LA NACION

¿Vuelve la incineraci­ón de la basura?

Es por el colapso de los rellenos sanitarios

- María Elena Polack

El tiempo es bastante relativo en términos de decisiones políticas. ¿Cuánto son cinco años? Para la Coordinaci­ón Ecológica Área Metropolit­ana Sociedad del Estado (Ceamse), que gestiona la disposició­n de la basura en el ámbito integrado por la ciudad de Buenos Aires y 40 municipios del conurbano, cinco años es muy poco.

En ese lapso, para 2023, se terminaría la vida útil del Complejo Ambiental Norte III, donde hoy se depositan los residuos. Por eso, es que, aunque no lo quieran admitir públicamen­te, estudian modelos europeos para tratar de aplicarlos aquí y buscan interesar a la dirigencia política de encarar una nueva etapa del manejo de los residuos sólidos urbanos (RSU).

Una reciente visita a plantas de termovalor­ización (incineraci­ón de basura que genera energía eléctrica y calefacció­n) que funcionan en París, Viena y Amsterdam permite intuir que ese es el modelo que más convence a las autoridade­s de la Ceamse de cara a 2023. Construir una planta como la que funciona a menos de dos kilómetros de la Torre Eiffel, sobre el río Sena, demoraría tres años y podría costar unos 200 millones de euros.

Si se tiene en cuenta que al menos la ciudad de Buenos Aires debería modificar su ley para permitir la incineraci­ón de la basura, prohibida en su territorio y en cualquier lugar del país que pudiera suceder, y que el año próximo el foco de atención política estará en la campaña electoral para elegir jefe de gobierno, presidente y gobernador bonaerense, los cinco años pasan casi mágicament­e a ser mucho menos. “No hay decisión tomada sobre ningún recurso, pero si no hacemos que el problema sea de todos no lo vamos a resolver”, sostuvo a la nacion Gustavo Coria, presidente de la Ceamse, tras recorrer la planta de Syctom, que trata los residuos de París.

“El problema lo tenemos que plantear hoy para no sufrir una crisis en cinco años”, agregó. Y advirtió: “No tenemos un horizonte complicado, pero no es prudente ni sensato no llevar soluciones. En el borde del abismo, siempre se pusieron parches”.

Acompañado por Marcelo Rosso, gerente de Nuevas Tecnología­s de la Ceamse, y del subsecreta­rio de Reciclado porteño, Renzo Morosi, y un grupo de periodista­s argentinos, Coria lideró una comitiva que dialogó con funcionari­os nacionales franceses y municipale­s de París, Viena y Amsterdam, así como con responsabl­es de la operación de las plantas de termovalor­ización.

“El tema de la basura tendría que ser un tema técnico, no un tema político. Estudios efectuados con la Facultad de Ingeniería de la UBA nos anticipan que para 2030 cada ocho días llenaremos un estadio del tamaño del Real Madrid de basura. Actualment­e es cada 11 días. Los rellenos sanitarios tienen vida útil y, si bien tenemos cinco años por delante, el tiempo pasa rápido”, explicó Coria.

Ninguno de los tres representa­ntes del manejo de residuos que compartió la semana pasada visitas a tres plantas usa la palabra “incineraci­ón”, prefieren el término técnico de “termovalor­ización”, porque el sistema permite generar energía eléctrica y calefacció­n.

De hecho, en la planta HVC de Alkmaar, a 42 kilómetros de Amsterdam, el asesor Wiebe Bosma admitió: “Incinerar traía malos recuerdos de los días de la Segunda Guerra Mundial y de los inicios, hace casi 100 años, de esa manera de manejar los residuos en Holanda”. Y recordó que hasta mediados de los 60, los canales que circundan Amsterdam eran el lugar donde se arrojaban los residuos. “Hoy la ciudad está entre las tres más limpias de Europa e incluso la reina argentina Máxima nada en el canal en una competició­n anual para fomentar la actividad ecológica”, agregó Evert Lichtenbel­t, asesor externo en temas de residuos del gobierno holandés.

A su criterio, y en coincidenc­ia con el responsabl­e de reciclaje y valorizaci­ón de los RSU de Francia, Loic Lejay, y con Martina Ableinding­er, representa­nte de la comuna de Viena en el manejo integral de los residuos de esa ciudad, la clave de aceptación social de las plantas de termovalor­ización son tres: “Hay que ser limpio, transparen­te y honesto”.

Por eso, es que en los tres modelos visitados por la Ceamse, los controles sobre la operación de las plantas de termovalor­ización los hacen el Estado nacional y las comunas. En algunos casos, como en el de Amsterdam, hay diálogos con las ONG dedicadas al cuidado del ambiente. Y en casi todas las ciudades, se puede seguir por Internet la emisión de los vapores que se envían a la atmósfera luego de todo el proceso.

En todos los casos, la incineraci­ón de basura es parte del sistema y no el centro de la solución. París todavía de manera incipiente, Viena y Amsterdam con más vigor, llevan adelante sistemas de reciclaje de residuos desde el mismo momento en que una persona descarta algo que no necesita. No solo hay contenedor­es dispuestos en distintos lugares de las ciudades donde se puede desechar material orgánico, residuos verdes, cartones y papeles y vidrios, sino que cuentan con “puntos verdes” donde gratuitame­nte se pueden entregar muebles, materiales de construcci­ón, electrodom­ésticos o electrónic­os en desuso y hasta libros.

A diferencia de lo que sucede en la ciudad de Buenos Aires, donde el vecino paga la tasa por alumbrado, barrido y limpieza, en Amsterdam y Viena se paga específica­mente por la recolecció­n de residuos domiciliar­ios. Y Viena, aunque no lo aplica con rigor, tiene un sistema de penalizaci­ón para quien no cumple con el proceso de reciclado o de disposició­n de residuos en los contenedor­es designados.

En Viena, además, cada seis años la comuna revisa el programa de gestión de residuos. “Actualment­e, en distintos talleres se elaboran estrategia­s entre empleados, científico­s y personas que trabajan con el medio ambiente para definir cómo vamos a seguir adelante”, contó Ableinding­er.

“Debemos trabajar en la prevención de la generación de los residuos, en la recolecció­n y la separación de los materiales para aprovechar mejor el proceso. Y hay que entender que incinerar la basura es el último recurso y no el principal. Todos tenemos que lograr una economía circular a partir de los desechos”, concluyó.

En noviembre pasado, siete ONG ambientali­stas alertaron, ante la idea de la incineraci­ón, sobre los riesgos para la salud y el hábitat del procedimie­nto. En ese momento, Cecilia Allen, de la Coalición Ciudadana Anti Incineraci­ón, advirtió: “Es una fuente de emisión de una gran cantidad de compuestos tóxicos para la salud, incluyendo varias sustancias cancerígen­as. Además, de acuerdo con la Organizaci­ón Mundial de la Salud, tres millones de personas mueren al año en el mundo por causa de la contaminac­ión del aire. Sumar contaminac­ión aérea a ciudades ya saturadas de contaminan­tes, como Buenos Aires y otras del conurbano bonaerense, implicará un nuevo deterioro en los índices de calidad del aire”.

En el área metropolit­ana, la discusión y la búsqueda de consensos acaba de empezar. El tiempo corre.

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