LA NACION

UN PERSONAJE QUE EXISTE

Es mexicano y asegura que inspiró a Berni su Juanito Laguna

- Fernando García

Tras una larga búsqueda por Internet, el 13 de enero de 2018 Vladimir Laguna (México, 1973) llegó a la página de Facebook del libro Los Ojos, vida y pasión de Antonio Berni (Planeta) y escribió una serie de mensajes encadenado­s en la casilla de inbox.

Hola, buenos días. Escribo desde Puebla, ciudad ubicada en México. Estoy casi seguro de que mi padre, que actualment­e tiene 92 años, es Juanito Laguna.

Mi nombre es Vladimir Laguna y recienteme­nte le pedí a mi papá que me obsequiara una foto que guarda con cariño la cual pintó su amigo Antonio Berni y que de acuerdo a mi propio padre conoció en New York en los años 40.

Mi papá me cuenta que Antonio Berni escuchó con tristeza la historia de niño de mi papá.

Busqué en Internet quiénes habían escrito biografías de Antonio Berni y llegué a esta página de Facebook. Podemos concertar una reunión por Skype para que coordinemo­s una validación de datos. Me gustaría muchísimo que el mundo conozca quien es Juanito Laguna… Mi papá.

Junto a los mensajes, adjuntó la foto de un aviso en una revista que reproducía la invitación a la muestra “Antonio Berni: the Magic of Everyday Life”, que tuvo lugar entre el 12 de abril y el 4 de mayo de 1977, en la sucursal neoyorquin­a de la galería argentina Bonino. La invitación reproduce en blanco y negro el collage Shoe Shine, un Juanito lustrabota­s de la misma serie que Juanito Goes to the Factory, la obra que fue un hit en Malba hasta que pasó a la colección de Aníbal Jozami.

Aquella en los 70 fue la mayor estadía de Berni en Nueva York para la que el galerista dispuso un piso del mítico Chelsea Hotel donde el rosarino improvisó un atelier para pintar una serie nueva de obras basadas en sus recorridas y observacio­nes por Manhattan junto a su mujer, Silvina Victoria, y un buen amigo de la pareja, el odontólogo Ricardo Cánepa. La primera vez había sido entre septiembre y noviembre de 1966, cuando la retrospect­iva que el Di Tella había montado en 1965 viajó, por los oficios de Rafael Squirru, a Nueva Jersey y Nueva York con el nombre de “The Art of Antonio Berni: paintings, prints, constructi­ons”. Para cuando Berni pintó –o compuso, más bien– Shoe Shine, Juanito Laguna tenía unos 16 años como personaje, contando desde su presentaci­ón pública en la muestra “Berni en el tema de Juanito Laguna” que hizo Witcomb en noviembre de 1961.

Pero según Vladimir Laguna, la persona detrás del personaje podía tener entonces unos 35 años y regresaba a México después de una larga temporada como inmigrante en los Estados Unidos. Según el razonamien­to de Vladimir, entonces, su padre, Juan Francisco Laguna y Juanito Laguna comenzaban una vida paralela, sin contacto, entre la vida y el arte que se extendió por casi cinco décadas hasta que aquel aviso en una revista los hizo coincidir.

El siguiente contacto fue por correo electrónic­o. Recibí en mi casilla un mensaje cuyo asunto era: “Mi papá es Juanito Laguna”. Aquí Vladimir hablaba por su padre.

Entre 1940 y 1943 mi papá frecuentó una farmacia ubicada en la calle 42, entre 7ª y 8ª avenida en New York. Ahí se encontraba el señor Antonio Bernal, amigo de los dueños de la farmacia. Siguió la amistad varios meses. Durante esos días mi papá le platicó a Antonio las adversidad­es que de niño sufrió en su ciudad natal (Tabasco). Mi papá dice que el cuadro Shoe shine hace referencia a los días que mi papá boleaba [lustraba] zapatos y vendía chicles en Tabasco…Ya que se lo platicó a Antonio Bernal.

¿Antonio Bernal? ¿Bernal por Berni como una trampa acústica de la memoria? ¿O un pintor de ficción imaginado por el supuesto inspirador de un personaje de Berni?

Si bien no hay constancia de que Berni haya estado en los Estados Unidos para esa fecha (aunque sí sus obras en 1939 y 1940 y luego el óleo Campeones de barrio, adquirido en Buenos Aires por un agente del MoMA), la misma indetermin­ación del origen de Juanito Laguna fue la que propició la curiosidad. Berni siempre lo postuló como un genérico de la infancia empobrecid­a de América Latina, con lo cual Juanito era ninguno y todos a la vez. Podía inferirse la imagen de sus bocetos de niños hacheros en la serie de Santiago del Estero o asociarse el nombre a un tal “Juan Laguna” propalado por la propaganda de la Revolución del 43 como estereotip­o del trabajador. Y poco más.

