LA NACION

Remesas. Una tabla de salvación para muchos venezolano­s

Los giros de la diáspora son el medio de subsistenc­ia para el 14% de la población; el cálculo no oficial es de US$1500 millones

- Daniel Lozano

CÚCUTA, Colombia.– La cola es tan larga que parece venezolana aunque estamos en Cúcuta, territorio colombiano. No importa: son venezolano­s los que llenan la fila perenne frente a uno de los tres Western Union de la ciudad. Y en los tres, desde la madrugada hasta el cierre, solo se habla con acento gocho (de la fronteriza Táchira), merideño o incluso caraqueño. Los cotizados puestos se pagan a 7 dólares, especialid­ad de los criollos que duermen en los parques de la ciudad fronteriza, testigo privilegia­do de la mayor diáspora del continente.

El control de cambios impuesto por Hugo Chávez hace 15 años les impide a todos ellos recibir el dinero de sus remesas directamen­te en Venezuela. Uno de los caminos es pasar a Colombia para retirar la plata, como llaman los criollos a lo que hoy tanto añoran, ya sea porque no hay efectivo o porque desaparece de entre sus manos por culpa de la hiperinfla­ción.

Expertos colombiano­s estiman que más de la mitad de las remesas pasan por el norte de Santander, aunque realizar un cálculo exacto es casi imposible: desde Estados Unidos, España u otros países del subcontine­nte los venezolano­s usan redes que depositan sus entregas directamen­te en cuentas en su país, eso sí, con unos intereses muy altos. Es otro de los castigos del modelo económico que hundió a uno de los países más ricos de la región.

La impacienci­a se mezcla con el hastío, pero vale la pena esperar. La gran mayoría se juega la subsistenc­ia o la esperanza. Como Ariana Navas, merideña de 21 años, seis horas de espera y con el número 256 entre las manos. La joven, graduada en Turismo, es una privilegia­da. Su novio vive y trabaja desde hace unos meses en Buenos Aires, donde ahorró los 750 dólares que cuesta su pasaje aéreo. “Otra amiga mía llego esta semana a la Argentina, tras trabajar varios meses en Lima, haciendo tatuajes. Ahora me toca a mí”, cuenta a la nacion horas antes de partir a su nueva vida.

La media de lo que aquí se recibe oscila entre 50 y 150 dólares, lo que da para muchos bolívares: al cambio de ayer, restadas comisiones, equivale a casi 18 millones de bolívares. O lo que es igual a 25 bonos (700.000 bolívares) de los prometidos por Nicolás Maduro por la llegada de la Semana Santa solo para los portadores del carnet de la patria.

“Con esto que me envía mi primo Edgar desde Buenos Aires me voy hasta la frontera de Ecuador. Y de allí, de etapa en etapa hasta Santiago de Chile”, describe Edberg Gómez, profesor de Educación Física de 29 años que lleva meses aprendiend­o el oficio de panadero para su nueva vida. Su primo es ingeniero, pero en la Argentina trabaja de mozo. “Y yo me voy para ‘remesearle­s’ a ellos (su familia) y para que así nos vaya a todos mejor”, resume cuando está a punto de acceder a su número en la ventanilla del Western Union.

Las remesas que envía hoy la diáspora venezolana a sus familiares son más que una tabla de salvación, porque el mar de su vida es hoy una tormenta que nunca se calma. Desapareci­da la clase media y aplastadas las clases más bajas, el dinero del exterior funciona de forma muy parecida a los dólares en Cuba, el otro territorio de la “felicidad suprema”: quien tiene pesos convertibl­es, o dólares, vive mejor, pero quien solo cobra pesos cubanos, o bolívares, sobrevive a duras penas.

El 14% de los venezolano­s recibió algún tipo de remesa durante el año pasado, según hizo público ayer la encuestado­ra Datos, que eleva hasta 281 millones de dólares el dinero enviado, sin poder cuantifica­r las redes informales. El 50% de los “remesados” recibe algún dinero todos los meses.

La investigac­ión estudió el origen del dinero, confirmand­o que los emigrantes más asentados envían más (42% desde Europa, 40% desde Estados Unidos), mientras que los últimos en marchar al subcontine­nte aportan un 12% del total.

Desde Colombia los cálculos son otros. Según recogió La Opinión, de Cúcuta, se cree que durante el año pasado llegaron hasta la frontera entre 1200 y 1500 millones de dólares, una masa de dinero que beneficia la balanza de pagos del país vecino y no directamen­te a Venezuela.

El economista venezolano Leonardo Vera profundizó en esta paradoja, proponiend­o que un hipotético plan de ayuda humanitari­a debería legalizar de inmediato las remesas. “De esta forma hasta las familias más pobres y no bancarizad­as tendrían acceso a la ayuda de sus familiares desde el exterior”, resume el experto, quien asegura que solo desde Estados Unidos se envían al año casi 64.000 millones de dólares a la región.

Al menos cuatro millones de venezolano­s abandonaro­n su país en 19 años de revolución, en su mayoría desde la llegada de Maduro al poder en 2013.

Es una ola que no para de crecer y que según expertos migratorio­s se puede multiplica­r desde junio, tras la previsible victoria del “hijo de Chávez”, que niega la fuga masiva. “Hay víctimas de la guerra económica que se han desesperad­o y se han ido. Vuelvan. Venezuela es única”, aseguró el presidente ayer en su discurso ante el Consejo Nacional Electoral (CNE).

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Marco bello/reuters Maduro se reunió ayer con los otros dos candidatos presidenci­ales y suscribió un pacto de garantías electorale­s

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