacar el Gobierno y puede haber un cientista político superespecializado en ese tema de la universidad X que con un tuit me destruye la nota. Y en el mundo donde se leen esas cosas es un papelón. Antes no existía eso; antes ese tipo lo comentaba con sus amigos en un café, pero nunca llegaba a decir públicamente: “Mirá, este es un tarado; mirá lo que está diciendo”. Hay más intercambio, más comunicación. Por supuesto que en esa masa enorme de información, descubrir la verdad o detectar el sentido es más trabajoso. Como el taxista que tiene que competir con Uber. –¿Usted cree que los diarios van a desaparecer? –No va a desaparecer la actividad. Ahora, el formato no lo sabemos. No sabemos qué va a pasar. Hay un libro maravilloso escrito por una historiadora que se llama Elizabeth Eisenstein (The Printing Press as an Agent of Change) que es el relato de cómo la sociedad occidental fue buscando la imprenta en inventos fracasados; se estuvo por llegar varias veces y no lograban meter la llave adentro de la cerradura hasta que Gutenberg lo hizo. Durante más de un siglo no se sabía dónde iba, algo similar a lo que está pasando ahora; por eso hay tanto desconcierto en nuestra industria y en el mundo del libro y de la información. ¿Cómo va a terminar esto? ¿Cuál es el modelo de llegada? –¿Y si no hay modelo de llegada? –No sabemos. Claro. –¿Le gusta mirar series de televisión? –Pérez-Reverte dice que no va a haber más novelas. Que ahora las novelas son las series. Hay algunas que son maravillosas: obras de arte. Downton Abbey, monumental. The Crown me gusta mucho. Hay algunas series españolas muy buenas. Tiempo entre costuras me pareció extraordinaria y además una historia verídica, rarísima. Vi obviamente House of Cards y me parece que tiene un significado político extraordinario en el contexto del triunfo de Trump. Me gustan más las inglesas. Fauda, extraordinaria. Millions… Narcos… ¿Por qué te interesa lo de las series? –Bueno, resulta interesante saber qué dimensión cultural le da usted a una serie de televisión. –La posibilidad de popularizar cosas que antes estaban reservadas a un círculo. Descubrimos algo que siempre se dijo y que nunca se quiso verificar: que si a la gente les das cosas de calidad las consume desde siempre. Es una prueba de eso. Se está probando que podés ser menos demagogo y tener una visión menos peyorativa del mercado y de la audiencia. Y que se puede hacer cosas de muy alta calidad para un público muy masivo. Y que ese público las consume. Vivimos en un mundo más interesante que el de cuando yo era chico. –¿Y como se siente usted en la televisión? –Como todo: uno lo va disfrutando más en la medida en que uno cree que va aprendiendo. Son lenguajes muy distintos con la escritura; formas de expresión muy distintas. Me siento más escribiendo, obviamente. –¿Por qué dio ese paso? -Porque me indujo Dujovne (Nicolás, exproductor y socio televisivo de Pagni antes de convertirse en ministro de Economía). Nos pusimos a hablar y él tuvo la idea de un programa de televisión. Como di clases mucho tiempo y charlas, que es una de mis actividades más frecuentes, muchos me preguntaban si no había hecho televisión. No me interesaba demasiado. No era sexy la TV para mí como medio. Con mucha inteligencia Nico me dijo: “Tendríamos que hacer un programa para nosotros dos”, porque cuando era una perso- na normal hablábamos mucho, y suponiendo que si nuestras charlas nos resultaban tan interesantes, ¿por qué no le podrían resultar interesantes a otros? Y así empezó. –¿No le parece muy de época esa fórmula de que si a mí me parece interesante algo supongo que a otro pueda también cautivarlo? -Eso es lo que supone un tipo que escribe un blog. Esto es lo mismo. Nació así. Me parece bien y me permite experimentar cosas raras: por ejemplo un editorial de 20 minutos. Marcelo Longobardi me dijo un día: “Eso no existe en televisión, estás haciendo cosas que no tienen nada que ver, eso no es televisivo”. Y hay gente que mira 20 minutos a un tipo hablando. Tengo una tendencia a no apreciar demasiado los prejuicios o las grandes reglas. –¿De qué adolece hoy el periodismo? –De curaduría. Eso falta mucho en los medios. Estudiar cómo funciona y preguntarse si uno lo está haciendo bien o mal. El problema de los periodistas es que resulta muy estresante transmitir información siempre, tener que tener algo para escribir y algo para decir. Entonces, muchas veces cuando encontraste el agujero del mate te subís a esa inercia y no la cambiás por años. ¿Entendés? Y ves a un tipo que dos años está escribiendo sobre el mismo tema. O durante 10 años se lo pasó haciendo lo mismo: no soy un fanático de la innovación, pero parar y pensar cómo lo estás haciendo es importante. ¿Por qué? Porque tenemos una tendencia a la inercia para calmar los niveles de ansiedad que produce estar siempre en la frontera de la novedad. Eso es muy estresante. Porque además hay sistema como de respeto y de preservación del narcisismo ajeno que hace que nadie te venga a avisar o te toque el hombre y te diga, che despertate… –¿Este nuevo ciclo televisivo qué va a contener? ¿Editoriales de 50 minutos? (risas) –Todo mi empeño es siempre una lucha contra el tiempo para que el whisky tenga más tiempo adentro del programa. No he logrado todavía que el público se entere de quién es Carola Gil, el día que eso ocurra barre el programa y me voy con mi editorial a no sé donde. La clave del programa es muy elemental y se basa en algo que no abunda en la televisión: información. Esa es la esencia del periodismo. Si a eso le podemos agregar interpretación, interlocutores, entrevistados, nosotros mismos, que vuelva más comprensible lo que está pasando, fantástico. Creo que la economía se está volviendo más enigmática en la Argentina y Marcos Buscaglia tendrá un papel más activo al igual que Francisco Olivera. –¿Qué opina usted de temas por fuera de la agenda económica como, por ejemplo, la despenalización del aborto? –Creo que es un tema muy complejo y que requiere de una legislación, porque abortos sigue habiendo y mujeres que mueren en departamentos hediondos también. Hay que buscar el nivel, las especificidades, excepciones, pero por supuesto que tiene que ser un tema discutido. Independientemente de la visión mística que tengas de cuándo una persona es persona, etcétera, el debate hay que darlo. –¿Y cuál es su opinión sobre los insultos en la cancha contra Macri? –El Gobierno no se siente ni está en la posición de los que son insultados en la cancha. Es verdad que esa gente que putea en la cancha a Macri no sé a quién vivaría… No aparece otra alternativa. Y ahí el Gobierno tiene razón. Va a ser un año de mucha discusión con un eje económico y creo que la novedad es que la idea de confrontación con el kirchnerismo está agotada, porque ya le ganaron. –Durante el año electoral, insistió con nombrar a Scioli como Sholi o Yoli. ¿Por qué? –Porque lo pronuncio en italiano. A mí me gusta que me digan Pañi, no Pagni… Él conoce mucho Italia, dicen que tiene propiedades en Cerdeña, así que debe ir seguido, debe saber que su apellido se pronuncia así. ¿Vos me querés preguntar si fue irónico? -Y, parecía… -No, para nada. Es aprecio por la pronunciación del idioma de mis mayores. Quizás este año tendremos mucho Anyelichi… Quién sabe.