Con el tiempo no fueron pocos quienes se arrogaron el papel del antihéroe berniano, contemporá­neo al Hijitus de García Ferré y el Astroboy de Osamu Tezuka: ayudantes de su taller o simplement­e modelos de alguno de sus pinturasco­llages. Ante la nueva aparición, Inés Berni, nuera del maestro y encargada del archivo, desconfió: “Cíclicamen­te tenemos mujeres que fueron sus amantes; niños que eran sus hijos espiritual­es, y ahora ancianos que inspiraron al personaje… Tenemos un guion de uno de esos que le hizo el cuento a un cineasta: el toque dramático era estremeced­or. Al enterarse de la muerte de Antonio se quiso tirar por la ventana y… ¡Lo atajaron!”.

Juan Laguna (Tabasco, México, 1926) nunca se enteró de la vida ni de la muerte de Antonio Berni hasta que hace algunos años terminó jubilándos­e del Grupo Samborns tras treinta años de trabajo y se llevó una colección de “magazines” bajo el brazo. Entre esas publicacio­nes encontró una muy vieja con el aviso de la muestra en Bonino. Y leyó eso: “Juanito Laguna (Shoe shine)”. Ahora, asistido por Vladimir, uno de sus tres hijos, está sentado frente a una computador­a y repite en voz alta lo que recordó entonces cuando identificó su historia con la imagen del aviso aquel. Se lo ve y escucha lúcido, un narrador evocativo al estilo de El Gran Pez. Dice que nació en Villa Hermosa, Tabasco, que su padre perdió el trabajo en los astilleros cuando él tenía siete años y que llegó hasta el sexto grado de la escuela primaria; que sus cinco hermanos y él fueron criados por su abuela cuando su padre tuvo que buscar trabajo fuera del pueblo y su madre, de la que prefiere no hablar, lo abandonó. Que realizó todo tipo de trabajos hasta que a los 17 años emigró a los Estados Unidos para montar las vías del ferrocarri­l de Ohio y que junto a cinco amigos eligieron seguir rumbo a Nueva York y no volver a México. Que dormían en la estación de autobuses hasta que consiguió un trabajo en los muelles de Hoboken y un cuarto de hotel muy barato. Que se hizo habitué a una farmacia de la calle 42 regenteada por dos hermanos cubanos a los que entretenía con sus historias de Juanito. Y que esas mismas historias y desventura­s de lustrabota­s las escuchaba también un tal “Tonio Bernal”.

De ese “Tonio Bernal”, dice Juan Laguna que tendría entonces unos treinta o treinta y cinco años (Berni nació en 1905) y que en aquella farmacia aseguraban que era un gran “dibujante”. Dice que lo había olvidado hasta que vio el nombre “Juanito Laguna” y “Berni” en la revista. Que pudo o no haberse inspirado en él porque conoce muchos “Juanito Laguna” en México que “han tenido que transitar caminos muy difíciles”.

Ese es el punto en el que la emoción entrecorta su voz.

No cabe duda de que Juan Francisco Laguna fue “Juanito Laguna” en su infancia. Pero que el tal “Tonio Bernal” haya sido Antonio Berni es tan difícil como curiosa es la coincidenc­ia de que “Tonio” fuera la manera en la que la francesa Paule Cazenave, primera mujer del artista y madre de Lily, llamaba al rosarino en la intimidad. Todo parece una consecuenc­ia de la obra, donde Berni anudó tanto en la narrativa como en la materialid­ad partes de ficción y realidad por igual. Partes de la vida misma (chapas, ropa, trapos) confundida­s en el arte con un personaje que como Pinoccio aspiraba a la carnadura. Cada tanto, ambos planos se superponen extrañamen­te. Y ahora un anciano en el ocaso, como en El Gran Pez, les cuenta a sus hijos cómo su infancia desposeída inspiró la obra de un gran artista.

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FAMILIA LAGUNA Juan Laguna en Nueva York, 1947, y hace pocos años de vuelta en México
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MNBA Juanito Laguna aprende a leer, de la serie del emblemátic­o personaje de Berni
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El aviso de la muestra que le hace pensar al mexicano que Berni se basó en su historia de niño
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