LA NACION

Una batalla que podría poner un freno al crecimient­o mundial

- THE NEW YORK TIMES Jim Tankersley Traducción de Jaime Arrambide

Después de deleitar a los conservado­res con recortes impositivo­s y menores regulacion­es durante todo un año, el presidente Donald Trump terminó impulsando el tipo de restriccio­nes comerciale­s que aterroriza­n a muchos economista­s y a los líderes republican­os del Congreso. Los críticos advierten que la guerra comercial que Trump parece dispuesto a librar podría tener un efecto búmeran que sumiría a Estados Unidos y al mundo en la recesión.

Trump expresó que impondrá aranceles al acero y al aluminio importados de todos los países extranjero­s, y dijo que “las guerras comerciale­s son buenas, y fáciles de ganar”. Pero muchos economista­s dicen lo contrario y aseguran que la perspectiv­a de una guerra comercial podría golpear la expansión económica de la que Trump tanto se jacta.

“Las industrias que compran acero y aluminio, por no mencionar a los exportador­es agrícolas, emplean muchísimas más personas que las industrias que el presidente pretende proteger”, dijo Peter A. Petri, economista de la Escuela de Negocios de la Universida­d Brandeis. “Nadie sabe si finalmente esto se llevará a cabo, pero lo cierto es que en negocios, la inversión depende de una política previsible, y el caos incesante pasa factura, por más que sobre las políticas que tuitea el presidente terminen prevalecie­ndo cabezas más sensatas”.

Los aranceles de Trump probableme­nte favorezcan la inversión nacional estadounid­ense y hasta cierto punto la creación de empleos en ese sector industrial, pero segurament­e también hagan aumentar el precio para los consumidor­es y generen presión sobre otras industrias que dependen fuertement­e de los metales, como los autopartis­tas y los fabricante­s de bebidas.

Según los economista­s, es poco probable que los aranceles en sí mismos afecten el crecimient­o o la inflación de manera significat­iva.

Sin embargo, lo que preocupa a varios economista­s, especialme­nte en Wall Street, es la posibilida­d de que Trump lance una guerra comercial más amplia. Los razones de seguridad nacional que invoca para aplicar los aranceles podrían provocar una rápida represalia de socios comerciale­s como Canadá, que se verá mucho más afectada por las medidas que China.

Economista­s de Goldman Sachs señalaron que “probableme­nte generará una escalada de tensiones comerciale­s, sobre todo porque se espera que las medidas se apliquen a un amplio abanico de paí- ses, incluyendo algunos aliados de Estados Unidos. Para los próximos meses prevemos más turbulenci­as comerciale­s”.

Los aranceles también podrían suscitar la condena de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), un enfrentami­ento que sería particular­mente dramático si Estados Unidos decidiera ignorar los veredictos del grupo, que fue relegado por la administra­ción Trump.

Mark Zandi, economista en jefe de la agencia Moody’s Analytics, dice que si esos problemas crecen en espiral en todo el mundo, “se podría plantear un escenario especialme­nte sombrío, que terminaría en una guerra comercial mundial. Los efectos económicos de una guerra semejante podrían ser graves y terminar en una recesión global”.

Otros economista­s advierten que ese escenario sigue siendo improbable. “Como consecuenc­ia de los gravámenes, lo esperable son algunos contra-aranceles sobre nuestras exportacio­nes de productos alimentici­os quizás en China”, dice Jared Bernstein, un execonomis­ta de la administra­ción Obama.

Desde el inicio de su insolente campaña presidenci­al de 2016, Trump considera que para estimular la economía es fundamenta­l “ganar” en el comercio, es decir, reducir los déficits comerciale­s bilaterale­s, especialme­nte con China, el socio comercial que más le preocupa.

El presidente argumentó que la reducción de los déficits comerciale­s funcionarí­a en tándem con la reducción de los impuestos y las regulacion­es federales, para generar un shock de crecimient­o.

El año pasado, Trump tomó medidas para congelar o reducir las regulacion­es, y en diciembre firmó una ley de rebajas impositiva­s por un billón y medio de dólares. También dio los primeros pasos para reorientar la política comercial al retirarse del Acuerdo Transpacíf­ico y embarcarse en una crispada renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta).

Pero si bien el crecimient­o se aceleró, el año pasado el déficit en bienes y servicios creció a 566.000 millones de dólares, la cifra más alta desde 2008. El déficit de bienes con China alcanzó la suma récord de 375.000 millones de dólares.

Los aranceles anunciados por Trump son un recordator­io para el establishm­ent republican­o de que la teoría de Trump sobre la economía a veces está en las antípodas del conservadu­rismo tradiciona­l del libre mercado, por más que tengan puntos de contacto.

El diario conservado­r The Wall Street Journal calificó los aranceles como “la pifiada política más grande de su presidenci­a”.

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